sábado, 5 de agosto de 2000

AÑO 2000: Paulos: el rostro duro del odio.


05/08/00 Paulós: el rostro duro del odio
EDITORIAL
La República.



Paulós: el rostro duro del odio

Editorial 5-8-00
Días pasados, en el programa Hola Gente que se difunde por Canal 12, el general (r.) Iván Paulós, uno de los cabecillas del movimiento golpista y de la dictadura cívico militar, difundió sus puntos de vista sobre la Comisión para la Paz y la problemática de los derechos humanos en el Uruguay.
El ex militar emplea un tono exaltado, propio de una arenga en el campo de batalla o del tono declamatorio de una condena lanzada por un profeta de oscuros adoradores de la venganza y la muerte.
Curiosamente, alguna versión de prensa que difundió las expresiones del general, las “maquilló”, eliminando las expresiones más agresivas.
El ex Jefe del Servicio de Inteligencia denunció que “pese a haber sido derrotada militarmente, la subversión está triunfando políticamente y desde distintos puestos siguen hostigando a las Fuerzas Armadas”.
Para Paulós “ahora se está desarrollando una guerra psicopolítica que es muy silencio y que se hace a través de los medios de comunicación y a través de presiones, pero siempre es agresión, fuerza”.
Con relación a las desapariciones las compara con “la muerte de una abeja” y declara que a él no le agrada que muera una abeja. Pero advierte que en las denuncias sobre desaparecidos “se está haciendo una explotación política del dolor y se presentan a las Fuerzas Armadas como sanguinarias”.
Dice que las Fuerzas Armadas viven las amenazas telefónicas y no siempre tienen los medios de comunicación para trasmitir esos hechos.
Estima que en una guerra que duró diez años (según él empezó con la reunión en Cuba de la OLAS, en 1967) veinte desaparecidos no constituyen una cifra tan grave.
Con relación a la práctica sistemática de la tortura practicada durante trece años Paulós sostiene que “la guerra misma es una tortura. No solo para los prisioneros sino también para los combatientes. La guerra tiene dolor, es inherente a la guerra, pensar en una guerra sin dolor es una utopía...”.
Para el militar, quienes empezaron la guerra fueron los subversivos, lo cual no se debe olvidar para mirar solo la parte final de todo esto.
El hecho es que las Fuerzas Armadas salvaron a la patria. Ahora se le reprocha, como lo hace un paciente ingrato a un cirujano que le salva la vida y ya recuperado se lamenta de la cicatriz.
“¿Qué interesa la cicatriz o la vida?”, pregunta Paulós.
¿Quién se acuerda de las bombas de Hiroshima?
Allí murieron decenas (sic) de personas instantáneamente y quedaron secuelas para la herencia de los seres que iban a nacer, sin embargo, el que tiró la bomba, un aviador norteamericano, es un héroe nacional.
Si hubiera sido un uruguayo contra el movimiento Tupamaro sería un asesino, pero, como está respaldado por un gobierno poderoso y por un aparato de propaganda adecuado es un héroe.”
Como se puede apreciar, el pensamiento del ex Jefe de Inteligencia no es precisamente el humanismo solidario ni la tolerancia y la fraternidad.
Para él los subversivos no pertenecían a la patria.
La atacaban. La querían humillar. Y para eso cualquier acto de guerra estaba justificado.
En éstos días, el general se ha sentido convocado a distintas formas de militancia a favor de sus ideas.
Y así se lo registró como un participante en las barras en el acto de desagravio que la Cámara de Diputados le realizó al Liceo Militar en una ceremonia parlamentaria de aristas difíciles de comprender.
Paulós, que como es sabido, no tiene en gran estima ni a los políticos ni al Parlamento, al que contribuyó a clausurar durante doce años, estuvo allí.
Y estuvo para aplaudir cuando quiso.
Estuvo para violar, con la complicidad del presidente de la Cámara, el Reglamento que impide exteriorizaciones del público en las barras.
Seguramente está contento Paulós de la libertad con que expresa su pensamiento despótico.
Contento con el desparpajo con que viola las normas del Parlamento.
Y con la universal impunidad que lo protege.

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