lunes, 12 de noviembre de 1984

AÑO 1984:Entrevista en "Compañero" 12 noviembre 1984


12/11/84 Entrevista a Hugo Cores Compañero Nº 94 año XIV. Segunda época.


ALGUNAS DE SUS DEFINICIONES...

1 - Cómo se define el PVP?
Ante todo, como una organización que lucha por el socialismo, entendido éste como el fin de la explotación económica, la opresión política y el sometimiento cultural. Una organización que lucha por el socialismo y por el poder popular, o, para decirlo con una vieja consigna: por el socialismo y la libertad.
Como organización que aspira a contribuir al cambio revolucionario en nuestro país tenemos una larga trayectoria a la que nos referiremos más adelante. Me interesa, por ahora, enfatizar que nuestra organización es fruto de una experiencia singular, específicamente uruguaya, en el sentido de que no estamos ni hemos estado nunca, en ninguna de las estrategias que actúan a nivel mundial. No estamos ligados a esas estrategias no por miopía localista o por insensibilidad ante las luchas latinoamericanas o del Tercer Mundo sino porque no estamos de acuerdo con sus propuestas.
Intentamos participar en la búsqueda de un camino propio para la instauración del socialismo en nuestro país. Aprendiendo de las enseñanzas que nos dejan nuestra historia y nuestras luchas y también la que nos deja la de los pueblos hermanos de Chile, de Nicaragua, de Cuba, de El Salvador, de Argentina, de cuyas gestas nos sentimos profundamente solidarios y de cuyos logros y reveses procuramos aprender.

EL PVP Y LAS PROPUESTAS TÁCTICAS ACTUALES
2 - ¿La lucha por esos objetivos socialistas cómo se plasma hoy en el terreno de las propuestas tácticas del PVP?
Para nosotros se trata hoy de profundizar la lucha democrática, en el sentido de lograr la derrota efectiva de la dictadura y la desarticulación de todos los mecanismos económicos, políticos e ideológicos sobre los que se ha sustentado.
Para avanzar en ese plano, para profundizar la brecha democrática, es necesario desplegar toda la capacidad de movilización del pueblo; capacidad que quedó demostrada en las grandes acciones del 83 y del 84.
Esto implica, entre otras cosas, combatir las concepciones idílicas que ambientan la creencia de que es posible avanzar en un sentido democrático y progresista sin profundizar la lucha. No hay que subestimar las resistencias a un cambio verdaderamente democrático que ensayan los sectores más reaccionarios y proimperialistas de la burguesía. Por eso no se puede apoyar ninguna táctica que nos impida desenmascarar a fondo la estrategia civil con servadora del P. Colorado. Y, sobre todo, no podemos apoyar ninguna línea política que dificulte la lucha a fondo contra el militarismo, la doctrina de la seguridad nacional, etc.
Esa tarea hoy pasa por fortalecer el Frente Amplio, su capacidad de movilización, la riqueza de su debate interno, el vigor de sus comités de base y su gravitación a nivel de las grandes mayorías nacionales. Pasa por fortalecer dentro del Frente a sus sectores más combativos, agrupados en la IDI. Y finalmente, por el fortalecimiento de los organismos sociales, especialmente los de la clase obrera agrupados en el PIT—CNT.

LA DICTADURA, LA RESISTENCIA POPULAR Y EL PVP.
3- Cómo se ha situado el PVP frente al régimen dictatorial?
Desde el principio hemos asumido una línea de resistencia activa y a distintos niveles. Como otras organizaciones de izquierda hemos pagado un duro precio por esta actitud: hoy tenemos más de 30 compañeros desaparecidos en Uruguay, en Argentina y el Paraguay, secuestrados por participar en la resistencia al régimen dictatorial.
Hemos resistido a la dictadura desde el comienza mismo de su implantación, en los años 1972 y 1973 cuando se montó en nuestro país todo el andamiaje represivo.
A través de la ROE, qué era por entonces la expresión de masas de nuestro partido, y luchando codo con codo junto a los compañeros de la Corriente, estuvimos en la primera línea de la resistencia de masas a la Ley de Seguridad del Estado, a la aplicación de la justicia militar a los civiles y a la instauración en nuestro país de la tortura y el terror como método de gobierno. Promovimos para eso toda clase de acciones de resistencia, fundamentalmente las de masas, impulsando la realización de paros, manifestaciones, huelgas, ocupaciones de fábricas, levantando una consigna que aún hoy reivindicamos por su justeza y que no todos vieron claro en aquél trágico invierno del 72: “Esta guerra es contra el pueblo, hoy nos toca y la enfrentarnos”. Tras ella había una concepción de la unidad para luchar y de lo que significa la escalada, militarista sobre las libertades democráticas. Los hechos posteriores demostraron que no cabían las vacilaciones para enfrentar el avance del despotismo militarista.
Conviene precisar que la nuestra fue una parte de la resistencia más general del pueblo uruguayo a la dictadura, Obviamente, hubo otros grupos y organizaciones que también lucharon denodadamente. Para mencionar algunas, conviene no olvidar los esfuerzos de reorganización del MLN, que llevó a la cárcel a innumerables compañeros en Uruguay y Argentina y costó la vida, a varios de ellos; los esfuerzos de reorganización de los GAU, a finales de 1977, reprimidos también con salvajismos; las acciones del P. Comunista, que fueron también objeto de una dura represión, sobre todo a partir de 1975.
Es importante no perder de vista todos estos esfuerzos de resistencia. No fueron acciones protagonizadas por las grandes masas corno las de los últimos años, pero sirvieron para mantener encendida la llama de la resistencia. Las acciones multitudinarias que se desencadenan a partir del 80 estuvieron largamente preparadas por esta labor de resistencia llevada a cabo por las organizaciones políticas de izquierda. Sólo por miopía se puede oponer esta acción clandestina a la acción de masas abierta desplegada después. Hay que tratar de no simplificar las relaciones complejas y a menudo poco visibles entre la espontaneidad de las masas y el accionar de los destacamentos organizados ni hay que confundir acción dé masas con acción pública legal.
Los sindicatos y los gremios estudiantiles, que tanto lucharon para resistir a la dictadura por lo menos hasta 1975, no estaban preparados para una acción clandestina duradera bajo el régimen terrorista de estado. Por su propio carácter abierto, de masas, esto era y es siempre algo muy difícil de lograr.
En la resistencia clandestina cumplió un papel fundamental la labor de las organizaciones políticas. Que se haya hecho bien o mal es otro debate. Pero allí estuvo la prensa clandestina de denuncia de los crímenes de la dictadura, levantando la consigna de amnistía, enfrentando el amarillismo y las paritarias. Allí están los presos y los mártires que lo fueron por jaquear una y mil veces a la represión dentro y fuera de los lugares de estudio y de trabajo, dentro y fuera de las cárceles.
Las denuncias dentro y fuera del país, la búsqueda de indicios y testimonios sobre los compañeros desaparecidos, la búsqueda y el hallazgo de los niños desaparecidos fruto de una labor paciente hecho a lo largo de muchos años, fueron también formas de resistencia que permitieron ir desenmascarando los siniestros mecanismos de represión empleados por el estado terrorista.
Estas tareas, que no tienen nada de “espontáneo”, ¿quién puede dudar que inciden en la toma de conciencia y en la maduración colectiva de amplios sectores del movimiento popular?
Lo mismo puede decirse de los testimonios producidos por elementos de las Fuerzas Armadas disidentes (como los fotógrafos García Rivas, Rey Piuma, etc.), testimonios todavía no suficientemente difundidos pero que seguramente habrán de formar parte de las actuaciones cuando la lucha popular logre sentar en el banquillo de los acusados a todos los torturadores, secuestradores y asesinos culpables de crímenes de lesa humanidad.

EL POR QUE DEL ADVENIMIENTO DE LA DICTADURA
4- A veces se dice que las organizaciones de izquierda y, en particular, de la izquierda revolucionaria, son las responsables de la ruptura del orden democrático...
Efectivamente, existen quienes se han empeñado en difundir este punto de vista, según el cual el Uruguay entero habría quedado “preso” de la acción de dos extremismos “igualmente fanáticos y minoritarios” que se alimentaron mutuamente. Este enfoque oculta un hecho fundamental y es que el terrorismo represivo es el último eslabón de un largo ciclo destinado a implementar una serie de modificaciones en la estructura económico-social del país. Es un ciclo que se empezó a ambientar ya en 1966 cuando las fracciones predominantes de la burguesía se orientaron hacia una política crecientemente autoritaria.
Cuando concluyeron que la única salida a la crisis era el abatimiento de los salarios y de todas las conquistas obreras. Ya por entonces, dirigentes blancos y colorados sostenían que lo que el país precisaba era un gobierno de “mano dura”.
Más allá de cuestiones episódicas, la responsabilidad histórica del autoritarismo en el país es de la burguesía y, en particular, de sus sectores más reaccionarios, más ligados a los intereses oligárquicos e imperialistas.
Fueron los que, a través de sus representantes políticos, respaldaron al régimen autoritario y corrupto de Pacheco, que desplegó toda su saña represiva con el apoyo - por acción o por omisión -, de un Parlamento que le permitió hacer y deshacer en materia represiva, de política económica, etc. Un Parlamento que fue un verdadero “soldado tranquilo” de la dictadura.
Las acciones de la izquierda revolucionaria fueron usadas como pretexto para desencadenar una represión cuyos fundamentos respondían a una voluntad histórica, a un proyecta de país más autoritario, más dependiente, más insolidario e injusto.

LA ROE: UN BALANCE CRÍTICO
5- Hablabas de la ROE. ¿Cómo visualizan ustedes hoy su actuación.
Fue para nosotros una experiencia muy rica, muy fecunda, aunque con carencias y limitaciones. Si miramos el panorama de las luchas de los años 68 en adelante, vemos su presencia en la mayor parte de los conflictos sociales, grandes y chicos, del período. Animando las luchas, promoviendo la solidaridad obrera, la unidad obrero-estudiantil y el enfrentamiento radical a todos los atropellos de las patronales y el estado. Bregando por la dignidad del obrero, bregando por la solidaridad, luchando por el socialismo.
El nombre de la ROE está asociado a todos los conflictos que hicieron época: FUNSA, TEM, Frigoríficos, CICSSA, Bancarios, Ghiringhelli, contra la intervención en Secundaria, contra los atropellos policiales en la UTU, Magisterio y la Universidad, contra el préstamo compulsivo de UTE, en solidaridad con las marchas cañeras, en los peajes, en las barricadas, en el señalamiento a los alcahuetes y carneros, en la solidaridad con los presos.
El nombre de la ROE está asociado también al de sus mártires, a Heber Nieto, asesinado por la Policía frente a la Escuela de la Construcción mientras participaba de un peaje solidario; Gilberto Coghlan, muerto por torturas en el cuartel de Peñarol después de una larga trayectoria como dirigente ferroviario; Gerardo de Avila, trabajador de FUNSA, muerto a consecuencia de las brutales torturas recibidas; Ana María González, muerta en el. Penal de Punta de Rieles.
El nombre de la ROE está asociado también a figuras muy queridas del movimiento obrero uruguayo como Juan Carlos Berriel, dirigente Sindical del Banco de Seguros, como Jacinto Ferreira, secretario general del sindicato de FUNSA y, en particular, a las extraordinarias figuras de León Duarte y Gerardo Gatti cuya actuación en el movimiento obrero y revolucionario en nuestro país es de sobra conocida.
Como decíamos, el accionar de la ROE evidencio carencias y limitaciones. Estas afloraron con claridad en 1971 cuando nos vimos enfrentados a una problemática política compleja. Planteada la alternativa electoral nuestra prédica, que tuvo aspectos positivos, no fue, sin embargo, una orientadora justa para los sectores que nos miraban con simpatía. Nuestras propuestas políticas fueron insuficientes. Aparecieron así, de manera acúciante, insuficiencias de tipo teórico que al no superarlas nos dejaron atrapados en una táctica unilateral, inmediatista, simplificadora, resignada siempre a actuar de contra golpe.
Vimos, entonces, que precisábamos definir con claridad un programa y una visión del país y de sus clases sociales de base científica que nos permitiera hacer previsiones y delinear una política de alianzas en función de la relación de fuerzas existente.
Nuestras indefiniciones teóricas nos confinaban; en el practicísmo, se volvían un obstáculo para la formación de nuevos militantes, determinaban un debilitamiento de la vida interna que se expresaba en la pobreza de las discusiones y en las dificultades para forjar un instrumento político capaz de actuar a nivel nacional y no sólo a nivel sindical.
Ya por entonces visualizamos la necesidad de avanzar en la forja de un partido.
Los errores - practicistas, espontaneístas, de primitivismo en el análisis de la escena política -, de la ROE tienen algunos puntos de contacto con los de otras organizaciones o grupos de la Tendencia-Corriente.
Es cierto, se podrá decir, que el movimiento revolucionario era joven todavía, se daban sus primeros pasos. Sentíamos que estábamos ayudando a combatir un Uruguay de injusticia, de represión, y buscando un camino propio, alternativo, al de la izquierda tradicional reformista, al que visualizábamos como inconducente.
La ROE y la Tendencia en su conjunto aportaron un componente renovador, fermental, dentro del gran cauce de la movilización obrera y popular que crecía y maduraba muy rápidamente. Pero de nada nos serviría una visión autocomplaciente. Las insuficiencias a que hacíamos referencia reprodujeron visiones de tipo anarco – sindicalista que tendían a minimizar la importancia de la lucha política y de la forja del partido. Tendimos a identificar acción política con electoralismo y parlamentarismo. Por supuesto que estas concepciones existían como prácticas arraigadas en el movimiento de masas. Pero al confinar nuestro accionar casi exclusivamente al terreno de la lucha social nos privamos de desarrollar en el plano político una lucha de ideas y de proyectos que constituyera una alternativa, una propuesta de lucha por el poder popular distinta a la preconizada por posiciones reformistas.
Estos errores están en la base de nuestro aislamiento de la movilización frenteamplista del 71 en momentos en que para amplios sectores populares surgía como una fuerza alternativa a los partidos tradicionales. Este error es tanto más significativo en la medida en que en el seno del Frente Amplio militaban sectores combativos que, al igual que la ROE, buscaban un camino de enfrentamiento efectivo y radical a los planee reaccionarios que fuera más allá de la contienda electoral.
En aquél período, a través de la lucha desarrollada a distintos niveles, se había ido acumulando una cantidad considerable de energías revolucionarias. Esto se plasmaba en la fuerza de la tendencia combativa tanto a nivel sindical como estudiantil, en el clima de entusiasmo existente y en la disposición para asumir tareas riesgosas y sacrificadas que evidenciaron miles de hombres y mujeres en ese período.
Debemos ser severos con nuestros errores teóricos de entonces porque ellos nos llevaron a desgastar y dispersar aquellas energías y aquellas esperanzas.
Pensamos que el Congreso del PVP y sus definiciones posteriores hicieron que la experiencia de la ROE se volviera fecunda, constituyera un punto de referencia y un antecedente a partir del cual avanzar en la constitución de una organización revolucionaria.

ACERCA DE LOS UNTECEDENTES ANARQUISTAS
6- Alguna gente refiere a ustedes como los “anarcos”.
Nuestra organización proviene, efectivamente, de la corriente socialista libertaria, del anarquismo. Pero en nuestra conformación teórico-ideológica incidieron acontecimientos nacionales e internacionales que nos fueron distanciando de aquella matriz doctrinaria.
A principios de las años 60 nosotros reivindicamos el contenido revolucionario de la gesta cubana, lo que marco un principio de distanciamiento fundamental con las corrientes anarquistas ortodoxas. Desde entonces, a partir de la influencia de Guevara y del conjunto de las experiencias de luchas desplegadas en Latinoamérica, así como de autores marxistas que se desmarcaban progresivamente de la ortodoxia stalinista, nuestra organización se nutre cada vez más de esa vertiente de pensamiento.
De nuestro origen anarquista no renegamos: hay toda una tradición libertaria de lucha por el socialismo que, con alzas y. bajas, tiene más de cien años en la vida del país. Contribuyó de un modo u otro en la conformación de la clase obrera y de sus organizaciones. Forma parte de una tradición y una “cultura” de izquierda con la cual también se construyó el legado democrático del país: la independencia de los sindicatos con respecto al estado, la virtual inexistencia del burocratismo sindical son rasgos del movimiento obrero estrechamente ligado a ideas y prácticas que el anarquismo impulso desde principios del siglo.
Lo mismo podría decirse de muchos aspectos avanzados de la legislación y de las instituciones civiles, de ese entretejido singular de la sociedad uruguaya de décadas pasadas: la separación de la Iglesia del Estado, la enseñanza pública laica, la legislación sobre el divorcio y los derechas de la mujer, el desprestigio histórico que rodeó siempre en nuestro país al oscurantismo y al fanatismo de extrema derecha.
Lo mismo podría decirse de los componentes antimilitaristas que caracterizan a las tradiciones obreras desde principios de siglo.
Hay un vector anarquista en las tradiciones populares uruguayas: macerado en el mismo crisol que otros aportes, el marxista, el liberal reformista, etc., es un componente del legado democrático y dentro de él de las tradiciones obreras Sus Insuficiencias doctrinarias, los errores políticos a los que inducía, no nos pueden hacer perder de vista algunos de los atributos que aportó en la construcción de nuestro recio movimiento sindical y popular.

EL POR QUE DEL MARXISMO
7- ¿El PVP se define marxista?
Efectivamente, procuramos avanzar en una línea de pensamiento marxista. Tratamos de analizar la realidad de nuestro país y del mundo actual de acuerdo a las coordenadas teóricas que brinda el marxismo. A este lo entendemos como una corriente de pensamiento crítico renovadora, no dogmática, certera para el análisis profundo de la explotación capitalista. Nos brinda ciertos principios generales que deben ser pensados creativamente en función de la realidad específica del país, de las formas históricas concretas que ha asumido aquí la lucha de clases
El marxismo como orientación teórica no nos “resuelve” de por si ninguno de loe problemas que nos plantea la brega por el socialismo en nuestra patria. Sin embargo, es imprescindible reivindicar la validez de algunos principios básicos que frecuentemente se intenta atacar o “revisar” desde filas del pensamiento burgués y reformista: el carácter irreconciliable de los antagonismos de clase, el papel del estado como organizador del poder de la burguesía en la sociedad capitalista, la necesidad del cambio revolucionario, anti-capitalista, y el papel protagónico fundamental que le cabe a la clase obrera y sus organizaciones.
Entendemos fundamental los aportes de Lenin en el examen de una serie de problemas: el papel de la teoría revolucionada, la necesidad de la forja de un partido, las características que asume el capitalismo en la fase actual imperialista, etc.
Pensamos que muchas de las ideas de Marx y Lenin sobre el estado, sobre la democracia y sobre el protagonismo directo de los trabajadores, su contenido antiburocrático, igualitario, liberador, han sido largamente distorsionadas por las deformaciones impuestas y difundidas de forma amplia y durable por las concepciones socialdemocráticas y por el stalinismo.
En los últimos tiempos ha reverdecido una crítica de tinte liberal, al marxismo según el cual éste entraña inevitablemente la deformación totalitaria.
Es cierto que ha habido un uso y abuso y una dogmatización del pensamiento marxista. En la mayor parte de los países del campo socialista convertido en doctrina oficial del estado, el marxismo ha sido a menudo degradado a una mera retórica que fundamenta prácticas burocráticas que han ahogado toda forma de participación obrera y popular en la toma de decisiones.
Pero además, dentro del marxismo hay corrientes de pensamiento que nos brindan elementos para hacer una crítica socialista a las experiencias del llamado “socialismo real”.
Conviene no olvidar que la historia del marxismo que interesa es la de sus “heterodoxias”, la de sus rupturas creativas, como las que en su momento significaron Lenin y Rosa Luxemburgo, enfrentado a los “teóricos consagrados”, de la Segunda Internacional.
En el momento actual dentro del marxismo se desarrollan diversas sendas, experiencias prácticas y enfoques teóricos que apuntan a discutir los problemas de la construcción del socialismo en el sentido no sólo de la socialización de la economía sino de la socialización de la política, o sea, la necesidad de una revolución política en las instituciones del estado en la dirección trazada por Lenin en ese formidable y estimulante alegato que es “El estado y la Revolución”.
Se dirá que este enfoque del socialismo y la revolución emancipadora no cuenta hoy con grandes respaldos a nivel mundial y que contiene elementos de “irrealismo político”. No pensamos eso. Sabemos hoy que hay muchas fuerzas en el mundo, tanto en Polonia como en la URSS y otros países del Este, que piensan y luchan por una sociedad que sea a la vez socialista, igualitaria y libre, en la que los trabajadores sean dueños de su destino.
El tránsito hacia la sociedad que anhelamos supone un ciclo histórico dilatado, tumultuoso, con marchas y contramarchas. Hay procesos que se estancaron mientras que otros, como es el caso más reciente de Nicaragua, emprenden con creatividad y energía la búsqueda de un camino propio que articulen la democracia política con las transformaciones socialistas de la economía y la sociedad.
La sociedad por la que luchamos supone también cambios ideológicos, valores renovados fundados, en una nueva visión de la sociedad en la que “el hombre no sea el lobo del hombre”.
La forja de estos nuevos valores ideológicos como necesidad imprescindible en la construcción de una sociedad nueva lo vio con claridad el Che en aquél texto suyo que se publicara por primera vez en “Marcha”: “Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etc.) se puede llegar a un callejón sin salida. Y se arriba allí tras recorrer una larga distancia en la que los caminos se entrecruzan muchas veces y donde es difícil percibir el momento donde se equivocó la ruta. Entre tanto, la base económica adoptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia. Para construir el comunismo, simultáneamente a la base material hay que hacer el hombre nuevo”.
En fin, el marxismo es una vertiente muy rica. Para una sociedad compleja, de estructura política, social e ideológica abigarrada como la uruguaya, son muy importantes observaciones de otros pensadores como Gramsci, que brinda ideas rectoras para el examen del gigantesco esfuerzo que supone la conquista de la hegemonía por parte de los trabajadores, la necesidad de enraizarse en la historia, las tradiciones y las ideas nacionales y populares de cada país. O sea, la necesidad de construir una propuesta revolucionaria con la materia prima, siempre original, que nos brindan las luchas obreras, populares y progresistas de nuestras patrias. Para nosotros el legado artiguista, las tradiciones de lucha del proletariado ya desde el siglo pasado, la larga lucha por la educación popular, laica, gratuita y obligatoria, la resistencia al militarismo y a los golpes de estado, la autonomía universitaria y la unidad obrero-estudiantil, etc.
Para nosotros definirnos marxistas no es apoltronamos en ninguna situación confortable. Es indicar los instrumentos teóricos que intentamos emplear para guiar un accionar transformador, implantado en las realidades de nuestra patria. Es un desafío y un punto de partida, una exigencia de racionalidad y de crítica capaz de controlar y guiar las prácticas y no un recetario de fórmulas enunciadas de una vez y para siempre.

EL CONGRESO DEL ‘75 Y LOS REVESES DE 1976
8- ¿Qué significó para ustedes el Congreso del 75?
-Fue, ante todo, un notable esfuerzo militante. Significó la presencia de cientos de compañeros discutiendo concienzudamente sobre la realidad del país. Abordando cuestiones políticas y teóricas. Un trabajo serio, prolijo, desarrollado a lo largo de meses sin dejar de estar presentes en el movimiento popular, en un momento en que la dictadura golpeaba a fondo. Te digo de pasada que por lo menos dos compañeros murieron a consecuencia de las torturas durante los meses en que se desarrollaron los trabajos prepara torios del Congreso: Iván Morales y Gilberto Coghlan.
El esfuerzo principal y las reuniones plenarias se desarrollaron en Buenos Aires donde las cosas no estaban ya demasiado calmas. Tuve bajo mi responsabilidad la redacción del informe que sirvió de base a las discusiones. Lamentablemente no pude participar en la parte final del mismo ya que fui preso en abril del 75 cuando el Congreso aún no había finalizado.
El Congreso del 75 fue muy importante por avances políticos y teóricos que significaron sus resoluciones. Se definió un programa que contenía ideas básicas justas, como ser el llamamiento a constituir un frente nacional de resistencia para luchar contra la dictadura y la idea fuerza de encarar esa lucha de resistencia con una perspectiva de lucha por el socialismo.
En varios aspectos el Congreso del 75 significó una ruptura doctrinaria en el marco de un proceso de avance teórico y político que venía de mucho tiempo atrás con el anarquismo. O sea, se definieron una serie de cuestiones políticas en un sentido no sólo diferente sino contrario a como lo encara la doctrina anarquista, en particular la problemática de “gobierno” (se propone bregar por la caída de la dictadura y por la implantación de un gobierno pro visorio que cumpla determinadas metas). Entiende que las fuerzas revolucionarias, entre ellas el PVP, deben —junto con un intenso accionar a nivel de base- intentar participar en ese gobierno para tratar de imprimirle a su actuación un contenido transformador, en defensa de los intereses de los trabajadores y en una dirección socialista. Se propone también luchar “desde abajo y también desde arriba” por un gobierno revolucionario que contribuya al desarrollo y fortalecimiento del poder popular.
El Congreso significó también un avance en las complejas tareas que entraña la cuestión organizativa y en la visualización del tipo de partido que se intentaba construir. Definíamos, en ese sentido; nuestra voluntad de construir una herramienta revolucionaria para la clase obrera y el pueblo trabajador con todo lo que esto implica como implantación y participación en sus luchas, como rescate de su trayectoria, como estilo de trabajo.
Con posterioridad al Congreso se definió un plan de acción que tenía como eje la idea de hacer conocer al PVP y sus propuestas. Tras ese plan se movilizaron cientos de compañeros. En aquél momento y en medio de la represión que caía despiadadamente sobre todas las organizaciones populares nuestro partido se convirtió en una esperanza para muchos compañeros provenientes de los sectores más combativos de la izquierda. Muchos militantes -y hasta algunos dirigentes— del área de la Tendencia—Corriente, se acercaron al esfuerzo de reorganización que encarnaba el PVP, participaron del proceso de discusión y algunos hasta en el Congreso que, entre otras cosas, estaba presidido por una consigna que intentaba sintetizar esa pluralidad de vertientes: “Arriba los que luchan que luchar es vencer”.
En el desarrollo del plan de acción de 1976 sufrimos una durísima represión. Cientos de compañeros fueron presos en Uruguay y Argentina. 30 de esos compañeros se encuentran hasta el día de hoy desaparecidos, entre ellos dos de las principales figuras de nuestra organización, Gatti y Duarte.
Un año después del plan de acción, en el curso de la conferencia que celebramos en 1977, hicimos un balance autocrítico muy riguroso de los errores del 75 y 76.
La reaparición de ciertas inflexiones teóricas que creíamos superadas y la situación existente en Uruguay y Argentina en 1976 ya bajo pleno terrorismo de estado contribuyeron a fortalecer la idea de una acción política casi exclusivamente basada en una labor de aparato y la subestimación de otros componentes imprescindibles para un accionar político transformador concebido como una lucha prolongada.

PROPUESTAS Y LINEAMIENTOS TACTICOS
DESPUES DE LA AUTOCRITICA DE 1977
9- ¿Cuáles fueron los ejes de accionar del PVP a partir de la autocrítica del año 77?
El primer eje del trabajo fue, justamente, la discusión y la publicación de la autocrítica que se hizo a través de un libro a finales del año siguiente. Nos parecía imprescindible abrir un debate público con la militancia de izquierda sobre nuestras prácticas, haciéndonos responsables de nuestros errores.
Entendemos que la discusión pública de los errores de una organización política, lejos de debilitarla; emprolijan y sanean sus relaciones con las vanguardias obreras y populares. La discusión de nuestra propuesta nos permitió evitar la disgregación y la parálisis política. Nos dio los puntos de apoyo para elaborar una nueva propuesta teórica y, sobre ella, definir el perfil de nuestro accionar político. Lejos de quedar limitados a factores de identidad de carácter emocional exclusivamente, la autocrítica nos permitió retomar la iniciativa táctica.
En el plano del pensamiento, ella implicó la opción por el marxismo, cuyos fundamentos señalaba anteriormente.
En el plano de las propuestas política delineamos una política de alianzas basados en la idea fuerza de promover una vasta unidad contra la dictadura, de un frente antidictatorial. Y dentro de esto, el fortalecimiento de las fuerzas de izquierda.
Simultáneamente y mientras se desarrollaba una intensa campaña de denuncia sobre la situación de los presos y desaparecidos, levantamos la bandera de la amnistía general e irrestricta. Promovimos y participamos en cuanta instancia unitaria se produjo y, junto con otras fuerzas políticas, colaboramos con ese esfuerzo altamente calificado que desde 1977 viene desarrollando el SIJAU en defensa de los derechos: exigiendo sobre la situación de los presos políticos desaparecidos y reclamando por la amnistía.
Después de los reveses del 76 para nosotros era fundamental reconquistar nuestra implantación en el seno de la clase obrera. A ese fin dedicamos el esfuerzo principal realizado desde entonces. Para eso nos trazamos una línea de trabajo basada en el aprovechamiento de los pocos espacios legales que lentamente se iban abriendo en el país.
Procuramos participar en el fortalecimiento de las organizaciones sindicales clasistas. Desde estas contribuimos en la lucha contra las propuestas de conciliación de clases contenidas en la legislación sobre las paritarias.
Desde las formas sindicales existentes, débiles y embrionarias, dimos la batalla también contra los intentos promovidos por los oficiales de la Marina Bachín y compañía que intentaban un “sindicalismo del proceso” en 1979.
Nuestro periódico “Compañero” reapareció clandestinamente en mayo del 78. Desde él denunciamos a la dictadura y llamamos a la resistencia.
Apoyamos, en Uruguay y en Argentina, en aquellos duros años de terrorismo, los heroicos esfuerzos de los organismos de los derechos humanos y de familiares de desaparecidos en su dramática búsqueda de sus seres queridos.
En 1980, vimos tempranamente la importancia que adquiría el plebiscito para infligirle una primera derrota a la dictadura. Frente a la incomprensión de algunas fuerzas políticas de izquierda, desde junio junto con el Movimiento Patria Grande, dirigido por el compañero Erro, llamamos a votar por NO. Pensábamos, como efectivamente ocurrió, que esa movilización de signo democrático y antimilitarista había que disputársela a los dirigentes políticos de la burguesía y que debíamos tratar de hacer de ella el punto de partida para una vasta, reorganización del movimiento popular.
Con esos fundamentos apoyamos también resueltamente la propuesta de voto en blanco. Posteriormente y de acuerdo a lineamientos definidos con anterioridad nos incorporamos al Frente Amplio y promovimos desde el inicio los acuerdos que dieron nacimiento a la IDI.

NUESTRA VISION DE LA SALIDA POLITICA
10- A luz de las previsiones que ustedes hacían, ¿cómo valoran la actual situación?
Empecemos por llamar las cosas por su nombre: nosotros nos jugamos a una estrategia que no prevaleció. Apostamos a una estrategia de movilización civil, unitaria y generalizada que produjera una “ruptura democrática”. O sea, una derrota neta del cronograma y de los planes militares de elecciones con presos políticos y partidos y hombres proscritos. En esa dirección se dieron algunos pasos importantes, sobre todo a partir del fin de las conversaciones en el Parque Hotel, entre el 25 de agosto del 83 y el 27 de junio del 84.
Las vacilaciones y las reservas con las que participaron algunos sectores de los partidos tradicionales en las movilizaciones unitarias, especialmente el partido colorado, impidieron la profundización de esa estrategia. La movilización tuvo un curso contradictorio, con avances y frenadas. Eso porque en el conglomerado opositor había quienes jugaban, más que a una ruptura democrática, a una transición no traumática. Un semi-continuismo que no osaba decir su nombre. En el campo de la oposición no se pudo derrotar de manera categórica esas ideas y esas inflexiones conservadoras. Y el partido colorado logró hacer prevalecer su estrategia.
La debilidad de los sectores más intransigentes en sus demandas democráticas, vacilaciones en el seno de la propia izquierda y nuestra propia debilidad (la nuestra y las de las fuerzas con las que tenemos más coincidencias) hicieron posible que prevaleciera una estrategia de salida dentro del cronograma..
El PIT, que vanguardizó objetivamente la resistencia democrática con las acciones del 1º de mayo, del 25 de agosto y el 9 de noviembre del 83 y el 18 de enero del 84, no tuvo, sin embargo, la fuerza necesaria para imponer esa línea al conjunto de la oposición.
Se impuso así la estrategia de los colorados, destinada, entre otras cosas, a evitar el desborde de las movilizaciones populares. Decimos estrategia midiendo las palabras. No se trató, en el caso de los colorados, de una formula accidental, impuesta por el apremio de las circunstancias, sino de una visión global en la cual la existencia de mecanismos represivos legalizados (como el Estado de insurrección y la justicia militar para civiles) y unas Fuerzas Armadas no suficientemente desmoralizadas y desprestigiadas son imprescindibles para asegurar la aplicación de su política económica y social, que va a requerir, tarde o temprano, una vez más, la represión contra las fuerzas populares.
En este invierno hemos asistido a un conflicto que tendrá efectos duraderos: una movilización democrática, popular anti militarista, que contaba con un inmenso respaldo, que se nutria de profundos sentimientos antiautoritarios, propios de la mejor tradición uruguaya, que se expresaba en un clima de rechazo neto al despotismo militarista, no contó a nivel de las representaciones políticas organizadas, de los partidos – con la fuerza, la firmeza y la capacidad política necesaria para sustanciarse victoriosamente en la disputa con los mandos militares.
A eso se llegó porque hubo errores y carencias dentro de la izquierda, que no desplegó todas las potencialidades de su capacidad de movilización y de la propia situación política para doblegar las tendencias conciliadoras.
Sin embargo, de todo este ciclo nosotros no sacamos una conclusión puramente negativa. En el marco de esta situación, el Frente Amplio ha dado pasos muy importantes en su proceso de reorganización, transformándose en una fuerza gravitante en la escena política nacional. El movimiento popular conquistó con su movilización grandes espacios de libertad y legalidad para proseguir la lucha por sus objetivos democráticos y de cambios profundos en las estructuras del país.
Los sectores con vocación revolucionaria hemos salido del aislamiento y la disgregación y hoy se ha sustanciado -con la IDI - un movimiento de signo socialista y combativo que tiene grandes reservas y potencialidades.

ACERCA DE LA IDI.
11- Qué proponen ustedes en el seno de la IDI en el momento actual?
Entendemos que la IDI tiene un papel fundamental que cumplir en la profundización de la lucha democrática, bregando, en primer lugar, por la amnistía general e irrestricta entendida esta no sólo como la liberación de los presos sino corno una lucha a fondo contra las concepciones despóticas basadas en la doctrina de la seguridad nacional. La amnistía, la aclaración de la situación de los desaparecidos, el castigo a los culpables de crímenes de lesa humanidad como componentes imprescindibles para cualquier expectativa razonable de convivencia democrática.
Como fuerza socialista, tal como lo está haciendo, la IDI debe promover el fortalecimiento de las organizaciones clasistas así como de las organizaciones estudiantiles, cooperativas y de derechos humanos.
La agitación electoral y el desempeño lo más eficaz posible de la IDI también en este plano no es contradictoria sino que debe ser coadyuvante a este proceso de fortalecimiento de las organizaciones sociales.
La IDI, las fuerzas políticas y la militancia independiente que la componen es heredera de una rica experiencia de lucha política y de masas. Las libradas en el Parlamento en 1972 y 73 por Enrique Erro y Zelmar Michellini, el accionar de los sindicatos de tendencia ese año y antes, durante y después de la huelga general. Esa experiencia decantada por la reflexión política, tiene un aporte considerable para hacer en momentos en que el pueblo uruguayo se enfrente a la necesidad de grandes transformaciones económicas sociales y de la aplicación de un programa cuyos lineamientos están contenidos en el programa del Frente Amplio.
En esta materia, el movimiento popular uruguayo, tiene una experiencia que arranca de hace 20 años, cuando se delineó el programa del Congreso del Pueblo y la CNT.
Sabemos la importancia de un programa. Pero sabemos también la importancia de cómo se lucha por él. Qué fuerzas, qué métodos, qué planes de lucha se despliegan para imponerlo. Y sobre eso la IDI tiene mucho que decir.

IDI Y LA FORJA DE UN PARTIDO REVOLUCIONARIO.
12- En el Congreso de delegados de la IDI se abrió el debate sobre la formación de un partido. ¿Cómo ven eso ustedes hoy?
La creación de un nuevo instrumento de acción partidaria exige, a nuestro juicio, un proceso de acuerdos políticos y de maduración en común de un conjunto de militantes, las lecciones y las solidaridades que dejan en ese colectivo las prácticas asumidas en común ante cada giro de la lucha política. Eso ha venido ocurriendo con la IDI. El hecho de haber resuelto de manera unitaria una serie de problemas tácticos fundamentales (oposición al acuerdo del Club Naval, encare de la tarea en el seno del F.A. y la perspectiva electoral) nos colocan hoy en mejores condiciones que hace cuatro o cinco meses para avanzar en la construcción de una organización revolucionaria unificada.
No obstante, con ser importante, una práctica y una táctica en común no bastan. Es imprescindible avanzar en acuerdos sobre una serie de temas que no son prácticos sino teóricos y que incursionan más allá de los problemas del momento actual.
Se trata de sacar todas las conclusiones que nos dejan nuestras experiencias en tanto somos herederos de un largo esfuerzo que se inicia en los tiempos del diario “Epoca”, de búsqueda de un camino revolucionario.
En el amplio caudal de las experiencias de la Tendencia y la Corriente, y de las experiencias de otras formas de lucha intentadas, hay un enorme cúmulo de enseñanzas que es necesario sintetizar.
Todos sabemos que en los esfuerzos realizados desde los años 60 en la construcción de un instrumento revolucionario unificado, hemos fracasado. En relación a una cantidad de temas fundamentales nos hemos ubicado en posiciones comunes y justas (impulsando un plan de lucha del movimiento obrero, promoviendo la solidaridad con los presos en el año 72, en la valoración de otros fenómenos revolucionarios en América Latina, etc.).
Frente a otras cuestiones, imprescindibles para asegurar una labor política de largo aliento, no pudimos lograr acuerdos profundos y duraderos. Habrá que elaborar documentos y ponerse serenamente a discutir, criticar y elaborar propuestas sobre una serie de temas fundamentales muchos de los cuales, por lo demás, se nos van a plantear en el corto plazo.
Para tomar uno de esos problemas, la relación del partido con las masas. Todos sabemos que en el movimiento popular hay hoy cierta “saturación” frente a tesituras llenas de sectarismo y arrogancia de partido, frente a lo que se visualiza, en algunos casos correctamente, como el manipuleo de los organismos de masas a través de la acción de los aparatos políticos.
A diferencia de los partidos burgueses, que usan a las masas, que se acuerdan de ellas una vez cada tanto para pedirles el voto, un partido que brega por los cambios de fondo debe ser un constante impulsor de la creatividad, la participación y el protagonismo de los trabajadores.
Actuando a nivel de masas, un partido revolucionario como pretendemos que surja de la IDI inevitablemente entrará en disputa con otras organizaciones políticas que también tienen implantación en la clase trabajadora. La necesidad de insertarse en un campo que no está “ideológicamente vacante” sino ocupado por diferentes concepciones reformistas de elaborado discurso, le impone a un partido revolucionario la necesidad de construir su propio cuerpo de respuestas políticas y no limitarse a alguna de ellas.
Una de las carencias históricas de la Tendencia, por ejemplo, entre 1968 y 1973, fue precisamente esa: teníamos claro y dimos respuestas más justas frente a algunos problemas de la táctica sindical. Pero no fuimos capaces de construir en conjunto una respuesta política global que diera orientaciones para el trabajo en todos los frentes y ante cada giro de la lucha de clases.
Hubo temas, como la valoración de la situación de masas a principios del 72, o luego cuando el ingreso de las FFAA a la lucha política a través de la llamada lucha contra los ilícitos económicos, en que estuvo cada cual por su lado sin que faltaran los planteos descabellados y oportunistas como el de octubre del 72 de “tupamarización” del Ejército.
Señalo esto como un ejemplo de dispersión táctica de las fuerzas de intención revolucionaria. Dispersión que nos debilitó y confundió ante temas que debieron haber estado definidos en conjunto desde antes.
La forja de un partido requiere el delineamiento de su propia estrategia, evitando siempre definirse por mera contraposición a otras propuestas. Un partido no puede ser la caja de resonancia ni un área de simpatía (o de solidaridad) con un accionar que transcurra fuera de él.
“Con la política en los puestos de mando” las propuestas para cada frente deben ser coherentes con la dirección principal del trabajo definido en las instancias colectivas del partido.
Un partido revolucionario que lucha por el socialismo no puede ser ni una alianza de caudillos, ni una federación de militantes de distintos frentes (sindical, estudiantil, cooperativo, etc.) sino que debe producir una acción y un pensamiento coherente y articulado, que incida y se nutra en todos los frentes en que está implantado. Esto requiere una elaboración que no es la mera sumatoria de propuestas sectoriales sino que es específicamente política, sintetizadora, global, apuntada a hacer avanzar a los trabajadores en su lucha por el poder. Una propuesta política, un proyecto histórico, una visión del presente y del futuro del país de signo socialista en lucha con otras visiones y con otros proyectos históricos. Es esa capacidad sintetizadora de una propuesta política lo que permite articular en un accionar común las prácticas en los diferentes frentes.
Hablamos de coherencia política y no de forjar un partido monolítico que vegete en inmutable y eterna unanimidad. Coherencia política que admite –y requiere - el debate, los matices, la diversidad de inflexiones y que, por tanto, nada tiene que ver con la regimentación uniformizadora.
Para avanzar en la forja de esa coherencia política debemos descifrar cuáles son las divergencias de fondo, más abstractas, que puedan existir.
Lo grave a veces no son tanto las diferencias que puedan existir (sabemos, por ejemplo, que en el partido bolchevique en los tiempos de Lenin, éstas existían y a veces sobre temas muy importantes). Lo gravé es cuando éstas no se explicitan en su dimensión más teórica y reaparecen luego a cada paso disfrazadas de pugnas episódicas o banales. Bajo la forma de anécdota o subjetivización, una discrepancia se vuelve incontrolable y negativa. Descifrada en medio de un debate racional, referida a prácticas concretas, las diferencias y los matices enriquecen la vida de una organización política.
En la búsqueda de la coherencia política hasta los reveses pueden ser fecundos si se los asume, si se los critica. Una derrota soslayada, disimulada, nos deja sólo su saldo -a menudo también opacado- de desconfianza en lo organizado, de falta de confianza en el instrumento específicamente político que se trata de construir.

LA CUESTION DEL “VIOLENTISMO”
13- Se ha acusado al PVP de “violentista”…
Rechazamos esta caracterización, hecha con un lenguaje que se le pide prestado al enemigo.
Somos luchadores socialistas. Estamos animados de una propuesta política y de valores ideológicos que defendemos e impulsamos.
Como otras fuerzas, expresamos hoy una lucha que empezó hace mucho tiempo, una vertiente histórica, la anarquista y la marxista, que ya desde fines del siglo pasado ha actuado en nuestro país. Organizando sindicatos, fundando bibliotecas, editando periódicos y libros, fundando centros culturales y de “arte dramático”. Una vertiente que impulsaba huelgas, y a veces, huelgas duras, en defensa de la justicia y de los derechos de los trabajadores
Qué hacían, por entonces, los blancos y los colorados? Asolaban al país con las guerras civiles. Para nosotros son mucho más valiosas y fecundas las vidas de aquellos militantes obreros socialistas y anarquistas que las de los caudillos blancos y colorados que arrastraban a la guerra, tras los cintillos, a decenas de miles de gauchos pobres, carne de cañón de guerras que no eran suyas, campesinos desposeídos que lo que anhelaban no era sino el viejo ideal artiguista de “la tierra para el que la trabaja”.
Como vertiente histórica socialista y libertaria, ni por nuestros orígenes ni por nuestra trayectoria, nos ligamos a la violencia por la violencia en sí. Y nuestras prácticas en nada se asemejan a las guerras civiles sectarias e inconducentes que durante un siglo protagonizaron blancos y colorados en los campos de la patria.
Creemos sí que en nuestro país es necesario un cambio profundo, de carácter revolucionario.
Fue una revolución la que nos permitió conquistar la independencia política y los héroes que este país reverencia fueron los jefes de aquella revolución armada. No nos olvidemos que la más limpia y radiante de nuestras figura fue antes que nada un rebelde y un revolucionario al que el orden establecido intentaba denostar llamándolo de “anarquista tupamaro”.
La revolución emancipadora del siglo pasado, encabezada por Artigas, fue una gasta militar porque a los colonialistas no se los pudo convencer con “buenas razones”.
Hoy hay razones por lo menos tan fuertes como las que había cuando Bolívar, San Martín y Artigas con sus gauchos pobres se alzaron contra el yugo español.
Es la presencia brutal del imperialismo y sus apoyos locales lo que impone la violencia contra nuestros pueblos. Es para defender ese “orden” injusto y espoliador que se han adiestrado los ejércitos latinoamericanos, fanatizados tras las doctrinas de la “defensa hemisférica’ y la “seguridad nacional.
Es para defender ese statu quo que se estimularon los regímenes militares o las democracias desvirtuadas de un extremo a otro del continente. Es para defender esa situación que se impulsó el golpe militar en Brasil en el 64, que se invadió Santo Domingo en el 65, que se estranguló la experiencia chilena de la UP en el 73, que se inundó de sangre la Argentina bajo las Juntas militares, que se cerca y se hostiga a Nicaragua, que se aísla y se calumnia a la revolución cubana.
Ninguna valoración sobre la violencia desplegada por quienes han resistido la opresión y la explotación imperialista y oligárquica puede soslayar la enorme violencia que implica este orden económico y social vigente.
Los errores y los desaciertos en que se puede haber incurrido por parte de las organizaciones revolucionarias deben ser abordados dejando claro esa cuestión básica.
Lo deseable sería poder convencer a los dueños del poder y la riqueza para que caben con sus atropellos y despojos. Para que cesen con sus acciones de violencia.
Han sido y son las clases dominantes y el imperialismo quienes tienen la iniciativa en ese plano.
La tienen en nuestro país. Y eso lo vemos hasta en las cosas mas cotidianas, cuando despiden sindicalistas, cuando cierran fabricas para invertir sus dólares en el extranjero, despreocupándose de la miseria a la que arrojan a los trabajadores.
La tienen también bajo formas más solapadas, cuando a través de los mecanismos sutiles de la economía mundial (precios, tasas de interés, etc.) arrojan a miles de millones de hombres del Tercer Mundo a la pauperización más inaudita para asegurar el mantenimiento de su predominio, de su armamentismo, de sus sociedades de consumo.
Como lo ha demostrado la historia pasada y presente de América Latina, parece poco probable que basten las “buenas razones”, los piadosos llamados a la colaboración internacional para detener la sangría que entraña la explotación oligárquica e imperialista en nuestras patrias.
Los caminos para salir de esto han de ser escarpados y difíciles y en nada avanzaremos ocultando este hecho. Y no porque nosotros lo queramos.
Lo que sí sabemos es que cuanto más apoyo popular, cuanto más amplio respaldo tenga en las grandes mayorías, cuanto más inserta en las tradiciones democráticas, nacionales y populares, menos dolorosas y prolongada será la lucha por nuestra emancipación.

ANTE LAS LIBERTADES DEMOCRÁTICAS
EL MOVIMIENTO POPULAR — LA BURGUESIA
14- Recientemente se ha dicho que la izquierda subestimo la importancia de las libertades formales de la democracias. ¿Suscribe Ud, esa opinión? ¿Están ustedes comprendidos en esa caracterización?
- No. Ese es el razonamiento que siempre hizo la burguesía.
Los primeros en desconocer las libertades democráticas fueron las clases dominantes, que transformaron en letra muerta el contenido democrático de las instituciones, que edificaron una estructura política que permitía desvirtuar los anhelos democráticos de las grandes mayorías nacionales. Durante años, la estructuración del sistema político hizo que lograran votos de pobres para elegir gobiernos que defendían los intereses de los ricos. Lograron que parlamentos elegidos por el voto popular -en 1966, en 1971- actuaran -por acción o por omisión- contra los intereses del pueblo, votaran leyes que ellos mismos reconocieron después como inconstitucionales (como la Ley de Seguridad del Estado u otras que hoy ninguno de ellos se atreve a defender, como la Ley de Enseñanza).
Algunos sectores de la izquierda se rebelaron, de un modo u otro, contra la escalada represiva. Pero la iniciativa antidemocrática estuvo en manos de las clases conservadoras que desarrollaron, desde el aparato del Estado, una política cada vez más represiva. Basta recordar los fundamentos con que se impulsó la reforma constitucional de 1966, cuando se clamaba por un gobierno de “mano fuerte”.
En lo político y en lo ideológico, el gobierno de Pacheco, con todo lo que tuvo de prepotente y despótico, estuvo largamente preparado y ambientado desde los años anteriores, con gobiernos blancos y colorados que aplicaron Medidas de Seguridad contra los gremios, etc. Fue desde el poder que se avasallaron y desvirtuaron las libertades formales del Estado de derecho.
Como fuerza política, tenemos una opinión muy clara de hasta dónde llega la “lealtad democrática” de los partidos burgueses. Su adhesión a la democracia llega hasta el exacto punto en que se ven amenazados los intereses de las clases que representan. Cuánto más fuerte es el movimiento obrero, cuanto más amenazas se ciernen sobre sus privilegios, tanto más brutal será su giro hacia las formas autoritarias y despóticas. Tanto mayor su “espíritu de miedo envuelto en ira” de que hablaba Antonio Machado.
A diferencia de las minorías privilegiadas, sabemos que las grandes mayorías nacionales nada tienen que temerle a las más amplias y profundas libertades democráticas. En la medida que se profundiza la crisis económica, el idilio de la burguesía con la democracia se vuelve, cada ves más, una cuestión verbal Por eso no hay que engañarse hoy ni inclinarse ante los reclamos de “credenciales democráticas” ante quienes han sido los grandes estafadores y los grandes enemigos de los anhelos democráticos de la mayoría del pueblo: los que colaboraron con el pachequismo, los que fueron “soldados tranquilos” en el Parlamento cómplice, los que durante largos años comieron y callaron mientras funcionaba la maquinaria infernal de la justicia militar contra los opositores. Cuando se secuestraba, se mataba, se torturaba, se mantenía rehenes.
Los compromisos con las libertades formales que hoy los partidos burgueses estampan en sus programas, están destinados a tener el mismo destino que tuvieron antes estas invocaciones: el honor de la gaveta. Cualquier crecimiento de la protesta popular los llevará a recurrir a los ‘viejos expedientes de la suspensión de garantías, el estado de emergencia o insurrección, las medidas prontas de seguridad, etc.

LA SALIDA DEMOCRATICA Y LAS FUERZAS ARMADAS.
15- Qué piensan ustedes sobre La situación de las FF.AA?
En primer lugar, es necesario abrir una gran discusión sobre el papel cumplido por las FF.AA a partir de 1971. Y lo primero es que todo el pueblo sepa todo lo que ocurrió. Si no lo hacemos, si no generamos un debate nacional que a partir de la verdad desmoralice a los déspotas, a los torturadores y los secuestradores que han estado y están al frente de las FF.AA, la democracia uruguaya estará siempre bajo amenaza.
En 1971, un dirigente frenteamplista moderado como el Dr. Oscar Bruschera decía: “El restablecimiento pleno de los derechos y garantías para todos los damnificados de la furia del poder gubernamental o por la torpeza de funcionarios encanallados en la impunidad, para los vejados y torturados, es no sólo un acto de justicia ineludible, sino una necesidad política.. Porque hay que hacer comprender a todos los jerarcas -los altos, los medianos y las pequeños.- que la arbitrariedad apareja consecuencias, que el sadismo es punible, que la insolvencia y el desprecio es una actitud inconcebible entre quienes tienen en sus manos la inmensa responsabilidad de manejar el aparato represivo del estado. No se trata, pues, de inútil venganza ni de revanchismo estéril, se trata de restaurar la justicia y de consolidar un orden que sólo puede asentarse en el respeto...”. 5 de marzo de 1971.
Los crímenes del régimen militar son aún más graves que los del pachecato. Prescindir hoy del “acto de justicia ineludible” de que se hablaba en 1971, es dejar intacto el poder y la influencia de los enemigos de la democracia.
Ya sabemos cómo actúan. En la acción y en la provocación. Los vimos amenazar y chantajear a la clase política para obtener la sanción de leyes represivas, valiéndose para ello de cualquier procedimiento. Actuando oficialmente o a través de grupos para-policiales, como los que realizaron atentados dinamiteros contra la casa de abogados de presos políticos, comités de base del FA o realizaron secuestros como los de Ibero Gutiérrez Ayala y Castagneto.
Se trata de desmilitarizar al país y abatir los cuantiosos gastos de Defensa. Terminar con la amenaza del despotismo militarista implica terminar con la doctrina de la seguridad nacional como enanas oficial en los liceos y escuelas militares, desmantelar el conjunto de los servicios de espionaje y represión política.
No basta con que “los militares vuelvan a los cuarteles”. Es necesario que estos dejen de ser un coto cerrado donde sólo se pueden difundir las ideas de la oficialidad reaccionaria.