lunes, 1 de enero de 1990

AÑO 1990: Los desafìos de una izquierda legal.


00/04/90 Los desafíos de una izquierda legal
Primera parte Libro de Marta Harnecker

En este trabajo recogemos las opiniones que con relación a los hitos más importantes de la historia del Frente Amplio, realizó en abril de 1990, Hugo Cores. Las mismas están contenidas en el segundo tomo del libro Frente Amplio: los desafíos de una izquierda legal, realizado por Marta Harnecker con la colaboración de Isabel Rauber. Allí, junto a Hugo Cores, Eleuterio Fernández Huidobro, José Korseniak, Francisco Rodríguez Camusso, Enrique Rubio y Esteban Valenti, responden a un riguroso cuestionario de Marta Harnecker con el objetivo de dar a conocer la experiencia unitaria más prolongada de la izquierda de América Latina.
En la medida que es nuestro interés rescatar el pensamiento de Hugo Cores, lo que ofrecemos, son únicamente, sus opiniones. Hemos mantenido los títulos que contenía el libro, y las preguntas realizadas a los distintos participantes de las entrevistas, a los efectos de que el lector pueda seguir el hilo del pensamiento y la temática al que se referían. En algunos casos, introducimos alguna llamada, para explicar alguna mención realizada por Hugo Cores que se refería a alguna intervención de algún otro de los que intervinieron en este libro.
Esta recopilación del pensamiento de Hugo Cores, será complementada con una tercera parte que se corresponde con el tercer tomo que conformo el libro del cual son extraídos. La primera parte, que contiene este trabajo esta titulado CONTEXTO HISTÓRICO EN QUE SURGE EL FRENTE AMPLIO; La segunda parte se titula LOS HITOS MÁS IPORTANTES DE SU HISTORIA; y la última LOS GRANDES TEMAS POLEMICOS.
Esperando que este nuevo trabajo que incluimos en nuestro sitio en Internet, sea una contribución para un labor futura de análisis de los aportes teóricos y las reflexiones políticas que realizó Hugo Cores en sus largos años de actividad periodística, de investigador de las luchas populares y como dirigente del PVP.
Raúl Olivera.
ANTECEDENTES HISTORICOS: UN SISTEMA DE AMPLIAS CONQUISTAS DEMOCRAT1CAS
—En esta mesa redonda me parece que seria importante entrar en un análisis más exhaustivo del contexto histórico en el que surge el Frente Amplio. Estudiando otros procesos revolucionarios hemos constatado que los esfuerzos de conducción política unitaria surgen en períodos muy específicos de la historia, en momentos de ascenso de la lucha de clases, por eso nos interesa que ustedes nos den un panorama de lo que entonces ocurría en el país.
Hugo Cores: Antes de contestar a tu pregunta me parece necesario dar algunos antecedentes que permiten comprender mejor el contexto en el que nace el Frente Amplio. El Uruguay contó con un sistema político, económico y social en el cual, durante un largo tiempo la hegemonía de la burguesía se ejerció en forma pacifica, institucionalizada, con un importante peso del estado de derecho; en ese sistema, la persuasión política ocupaba un lugar destacado
La primera cosa que hay que anotar, entonces, es que se trata de un país con largas tradiciones de convivencia y de dominación pacíficas donde el predominio de los elementos ideológicos es muy fuerte. Además las formas de desarrollo de la reproducción capitalista a través de una legislación compleja contemplaban a menudo las aspiraciones y demandas económicas de los trabajadores. Eso fue permitiendo mejoras significativas en el salario real. Paralelamente se dio un desarrollo importante en los sectores medios; un crecimiento de la educación pública, etc.
Creo que tradicionalmente no se ha valorado debidamente la contribución del movimiento obrero en el prematuro debilitamiento del estado oligárquico uruguayo. Debilitamiento que Argentina y Brasil se produjo sólo hacia la década de los 30 o 40 de este siglo. Desde fines del XIX en Uruguay, a través de sus organizaciones sindicales promovidas por anarquistas y marxistas de origen europeo, los trabajadores, así como algunos círculos intelectuales, contribuyeron grandemente, a través de sus luchas, al proceso de democratización y avance social tanto en lo que tiene que ver con conquistas económicas: la ley de 8 horas, mejoras salariales, etc., como políticas y culturales: vigencia de las libertades políticas y de los derechos civiles, laicización del estado y de la enseñanza pública, etc.
Ese modelo se basó en una inserción bastante bien articulada del Uruguay en el sistema capitalista mundial, a través de la exportación de dos o tres productos relativamente bien cotizados. Se trataba además de un país virtualmente desierto, poblado sólo por emigrantes, que mantuvo tasas sostenidas de crecimiento del producto bruto y del ingreso de los trabajadores durante muchos decenios del siglo XX.
En 1930, sin embargo, esta situación cambia. Se produce el estancamiento del sector agro-exportador, prácticamente se detiene el crecimiento de las exportaciones de lana, carne y cuero que representaban el 90% de las exportaciones del país, debido a la caída de los precios de estos productos, que afecta también al sector agro-exportador argentino y a los estados del sur brasileño. El apogeo de las regiones ganaderas del sur llega hasta fines de los años veinte. De ahí en adelante empieza a decaer. Los estancieros empiezan a pasarse a otras actividades, entran a invertir en la industria. Luego se produce otro ciclo relativamente importante de prosperidad durante la segunda guerra mundial, pero, sobre todo, entre el 45 y el 55.
En 1955 se inicia una crisis estructural que, pese a su desarrollo lento, debe ser una de las más profundas de América Latina. Se registra un nuevo estancamiento de la producción y una disminución del producto per cápita comenzando el deterioro del nivel de vida de los trabajadores. Sin embargo, esta crisis económica no va acompañada de secuelas políticas inmediatas, estas sólo aparecen algunos años después. Esto se debe a que en el período anterior los efectos de las intermediaciones políticas, el peso de las capas medias, la acción del movimiento popular, tendieron a atenuar los efectos que sobre el salario y el empleo tuvo ese estancamiento.
La crisis estructural del 55 en adelante tiene sus raíces en el fin de la guerra y el reordenamiento internacional: avance de las transnacionales y del imperialismo, etc., pero también tiene sus causas internas: el tipo de estructura agraria, donde se acentúa la concentración monopólica de la tierra, debilidad en la industria de sustitución de importaciones, etc.
En el 59 se firma la primera Carta de intención con el FM y el Uruguay empieza de un modo u otro, a adaptarse a las condiciones que le imponen desde afuera, muy a la manera uruguaya. El fin de ese período fue sin suicidio del presidente de la república, como en Brasil, ni contra-revolucionario militar, corno en Argentina. En general, las sucesiva Cartas de Intención sólo se cumplían a medias. Habían zonas que se regían bastante estrictamente por lo que el Fondo dictaba y había zonas en las cuáles la propia estructura del sistema político, el hecho de que los partidos gobernantes tuviesen una base electoral policlasista y un sistema de reclute electoral basado en el clientelismo, determina que no pudieran terminar de la noche a la mañana con la distribución de empleos; con un sistema de previsión social bastante avanzado, ni con los salarios ni las conquistas obreras. De todos modos, lo que me interesa enfatizar es el carácter estructural de la crisis. De ahí su “larga duración”, de ahí también un aspecto que me perece fundamental y es la radicalidad de los factores que conducen a la crisis del modelo que opera como trasfondo del proceso de endurecimiento del gobierno de Pacheco Areco. Este deviene en un gobierno cuasi dictatorial, expresándose cada vez con más fuerza los aspectos represivos del Estado, los que se acentúan con la dictadura militar terrorista que lo siguió.
La profundidad de la crisis estructural llevó al fracaso a varios intentos de reformismo burgués impulsados por algunas fracciones más nacionalistas y populares dentro de los partidos tradicionales. Me refiero a las “cuatro leyes de reforma agraria” de de Wilson Ferreira Aldunate cuando fue ministro del segundo gobierno blanco (1962—1963), a la ruptura con el FMI y las medidas populares intentadas bajo el gobierno de Oscar Gestido en 1967, de Zelmar Michelini, Alba Roballo, etc.
Esto es lo que a mi juicio determina el carácter radical estructuralmente transformados que debe revestir cualquier programa alternativo: sin una profunda modificación de las estructuras agrarias, sin quebrar la hegemonía del capital financiero y sin quebrar la dependencia, todo lo cual supone cambios de tipo revolucionario, no es posible detener el agravamiento del deterioro económico que padecen las grandes mayorías nacionales.
Se trata de un dato estratégico básico para el análisis del programa y las líneas de acción del Frente Amplio. El Uruguay capitalista y dependiente ya dio todo lo que podía dar.
Durante un largo ciclo la burguesía, a través de sus dos partidos, había gobernado con bastante consenso. Tenía sus alas populistas y esas alas funcionaban con eficacia. Esto contribuye a producir en el país un conjunto de leyes relativamente avanzadas. Estoy hablando de los años 50 y principios de la década del 60. Durante el gobierno de Luis Batlle, en la década del 50, el estado crece de una manera importante. Se nacionalizan los ferrocarriles, una parte de la industria frigorífica, las obras sanitarias del estado; se robustece un ente que en Uruguay es histórico, la Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Pórtland (ANCAP) la principal empresa industrial del país y que agrupa a más trabajadores. Este se ocupa de la refinación de petróleo y la fabricación de portland y detenta el monopolio de la destilación de alcoholes para determinadas ramas, amen de otros productos.
En ese período se cumple un programa que contiene elementos de la tradición nacionalista popular de la primera época del batllismo, con una dosis de reivindicación de la autonomía nacional y una cierta satisfacción de las demandas populares. El peso del estado se vuelve un factor de extrema importancia en la regulación económica y social. A su amparo se desarrolla una pequeña burguesía numerosa, politizada, influyente que contribuye a darle al país una fisonomía propia. Su ideología impregna la propia conciencia que el Uruguay tiene de sí mismo a través del peso que tiene en la intelectualidad y en el sistema educativo, por lo demás ampliamente extendido y considerablemente eficaz durante mucho tiempo. Una parte considerable del personal político es también de extracción pequeño burguesa De un modo u otro esto contribuyó a que no se percibiera con claridad que durante un largo período el país vivió bajo la hegemonía de la burguesía industrial y comercial, lo que no excluía constantes rozamientos con los grandes latifundistas.
El sistema político había conseguido una gran legitimidad por los mecanismos de mistificación que son inherentes al orden jurídico de democracia capitalista, que sostiene que todos los hombres son iguales, que todos los hombres pesan igual; “un hombre, un voto”, cuando sabemos que no es así, que no todos los hombres pesan igual, que aunque voten igual ese día no tiene el mismo peso político un banquero que un obrero.
Esa legitimidad duró decenios y se apoyaba también en la existencia de una administración relativamente eficiente, bastante nacionalista, en una educación, laica, gratuita, obligatoria y dos grandes partidos que contaban con amplio respaldo electoral.
Y en relación con la sensibilidad de la clase media, había mucha gente que creía verdaderamente en el reformismo batllista, que se rompía el alma por hacer lasa cosas bien porque creía en las posibilidades del país y en cierta dosis de nacionalismo que su proyecto tuvo; esto creó confianza en Uruguay como proyecto nacional con cierto grado de autonomía, inscrito sí en el “mundo occidental y cristiano”.
Otra cosa que hay que ver es que en Uruguay la dominación imperialista operó siempre de una manera completamente distinta a la que se vivió en Argentina, en Brasil y, ni hablar, en Centroamérica, México y el Caribe. Aquí la penetración del imperialismo operó en el plano económico por vía tecnológica y financiera, sobre todo a través del Fondo Monetario, pero jamás hubo nada que se pareciera a una invasión; nada que se pareciera siquiera a una presión diplomática demasiado ostensible... Eso no tenía nada que ver con las realidades de nacionalismo avasallado que existen en otras zonas de América Latina...

LA CRISIS DEL MODELO Y EL PAPEL DE LA REVOLUCION CUBANA
Pero ya a comienzos de los sesenta cae equilibrio relativo empieza a agotarse. Hay un proceso lento, muy pausado, de desplazamiento a la izquierda de sectores de las capas medias; crece la sindicalización de un sector de 40 ó 50 mil funcionarios públicos, que antes era muy débil desde el punto de vista sindical y político. Apoyaba a los partidos tradicionales y estaba en manos de sindicatos amarillos. En los años 64-65, cuando viene un agravamiento de la crisis y se da un período inflacionario muy duro, estos sectores se incorporan a una central con neto predominio obrero en su composición, la CNT. En ese período empiezan a actuar los tupamaros, y previo a ello, hubo algunas acciones directas y se dieron importantes movilizaciones en un sector rural, aunque estas, por supuesto, no pueden ser medidas con los mismos parámetros que las movilizaciones rurales en Colombia o en Nicaragua, por la debilidad de la composición social del Uruguay rural virtualmente despoblado. Además en ese momento el Uruguay está atravesado por la influencia de la revolución cubana y el desarrollo del movimiento guerrillero en América Latina.
¿Cual fue la influencia de la revolución cubana en el Uruguay?
Hugo Cores: La revolución cubana demostró que en América Latina era posible derrotar a un ejército oligárquico y tomar el poder. Significó un punto de referencia concreto a aspiraciones revolucionarias confusas y permitió reformular en otros términos la discusión entre las corrientes reformistas y revolucionarias que entonces existían en el país.

EL PAPEL DE LA CNT FRENTE AL AGOTAMIENTO DEI. MODELO
Hugo, tú hablaste de movilizaciones rurales, ¿influyó en algo eso en la clase obrera urbana?
Hugo Cores: Es algo más que una anécdota el hecho que la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) se forme a partir de una convocatoria hecha en torno a la represión policial que se produce en un campamento de los cancros, la UTAA, una organización que había fundado y animado durante mucho tiempo Sendic... A partir de ahí se produce un movimiento importante de acercamiento entre estos trabajadores y una vertiente obrera muy firme, muy arraigada históricamente con predominio comunista, pero junto a la cual caminan algunos marxistas independientes, socialistas, anarcosindicalistas, sindicalistas marxistas, sindicalistas economicistas, sindicalistas a secas. El impacto de la crisis tiende a limar asperezas entre las distintas tendencias.
En ese momento nosotros como organización política, Federación Anarquista Uruguaya, sólo teníamos fuerza en lo sindical, no existíamos prácticamente en forma política. Gerardo Gatti, que es el fundador del PVP, era secretario general de los gráficos; León Duarte, otro fundador era secretario general de FUNSA… En general lo que teníamos era influencia en los sindicatos autónomos y estábamos muy impregnados de prejuicios antipolíticos y anticomunistas.
El hecho de que nosotros aceptásemos participar en una central obrera donde estaban los comunistas, provocó una escisión en la organización y a partir de ahí a Gerardo no faltaron quienes lo empezaron a llamar anarco traidor, anarco dictador, por sentarse en una misma mesa con ellos. O sea, las viejas heridas de las tendencias históricas de la izquierda uruguaya, por el efecto de la crisis, se fueron superando y la izquierda dio un paso de enorme importancia: la creación de una organización única, la CNT.
¿Qué tendencias sindicales de izquierda había en ese momento?
Hugo Cores: Bueno, la mayoritaria era la de los comunistas, que estaba representada en la UGT, una central a nuestro juicio bastante sectaria, donde ese partido ejercía un predominio y un control muy fuerte sobre el aparato sindical; después existía una que empezó siendo impulsada por los socialistas, pero de la que después los socialistas tomaron distancia, porque empezó a ser manipulada por la embajada norteamericana: la Confederación Sindical de Uruguay. Esa permaneció al margen de la CNT, pero después desde la CNT se logró vaciarla de contenido... Quedó transformada en un sello. Luego existían los sindicatos autónomos que eran de conformación muy variada, donde había marxistas independientes como Héctor Rodríguez, uno de los fundadores de los GAU.
Me parece que la formación de CNT es muy importante, porque es un precedente en la formación del Frente, al menos así lo entendí siempre, En ese momento yo era dirigente del sindicato bancario. Este sindicato sufrió una inmensa conmoción en el 65 cuando cerraron varios de los principales bancos, durante una crisis bancaria brutal en el contexto de un proceso de concentración bancaria. De golpe quedaron como 1800 ó 1900 compañeros en la calle y empezó una movilización muy fuerte. Los bancarios eran un gremio que en aquel momento se consideraba como de “clase media”, con salarios por encima del resto de los trabajadores. A nivel sindical, nosotros teníamos una agrupación donde estábamos toda la izquierda junta y existía otra agrupación que tenía la mayoría, en la que prevalecían concepciones economicistas, corporativistas, aislacionistas del resto del movimiento sindical. Nos ganaban 5 a uno en las elecciones. Nosotros teníamos uno en la directiva y los otros 4 eran de la otra agrupación. Cuando nosotros en las reuniones hablábamos: “bueno, compañeros trabajadores qué se yo…” Decían: “No, colegas, vamos a distinguir, nosotros no somos trabajadores, nosotros somos bancarios...” A pesar de esto llegó unos años después a ser uno de los gremios más combativos y en la época de la dictadura fue fundamental en la resistencia y en el apoyo solidario a los esfuerzos de los gremios o en las demanda de derechos humanos.
La CNT nace en el 64. Mira, yo creo que esto es importante porque si no, no se entiende la formación del Frente Amplio, me refiero al hecho de que se unieron al movimiento obrero sectores de las capas medias golpeados por la crisis.
El hecho de que estuvieran allí los anarcos; Héctor Rodríguez, dirigente de los textiles, otros sindicalistas independientes; lo socialistas; los comunistas, todos juntos, era algo nuevo. Le gente decía: “Si estos dirigentes se sientan juntos a discutir es que hay posibilidad de unificación.” El que dirigentes que habían estado durante tanto tiempo tan enfrentados hayan decidido constituir un instrumento sindical en común daba confianza a un sector enormemente importante: los autónomos, que practicaban un sindicalismo muy combativo, pero muy teñido de apoliticismo y de tendencias de carácter economicista.
La formación de la CNT, que se inicia en el 64 y se consolida orgánicamente en enero del 66, me parece que es un antecedente sumamente importante para la construcción del Frente, porque ya la izquierda ingresa con otra madurez, con otra fuerza... En el 65 el plan de lucha de la CNT es enorme y ésta empieza, de un modo u otro, a pesar en la vida nacional. El movimiento obrero, empieza a disputar de otra manera y desarrollar un programa alternativo. No se trata de una mera suma de gremios para luchar por el salario…La CNT nace con una propuesta nacional que anticipa lo que va a ser el Frente.
¿En qué consistía este programa alternativo?
Hugo Cores: A partir de la defensa de los salarios y de la fuente de trabajo se levanta un “Programa de Soluciones a la Crisis”. A través de él, el movimiento sindical eleva la mira y se plantea soluciones de carácter nacional: nacionalización de la banca, reforma agraria, nacionalización del comercio exterior, moratoria de la deuda externa, defensa de la industria nacional, defensa de los institutos de seguridad social conquistados en el período anterior.
Se esboza ya lo que se podría definir como un programa antioligárquico y antimperialista. Todo esto constituye un gran salto adelante en lo que podría ser una visión puramente reivindicativa o economisista por parte de los trabajadores.
En ese sentido reconozco que no fuimos nosotros quienes percibimos con más claridad la importancia de levantar un programa amplio, de carácter nacional, aglutinador de todas las demandas populares, sino los comunistas.
Dentro de la CNT surgieron por lo menos dos o tres tipos de polémicas. Había una vertiente con la que algo teníamos que ver nosotros, que pensaba la CNT casi como el “partido”, como el instrumento político, con un desdén por lo electoral como el punto de referencia fundamental. Hay sobre eso algunos textos de Gerardo que son interesantes porque él, viendo el potencial movilizador que tenía la CNT y percibiendo que por ser una central sindical no da lugar a otras gentes, por ejemplo, a los intelectuales, comienza a proponerle tareas a éstos desde la central obrera.
En ese período fueron duras las controversias referidas a las líneas de acción sindical. Eran polémicas que iban más allá de un debate sobre la táctica. Nosotros le criticamos, creo que con razón, al Partido Comunista el hecho de que algunos conflictos de enorme importancia nacional fueron relativamente aislados por, la conducción de la CNT, que estaba mayoritariamente en sus manos, por ejemplo: un largo conflicto bancario y una huelga corta pero muy intensa que protagonizaron los trabajadores de UTE, que puso al país casi al borde de la paralización y que fue duramente reprimida, incluso con golpizas masivas a los trabajadores que participaban en ella. Hubo también una importante huelga de los trabajadores de la industria de la carne, uno de los gremios más numerosos y combativos del proletariado uruguayo. En todas estas huelgas de resistencia hubo expresiones de violencia contra la represión, protagonizadas por los propios trabajadores, particularmente en la huelga frigorífica donde, además del factor de aglutinación sindical, existía un factor de concentración geográfica que era la Villa de El Cerro, escenario histórico de grandes confrontaciones obreras contra los frigoríficas extranjeros.
¿En ese momento ustedes eran todavía anarquistas?
Hugo Cores: Sí, como tendencia, apresábamos lo que podía ser le sobrevivencia de las ideas anarco sindicalistas con su énfasis puesto en la acción directa, la solidaridad, el carácter “finalista”, emancipador de la acción obrera, aquello que figura como lema de la Asociación Internacional de Trabajadores fundada por Marx de que “la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”. Éramos anarquistas con simpatías por la revolución cubana, atravesadas por la revolución cubana, digamos… Con bastantes confusiones, pero empezando a reformular la vieja idea de acción directa de los anarquistas a partir del pensamiento del Che, lo que en algún momento Gerardo Gatti sintetizó en la consigna “acción directa a todos los niveles”. Esto implicaba, no sólo estimular el desarrollo de formas de resistencia violenta por parte de las masas, sino también la necesidad de gestar una suerte de aparato capaz de incursionar en formas de acción más complejas. Hacia 1967-68 la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) era algo así como el “partido” para los que allí militábamos y así lo denominamos en la jerga interna.
Y aunque nunca lo explicitamos de esa manera, nuestra concepción de asalto al poder era insurreccional, es decir, suponía una activa participación de amplios sectores de trabajadores. Si no de la mayoría, al menas sus destacamentos más experimentados y concientes. No imaginábamos, es más, estábamos expresamente en contra de cualquier visión foquista en la que veíamos un atajo frente a la titánica tarea de contribuir a gestar en el seno del movimiento de masas esos destacamentos revolucionarios. Esta tarea implicaba la mismo tiempo, la lucha ideológica con las ilusiones reformistas, algunas de ellas heredadas del periodo anterior como el compromiso batllista entre la burguesía industrial, la clase obrera y la pequeña burguesía y otras que reverdecían a nombre del marxismo como: la “excepcionalidad de la vía uruguaya”, las posibilidades de un tránsito al socialismo a la chilena, etc. De ahí que las ‘polémicas” que tanto saturaron a los fundadores del MLN no pueden ser calificadas de doctrinarismo estéril. Según nuestra opinión era imposible gestar en el Uruguay una auténtica alternativa revolucionaria sin desplazar las concepciones reformistas que prevalecían en el movimiento obrero y popular. Para hacerlo había que insertarse en ese movimiento y participar en las tareas cotidianas de organización con una línea política de masas que tuviera como norte un desenlace revolucionario.
Merece destacarse la Declaración de Principios fundacional de la CNT. Hay allí una reivindicación muy fuerte de la autonomía de la clase obrera y sus reivindicaciones frente a los partidos políticos y al estado. Es también significativa la discusión que se da en esa época acerca de la inconveniencia que la central obrera tenga dirigentes rentados para la realización de su función como dirigentes sindicales. Insistimos mucho en esa época en la necesidad de que los dirigentes fueran trabajadores en actividad como un aspecto fundamental de la democracia en el movimiento sindical.
Asimismo, se promovió, encontrando a veces algunos obstáculos, las formas más democráticas y participativas de actividad en los gremios, jerarquizando la importancia de las asambleas generales y las juntas o congresos de delegados, procurando evitar que las decisiones tendieran a concentrarse en las comisiones directivas.
La propia denominación de la CNT, como Convención, hace referencia al carácter abierto, permanente que adquiría la unidad orgánica de los trabajadores. Incluso, en los estatutos aprobados en el 66 y que se elaboraron durante 1965, se establece que las autoridades de la CNT no tienen facultades para decretar tales o cuáles medidas sino que las propone y son los sindicatos los que las aprueban.
Esa fue una zona de grandes fricciones con los comunistas. Pero a pesar de las grandes fricciones que hubo en los congresos, en las asambleas - donde estuvimos muy distanciados -, se mantuvo la unidad orgánica.
El desafió era cómo desarrollar el potencial del movimiento obrero, que vivía un periodo de auge, fruto de la unidad y fruto de la crisis económica; y fruto también de que, bueno, vivíamos los años que vivíamos... Los años de la revolución triunfante en Cuba, de la revolución cultural en China, de la resistencia antimperialista en Vietnam... O sea, las noticias que oíamos cada mañana eran distintas a las que se oyen hoy. Y eso producía un auge de las luchas y un mística revolucionaria fuerte que a todos nos alcanzaba. Te estoy hablando del 64, 65, 66, 67, 68. . En ese período, y sobre todo a partir del 68, desarrollamos una controversia muy fuerte con el PC en el plano de la conducción sindical porque lo que entendíamos, y en parte seguimos entendiendo hoy que las organizaciones políticas de la izquierda no estaban a la altura de las fuerzas que la sociedad estaba desencadenando y que habilitaban procesos de transformaciones revolucionarias.
A Finales de los 60 y principios de los 70, en el seno del movimiento sindical organizado y de la propia estructura de la CNT, se fue desarrollando un movimiento algo difuso en sus límites y en sus definiciones político-sindicales, que algunos hemos llamado la “tendencia combativa”. En su seno militaban compañeros de distintas extracciones políticas pero que tenían como común el anhelo de planteos sindicales más radicales y, en ese aspecto, aparecíamos confrontados en el seno del movimiento con las posiciones sustentadas por la dirección mayoritaria de la CNT orientada por el Partido Comunista.
Partíamos de la base de que existían condiciones para un enfrentamiento más general y más a fondo con la política cada vez más prepotente y anti-popular desarrollada por el gobierno de Pacheco Areco. En el plano interno de los sindicatos la tendencia combativa propugnaba un desarrollo de formas más participativas de acción de masas, más democracia sindical, más descentralización en la toma de decisiones, más consulta a las bases.
Visto en perspectiva, creo que en ese conglomerado había mucha gente que simpatizaba con el MLN, con la ROE fundada a partir de la FAU en 1968, con los GAU, con el Partido Socialista, con el MIR de tendencia pro-china, así como sindicalistas autónomos y sectores radicalizados del movimiento estudiantil, el FER, que tuvo influencia en los estudiantes secundarios y la interagrupacional universitaria, en la que tenía mucha influencia el MLN.

RADICALIZACION DE LAS CAPAS MEDIAS
Hugo hacía una breve referencia a la situación de las capas medias, quisiera que profundizaran en este aspecto. ¿Qué pasó con las capas media en esta crisis de los sesenta? Entiendo que el deterioro de su nivel de vida fue muy grande y que esto determinó una gran radicalización de estas capas en un país donde, por lo demás, tienen un gran peso social...
Hugo Cores: Yo simplemente quería agregar como explicación de la radicalización de algunos sectores de la pequeña burguesía, de las capas medias, un fenómeno que tiene que ver con una incubación de tipo moral e intelectual que se dio y que fue muy amplia. Mucha gente sentía que el país había entrado en un proceso de pérdida de vitalidad, de lenta descomposición, de falta de ímpetu, de falta de capacidad de rectificación, de falta de energía nacional. Me parece que eso marca un poco uno de los rasgos de la crisis política, cómo la gente empezó a vivir el sistema político: la desconfianza en la posibilidad de cambios, en el personal político.
Viendo un poco las actitudes y los discursos de la intelectualidad uruguaya de la década del 60, uno recuerda un poema del argentino Juan Gelman que es como una profecía trágica, dice: “por fin hay muertos por la patria”. Hubo un momento en que acá muchos intelectuales, incluso personalidades religiosas, estaban un poco en una tesitura parecida. Dicho así parece un poco brutal, pero hay cosas de Benedetti, de Cristina Pieri Rossi, de Carlos Maggi en ese sentido. Hay una obra de Benedetti que se llama El país de la cola de paja, que es el libro más vendido, ya lleva 20 ediciones, un libro del que se deben haber vendido 30 mil ejemplares en el Uruguay, un best seller absoluto de la ensayística político uruguaya de toda la historia. Y en el fondo lo que dice es que en esa vergüenza del Uruguay decadente todos éramos responsables.
Rastreando las primeras noticias de las acciones directas en el Uruguay de aquel momento te encuentras una actitud muy positiva hacia “los jóvenes que se arriesgan”, “los que sufren por nosotros”, “los que se juegan”, lo que estaba mostrando desde el punto de vista de la moral colectiva, una situación de disgusto con una sociedad que se empantanaba, donde se percibía una pérdida de valores, donde no sólo se perdía el salario, sino que se perdía la ética colectiva; donde existía la impunidad política, donde a un político tradicional lo denunciaban por ladrón, perdía las elecciones y volvía como presidente de un ente autónomo.
Disgusto con la sociedad, admiración por los que “se juegan el pellejo”. Todo esto se da enmascarando la poca decisión de algunos sectores de convertirse ellos mismos en protagonistas.
De todos modos, creo que entre 1968 y 1973 el predominio del reformismo, fuese del origen que fuese, significó un obstáculo para el desarrollo de una estrategia que permitiera una mayor acumulación de fuerzas y el desarrollo de todas las potencialidades revolucionarias que se anudaron en ese período. En esa época, como fuerza política, rechazábamos las concepciones economicistas del stalinismo, así como su modelo de construcción socialista. También rechazábamos el parlamentarismo y las concepciones idílicas acerca del tránsito al socialismo. No podemos negar, sin embargo, que estas posiciones muchas veces nos condujeron a la “aversión a la política” que Lenin criticó en sus escritos.

MEDIDAS PRONTAS DE SEGURIDAD Y ESCEPTICISMO ELECTORAL
Hugo Cores: Ese es el marco que explica por qué una parte de la izquierda tiene la sensación de que el sistema político y las vías electorales que nos proponían como alternativa de cambio estaban considerablemente manipuladas, desgastadas, y que por esa vía era imposible brindar una alternativa efectiva de poder en el país…
-¿De ahí la marginación electoral de la Federación Anarquista en la que tú militabas?
Hugo Cores: Así es. Luego nosotros formamos la Resistencia Obrero-Estudiantil (ROE) que tampoco participó en el Frente Amplio. Creo que es también ese esceptisismo por lo electoral, ese escepticismo ante un sistema político que se desprestigiaba, lo que está en la raíz del surgimiento del MLN; es decir, el agotamiento de determinadas formas de trabajo que incluían el agotamiento también de la izquierda...

Si yo entiendo bien, ese descreimiento electoral del cual hablaba Korzeniak no era tanto que el pueblo estuviera contra las elecciones, sino simplemente que la izquierda no había levantado una alternativa, o sea, que el pueblo veía que las alternativas que se hablan levantado por separado no tenían ninguna perspectiva y que, por lo tanto, cuando se levanta una alternativa que si tiene perspectiva la gente se vuelca a ella ¿Es eso?
Hugo Cores: De todos modos, creo que sería interesante registrar que hay una parte de la ciudadanía cuya participación en el sistema, político, y cuya actitud frente a las elecciones estuvo durante decenios, y está todavía muy condicionada por los mecanismos de caudillismo, por lo que aquí se llamaba “tropeo de votos” a través de una pirámide de caudillos y sub-caudillos regionales, por lo cual el individuo concurría a votar sin mayor noción de qué era lo que estaba en juego. Era una especie de ceremonia a la que se le daba una importancia muy relativa.
Creo importante recordar también que las guerras civiles que duraron hasta 1904 en el Uruguay, fueron importantes para marcar identidades políticas. Fue el último país en pacificarse del ciclo de la independencia. Eso marcó a una cantidad de gente en forma emotiva y muchos se seguían comportando ante la elección de acuerdo a lo que había sido su abuelo, si blanco o colorado.

PACHECO ARECO Y LA ACELERACION HISTORICA
Hugo Cores: En 1959 lo más interesante es lo siguiente: creo que a partir de que se endurece la confrontación con el Estado tienden a desaparecer de la escena política los políticos profesionales de matriz populista, contemporizadores, como el mencionado Fernández Crespo y aquellos sectores que buscaban hacer jugar al Estado un papel más arbitral: el estado paternalista benefactor, siendo desplazados por los banqueros y los empresarios. El gabinete de Pacheco está conformado por un conjunto de ministros vinculados a los estancieros, a los ganaderos, a los industriales y a los banqueros, fundamentalmente a los banqueros. Y junto a esa medida se incrementa la represión y se incrementa la resistencia popular y las luchas populares.
Entre el 68 y el 72, este país entró en un proceso de aceleración histórica, antes de esa fecha era un país que venía con un tiempo muy demorado. La crisis económica, la concentración del poder político y la aparición de la guerrilla son factores fundamentales de esa aceleración. Me parece que esto hay que tomarlo en cuenta. Ante el impacto que sobre la población y sobre las tradiciones de la población provocó el autoritarismo, el nuevo estilo de gobierno, miles de personas estuvieron dispuestas a ingresar a la vida clandestina. 10 mil, 12 mil en este país accedieron a organizarse clandestinamente; cientos de miles protagonizaron huelgas y no sólo huelgas parciales, sino huelgas generales, paros generales, resistieron militarizaciones de gremios enteros...
Hay una fecha muy importante, el 14 de agosto del 68, día en que asesinan a Líber Arce, un estudiante, por primera vez en la calle.
No creo que partido alguno haya decidido orgánicamente esos hechos de violencia que, en ese momento tuvieron, efectivamente, un efecto desacumulador.[1] Hasta lo que yo sé fue algo espontáneo, una expresión de primitivismo protagonizada por gente de ala más radical del movimiento obrero y estudiantil que, de hecho, formaba parte de la periferia de algunas organizaciones de izquierda, entre ellas de la nuestra: Conviene recordarlo críticamente, pero sin olvidar que en algunos compañeros este primitivismo, expresión de indignación y rabia, fue el primer paso en un proceso que culminó en la adopción de un compromiso político estable. En otros, ese comportamiento marginal, se escleró en una actitud permanente y se revistió de un discurso ultra izquierdista e intransigente. De todos modos, visto a la luz de lo que ocurrió después, los hechos de la noche del 14 de agosto del 68 no creo que sean importantes.
En cuanto a su crítica al PC concuerdo enteramente con Héctor Rodríguez. Por entonces yo era vicepresidente de la CNT e integrábamos con Héctor su Secretariado Ejecutivo. Existió un gran potencial de lucha, y no sólo por el salario, sino también por la dignidad y la libertad, al que no se brindó canales unificados de desarrollo.

-¿Cómo caracterizaban ustedes ese periodo de aceleración histórica que es produce a partir del gobierno de Pacheco Areco?
Hugo Cores: Para nosotros se abre en ese momento un período que describimos como una situación en la que empezaban a aparecer algunos rasgos pre-revolucionarios. El Uruguay se venía abajo en un sentido regresivo no sólo en lo económico, sino también en lo político, en las normas de convivencia. Daba la sensación de que algo se estaba terminando. Y a su vez sentimos que no era así como lo veía el Partido Comunista yen ese sentido se producían confrontaciones en el seno del movimiento sindical, y a veces también en el seno del movimiento estudiantil, polémicas públicas en las que nosotros le recriminábamos al Partido Comunista tener posiciones excesivamente moderadas o, digamos más brutalmente, conciliadoras. En ese momento su preocupación central era ampliar el esquema de alianzas, que había que crear instrumentos políticos más amplios. Esto no llegaba a romper la unidad de la CNT, pero provocaba dentro de ésta una polémica.
Creo que un tema para discutir es la caracterización que se hacía de la coyuntura en aquel momento. Ya decía que para nosotros se había creado una situación que empezaba a parecerse a una situación pre-revolucionaría.
Nosotros en ese momento la caracterizábamos como una situación de resistencia, no pre-revolucionaria. Pero yo después me he preguntado si eso era correcto. En realidad se estaba produciendo un resquebrajamiento de la unidad de los partidos tradicionales, una parte grande de la intelectualidad se había volcado a la izquierda y tenía simpatías por la izquierda revolucionaria, el movimiento obrero unido llevaba adelante acciones de extraordinaria magnitud e importancia —ahora se habla como cosa importante de una huelga que dura 20 ó 25 días, en ese momento habían huelgas de 90 días, con incursiones en formas violentas, con enfrentamientos con la policía, muy frecuentes; a partir de junio del 68 hasta el 71 prácticamente a diario había enfrentamientos de obreros con la policía.
Yo le decía a Valenti que en ese momento todos nosotros, creo que el Partido Socialista también, veíamos al Partido Comunista, que tenía la mayoría de la dirección del movimiento sindical, como una fuerza excesivamente moderada y que estaba apostando a un proceso de acumulación más amplio y que aparecía como frenando lo que nosotros reclamábamos que era un plan de lucha de conjunto, una mayor proximidad con los métodos de lucha armada del MLN y no un divorcio tan categórico entre las acciones de radicalización del movimiento obrero y la que estaban operando en la guerrilla. Quisiera que Valenti respondiera sobre este tema.
Hugo Cores: Valenti dijo una cosa que me parece muy importante y que coincide con una conclusión que yo saco de aquel momento. Yo creo que hubo un momento en el cuál la lucha ideológica dentro de la izquierda fue muy enconada ya veces muy dura... Pero nunca nos sentamos en una mesa a discutir cómo articulábamos las formas de acción, cosa que sí hizo la burguesía. Y de alguna manera fuimos siendo derrotados; la izquierda fue derrotada... Y creo que esa cuestión hay que consignarla. En algún lugar del debate hay que poner que la izquierda, en un proceso de acumulación muy intenso que se dio entre el 68 y el 73, fue derrotada por diez años. Se detuvo ese proceso de acumulación y nos impusieron derrotas en el plano económico, en la capacidad de autoorganización popular y de los trabajadores, en el plano de los derechos humanos, en el plano de los derechos civiles, de los derechos políticos; se procesó un cambio en la estructura del estado en un sentido autoritario del que no hemos podido salir...

SINTESIS DEL CONTEXTO EN QUE NACE EL FRENTE AMPLIO
Hugo Cores: Hacia fines de 1970 y principios del 71, se vivía en Uruguay un proceso de intensificación de las luchas provocadas por el gobierno semi dictatorial de Jorge Pacheco Areco. Esto nos lleva al tema de qué tipo de democracia se vivía en el Uruguay en aquel momento. Desde el año 67 se asistía a un proceso de concentración del poder en manos del ejecutivo.
El parlamento tenía una muy escasa gravitación y fue cayendo en el desprestigio. En ese sentido es sintomático que gran parte de la campaña de los militares golpistas haya sido contra la corrupción o la demagogia de los políticos y haya tenido eco en algunos sectores menos politizados del pueblo. Era además una democracia carente de espacios participativos, tanto a nivel de gobiernos departamentales, como en las grandes empresas del estado. Toleraba mal y reprimía frecuentemente todas las formas de autorganización popular. Por otra parte, era una democracia en la cual, en función de la distorsión y el falseamiento de los mecanismos de representación política, se adoptaron decisiones en materia económico-social crecientemente perjudiciales para las grandes mayorías política de salarios perjudicial para los trabajadores, deterioro creciente del sistema de previsión social y de la educación pública, falta de apoyo a los medianos y pequeños productores rurales. Se trataba de una democracia en la cual no funcionaban mecanismos de control político desde las bases y ni siquiera de los dirigentes intermedios: no funcionaban las convenciones de los partidos que en el período inicial del batllismo habían constituido un ámbito de debate y vigilancia político-partidaria sobre la gestión administrativa y el ejercicio del poder del elenco gobernante. Todo esto se podía resumir en una expresión de Zelmar Michelini: “Uruguay ha asistido en los últimos años al vaciamiento del contenido democrático de sus instituciones”.
En síntesis, para el ciudadano común uruguayo la democracia se reducía a elegir cada 4 o 5 años entre las ofertas previamente manipuladas por las elites políticas a través de los tortuosos mecanismos establecidos por una endiablada legislación electoral. Esta, comúnmente llamada “Ley de lemas” está compuesta en realidad por una serie de leyes. Sin entrar en los detalles, sin duda importantes, sirva como ejemplo el hecho de que Bordaberry fue elegido presidente de la república con sólo el 21% de los votos, apenas un 2% más de lo que obtuvo Seregni, pero se vio beneficiado por el conjunto de votos emitidos al lema Partido Colorado dentro del cual votaba el sector de Vasconcellos y de Flores Mora que aportaron alrededor de 10 mil votos y que basaron su campaña electoral en su antipachequismo. En el cómputo final el pachequista Bordaberry superó al opositor blanco Wilson Ferreira sólo por unos 10 mil votos. En síntesis el resultado final de la votación distorsionó la voluntad política de las mayorías ciudadanas.
Concluyendo, la democracia anterior al golpe ya contenía fuertes elementos de concentración autoritaria, era marcadamente no participativa y con ella se aplicaron durante decenios políticas de carácter antipopular.
Hay quienes sostienen que la izquierda ha desdeñado la democracia y sus valores. Creo más bien que nosotros defendíamos, en nombre de las libertades públicas y sindicales, y de la defensa de los intereses materiales de los trabajadores, los aspectos populares de la democracia, los valores sustantivos que hacen que ésta sea el gobierno del pueblo.
Como corriente política nosotros levantábamos más la bandera de las libertades que el tema de la democracia. Nuestras críticas al modelo soviético y, en panicular, al stalinismo provenían desde ese ángulo y las sintetizábamos definiéndonos como una organización de combate por el socialismo y la libertad.

EL FRENTE AMPLIO: SURGIMIENTO Y FUERZAS QUE LO COMPONEN.
Hugo Cores: Ingresamos al Frente Amplio porque percibimos que no era posible realizar una política de masas fuera de éste. Todos los que dentro del país, de un modo u otro habían resistido tenían una identificación emocional con los símbolos, con los mártires y con los líderes presos del Frente Amplio. Esto ocurría casi independiente de contenidos programáticos o líneas políticas. Era una forma de identificación profunda, duradera, incorporada a la vida de la gente en horas de dolor y sufrimiento, y que aparecía, al mismo tiempo, como la renovación de la esperanza y los cambios. Los hechos nos demostraron que esta apreciación era justa cuando, en el 84, y cuando aún muchos dirigentes vacilaban, de golpe la ciudad se pobló de decenas de miles de banderas frenteamplistas y se abrieron otra vez cientos de Comités de Base en todo el país.
-¿Fue solamente un proyecto electoral o desde sus inicios se planteó dentro de una perspectiva más amplia? ¿Tenían todas las fuerzas que lo integraron inicialmente una misma visión en cuanto a la perspectiva de este Instrumento?
Hugo Cores: En el Frente Amplio hay un debate inicial que es interesante, parte de los articuladores del Frente: Juan Pablo Terra, Bruschera, etc. levantan la alternativa electoral del Frente Amplio como una alternativa contra la guerrilla... Hay un folleto nuestro de aquel momento que se titula: ¿Tiempo de lucha, tiempo de elecciones? con signo de interrogación, donde consignamos todas las declaraciones de un sector que después se mostró como el más centrista y conciliador, particularmente el PDC, que trataba de canalizar hacia una vía legal electoral lo que parecía ser el desborde hacia la izquierda y hacia los métodos de lucha radicales mediante la vía de la creación de un frente electoral. Ante ese proyecto puramente electoralista y reformista nosotros actuamos equivocadamente: vimos sólo eso... No vimos que el Frente Amplio iba a ser otra cosa además de eso; sobre todo que se iba a transformar en un gran espacio de protagonismo y de identificación política de masas... Ese hecho me parece de enorme trascendencia porque eso te explica que 10 años de dictadura no mataron esa identificación política frenteamplista... La gente en realidad adhirió a través de su programa, a través de lo que significaba de que estuvieran juntas figuras que venían de experiencias diversas, pero, sobre todo, al surgimiento de una fuerza política que encarnaba la resistencia popular ante el despotismo y abría la posibilidad de crear una fuerza política nueva de izquierda, que quebrara el bipartidismo predominante en el país desde el siglo pasado.

-¿Qué capacidad de intervención en la toma de decisiones tienen los Comites de Base dentro del Frente Amplio? ¿Tienen alguna capacidad de fiscalización sobre al dirección?
Hugo Cores: En general han tenido poca intervención en las decisiones. Hay excepciones. Te podría decir que a través de los Comités de Base se canalizó en 1989 una aspiración sentida por la inmensa mayoría de los frenteamplistas como lo era la candidatura de Danilo Astori al senado. Por supuesto que en esto no fueron decisivos sólo los Comités de, Base. Hubo una prédica insistente del influyente semanario Brecha y algo tuvimos que ver nosotros como organización política; que nos sentíamos muy representados tanto por la claridad y la radicalidad de su pensamiento, como por su estilo persuasivo y su condición de crítico riguroso del gobierno de Sanguinetti.
En este último período el desfibramiento de la militancia de izquierda ha contribuido a empequeñecer las posibilidades de participación de los Comités de Base. Esto nos parece una de las cosas más negativas de la actual situación, porque sin gente participando en los Comités de Base es imposible aplicar en serio el programa del gobierno municipal; sin Comités de Base participativos no es imaginable una victoria electoral y, mucho menos, la aplicación del programa transformador del FA.
Como en todo estado de democracia capitalista hay una acción sistemática, desde arriba, por parte de los sectores dominantes por desestimular la participación política. Su ideal es a lo sumo un hombre solo sentado frente a un televisor, nada de gente reunida y discutiendo, y menos aún interviniendo en la toma de decisiones. La política es cosa reservada a los profesionales.
Pero, además de esto operan algunas prácticas nocivas como cierto estilo dirigentista que tiende a prevalecer en el FA. A veces en las reuniones de la Mesa Política se oye un tipo de argumento que yo he caracterizado como anaerobio asimilándolo a algunas bacterias que se mueren al aire. Argumentos que sólo se pueden esgrimir en el ámbito restringido de dirigentes presuntamente omnisapientes, responsables y maduros, pero si hubiera 50 personas, no digo mil sino 50, ya esos argumentos no se podrían plantear. Creo que gran parte de los errores “posibilistas” o seudorrealistas cometidos por el Frente durante lo primeros años del gobierno de Sanguinetti tuvieron este origen. Como es lógico, los argumentos anaerobios no se pueden transmitir a los Comités de Base. Los militantes del Frente quedan desconcertados y esta es una de las raíces, no la única, del proceso de desmoralización existente. Mejor sería dejar cualquier paternalismo de lado y si hay diferencias que éstas también lleguen a conocimiento de los militantes de base para que también ellos, estén en condiciones de intervenir en las decisiones
En esas condiciones la capacidad de fiscalización es muy restringida.
Hugo Cores: No puedo aceptar el repudio a la utopía, al menos que sea a las utopías reaccionarias como el falangismo, el fascismo o la fundación del Tercer Reich o la de un orden internacional que bajo liderazgo de Estados Unidos mejore las condiciones de vida del hombre sobre la tierra.[2] Todo programa de cambios en un sentido popular y progresista comporta una utopía. Esto es válido no sólo para el socialismo. Lo es también para el propio cristianismo. ¿Se ha realizado en algún lugar el “programa” contenido en el evangelio o el programa artiguista, federalista, popular, libertario o aspectos propios del liberalismo humanista que tiñen todo un capítulo de la constitución uruguaya estableciendo el derecho de todos a la vivienda, educación, salud, trabajo? El Uruguay real sería el que es sin la utopía evangélica, sin la utopía artiguista, sin la utopía socialista. Por esas utopías luchamos ¿Lo hacemos por ilusos, cobardes o demagogos?
La utopía, que implica rebelarse ante el fatalismo, marca a la vez la necesidad, para quién aspira a los cambios de transformarse a sí mismo. Tenemos que medirnos no sólo frente a la sórdida realidad de la miseria de hoy, sino frente a la grandeza de nuestros proyectos de cambio. Medirnos para empinarnos sobre nuestras flaquezas y no para resignarnos a ellas; y no para hacer de necesidad virtud y llamar a eso realismo.
El mundo ha cambiado. Las condiciones para luchar por nuestra utopía de justicia y libertad ha cambiado, pero no ha cambiado nuestra inquietante, exigente, removedora utopía de un mundo sin explotados ni explotadores, sin opresores ni oprimidos, es decir, por un mundo socialista.

[1] Hugo Cores se refiere, a que el 14 de agosto a consecuencia del asesinato de Liber Arce, se incendiaron algunos clubes políticos y se atacaron las vidrieras de algunos comercios.
[2] Hugo Cores se refiere a una intervención anterior del Senador Francisco Rodríguez Camusso, en la que expresaba: ” Yo creo que si hay una cosa que le ha hecho mal a la política, que le ha hecho mal a la izquierda y que le ha hecho mal a los pueblos, son los utopías”.

00/04/90 Los desafíos de una izquierda legal
Segunda parte Libro de Marta Harneker




¿TIENE O NO IMPORTANCIA REFLEXIONAR SOBRE EL PASADO?
-Esta sesión de la mesa redonda la vamos a centrar en los aspectos históricos y creo que es una parte fundamental del trabajo, porque considero que el análisis del pasado, de los errores y de los aciertos, es muy importante para construir el futuro y, sobre todo, para que el resto de la gente que va a leer este libro en América Latina pueda aprovechar mejor de las experiencias del Frente Amplio. Me parece que en un sentido global se podría hacer un análisis de los grandes hechos que dividieron a la izquierda en el pasado y cómo lo están viendo hoy. Tal vez hayan llegado ustedes a una apreciación común de asuntos que en aquel momento merecieron discrepancias muy de fondo. En ese sentido Héctor Rodríguez insiste mucho en sus apuntes, en que nunca se ha hecho un balance del período 68 - 73. Yo he detectado dos grandes críticas en la cual hay más o menos un consenso. Por un lado, se dice que el Partido Comunista tuvo en el pasado una actitud de freno del movimiento social, y especialmente el movimiento sindical, en varios momentos de la historia. Por otro lado, también hay un criterio crítico respecto a la acción de los Tupamaros, especialmente en el año 72, se afirma que sus acción fueron mucho más allá de lo que era posible hacer, que hubo una subestimación de los mili tares, contribuyendo así a agravar la situación caótica que ya vivía el país. Antes de comenzar con el análisis de cada tema en particular, quisiera saber si ustedes creen que tiene sentido realizar este esfuerzo.
Hugo Cores: El problema es que no todas las autocríticas pueden ser verdaderas a la vez.[1] Y, además, si no se abordan y se saldan los errores de pensamiento, vuelven a aparecer, aunque no siempre bajo la misma forma. Ese es un problema que hay que resolver. Y yo casi le diría lo mismo al Ñato. En algún momento deberíamos saber cuál es su autocrítica como organización. A mí no me conforma que 43 versiones diferentes esperen a un historiador, porque nosotros tenemos que proponer nuevas líneas de acción política y tenemos que brindarle explicaciones a la gente, porque el desconcierto, la falta de motivación de muchos militantes, en gran medida proviene de que no tienen una visión coherente entre lo que ocurrió y la realidad actual. Y no hay 10 verdades, hay una sola verdad sobre los errores. Una frente a la cual podrá existir otra explicación y en algún momento se optará por alguna de ellas, pero no decenas o tantas como militantes existen, porque si no, ¿sobre qué bases vos recobrás la confianza en los instrumentos políticos si no lograste ponerte de acuerdo colectivamente en el análisis de los errores cometidos. Por ejemplo, en el error de haber acentuado la acción militar en un período en el cual no estaban en condiciones de mantenerla, o en el error que cometieron, los comunistas -y en eso coincido con Héctor [2]- de no desplegar todo el potencial del movimiento de masas en determinado período. Si vos no te ponés de acuerdo en eso, ¿cómo relanzás la construcción de un proyecto político?
Dejando de lado los que por una razón u otra cortaron con su pasado, lo que para mí es adoptar una actitud equivocada, porque en materia de autocrítica nunca va a faltar quien - y no precisamente para ayudarte - te “dé una manito” para “hacerte la autocrítica”. Dejando de lado eso, decía, ha habido dos formas de hacerlo. Una que apuesta al factor emocional: “Nos habíamos amado tanto”, “padecimos tanto juntos”. La otra es por vía del aparato, o sea, los aparatos funcionan, resuelven problemas, recaudan, relanzan la propaganda, tienen funcionarios que trabajan para la organización política o para los sindicatos. Creo que si el factor de unidad orgánica, es aparatístico o puramente emocional eso, tarde o temprano, conduce al sectarismo. Estoy convencido de que si el factor aglutinador no es la línea política surgida de un examen crítico de la experiencia histórica, no es duradero. Por eso me parece que el esfuerzo por reflexionar sobre estos temas es muy positivo. Valenti, tú mismo reconocías que todos nosotros internamente hemos hecho procesos de valoración histórica. Lo que yo propongo es que, además, los cotejemos y que de estos análisis separemos los errores episódicos y vayamos a los fundamentales. Me parece que ese es un aspecto básico para el relanzamiento político de cada uno y hasta para el reordenamiento en torno a ejes políticos racionales de los agrupamientos y los matices existentes dentro del propio Frente. Creo que cada organización política debe hacer esto, para evitar incluso una problemática que puede plantearse en algún momento en el Frente. Yo en esto quiero ser muy franco, casi atrevido. No es deseable que los comunistas, que pueden encontrarse con el problema de que no logran sintetizar en el ámbito de sus debates internos una nueva propuesta, transfieran “crudos” sus dilemas al seno del Frente Amplio, que es otra cosa, que tiene otras reglas de juego para procesar este tipo de debates y que, por definición, siempre albergará en su seno distintas orientaciones.
Entonces creo que primero, cada organización debe tomarse toda la copa de acíbar o de miel que le deja su trayectoria y después que termine de hacerlo, decir públicamente: esto es lo que nosotros traemos. Me parece que esta operación es imprescindible en los procesos de balance y relanzamiento de modalidades de unidad superior.
-Respecto a lo que dice Hugo, hay una frase de Althusser que a mi me parece básica, “No basta reconocer los errores, hay que conocer sus causas”. Eso lo decía en el 63-64, cuando se diagnosticaron los errores del socialismo, pero se atribuían al culto de la personalidad de Stalin. Si no se conocen las causas de los errores, estos se vuelven a reproducir. Yo creo que eso es importante, porque de lo que se trata no es de reconocer las culpas, sino de ver por qué se produjeron, con qué lógica; para poder evitar que esos mismos errores se reproduzcan.
Hugo Cores Yo creo que no enfrentar el análisis del pasado es un atajo practicista Si nuestro objetivo actual es el mismo de ayer es decir quebrar el poder de la oligarquía y del imperialismo en el país, y nos va a costar mucho tiempo volver a crear una situación en términos de acumulación de fuerzas del tipo de la que se creó entre 1968 y 1973.
Hugo Cores: No se trata de recrear esa situación. Lo que digo es que si lo que nos proponemos es el objetivo de romper la dominación política, económica y militar, o sea, si los objetivos programáticos son sustancialmente los mismos porque lo que hay que cambiar no sólo ha permanecido, sino que ha empeorado - la dependencia, la pobreza, el estancamiento -, entonces vamos a necesitar no sólo los niveles alcanzados por el movimiento popular de aquella época, sino aún mayores. Y para lograrlos me parece importante examinar qué errores cometimos en el pasado que impidieron la plena expresión de la fuerza acumulada por el movimiento popular.
Hugo Cores: Nosotros probablemente hemos sido uno de los pocos que, no sólo vimos los errores, sino que intentarnos cortar de raíz con la teoría que nos conducía a cometer esos errores prácticos. ¿Por qué ocurrió esto? Hubo un momento en el año 74, 75, en el cual los GAU estaban golpeados, el MLN con toda su dirección estaba golpeado, disperso; el Partido Comunista empezaba a ser golpeado violentamente, y nosotros habíamos conseguido algunos éxitos importantes... Para el partido hubo una especie de “terreno vacío”. Y se dio una buena acumulación material y de militantes. Exactamente fue ese momento en el cual se vio que nuestros errores no se debían a que éramos pobres, a que éramos chicos, a que estábamos enfrentados a un espacio ocupado por otros.
En una situación de ese tipo, ¿qué decidió el partido? Dedicó todo su esfuerzo a una gran acción propagandística que era una operación de aparato, reiterando en peores condiciones errores que nosotros le habíamos criticado al MLN. Caímos en una especie de nueva versión del sensacionalismo político o de foquismo. Un error gravísimo. Revisando dos años después críticamente este proceso concluimos que en el fondo esa operación era una “recidiva” de la idea anarquista de la propaganda por el hecho.
Nosotros teníamos una buena infraestructura organizativa y - para un periodo como ese, de fuerte represión - un buen número de militantes, muchos de ellos fogueados en una larga trayectoria. En Buenos Aires teníamos grandes coincidencias y una relación estable con Michelini, Erro y otros compañeros que ensayaban la conformación de la Unión Artiguista de Liberación (UAL). ¿Vos crees que le propusimos a Michelini y a Erro sacar un semanario, tener una audición de radio en Buenos Aires para que llegara a Uruguay, o sea, hacer política de masas con aliados con los cuates teníamos una cantidad de cosas en común? No. ¿Qué se nos ocurrió?, una gran’ acción de propaganda contra la dictadura en la prensa burguesa uruguaya, que comenzó a aparecer como propaganda comercial y que luego iba a transformarse en propaganda política, anunciando la creación del PVP. Lo que procurábamos era demostrar con eso que la resistencia era posible, cosa que no se logró hacer porque el grupo encargado de implementarlo cayó preso al poco tiempo de iniciada la campaña. Analizando críticamente esto, nos sentimos obligadas a ir al fondo y decir: lo que ocurre es que estamos formados en un pensamiento que propende a este tipo de acciones porque proviene de nuestra formación anarquista. y haber llegado a esa conclusión nos pareció fundamental para no volver a incidir en eso.

BALANCE DE LAS ACCIONES DE LOS TUPAMÁROS DEL 72.

- Luego de esta larga discusión acerca de la conveniencia o inconveniencia de hacer un análisis acerca de los grandes hitos del pasado, creo que la mayoría se ha mostrado a favor de realizar este esfuerzo y ha considerado valioso que se haga en forma conjunta. Como punto de partida me ha parecido. Interesante comenzar por discutir las afirmaciones que hace Héctor Rodríguez y que anteriormente resumí. El no pudo participar en la mesa redonda pero ha enviados sus opiniones.
Hugo Cores: Una pregunta. ¿Un documento que se difundió en aquel período es auténtico?, porque me pareció reconocer tu pluma... En el se decía algo así como: los Tupamaros irrumpimos en la escena política uruguaya a través de acción innovadora, armada, tratando de abrir una expectativa, una esperanza en la vía revolucionaria a partir del empleo de estos métodos, pero la sociedad uruguaya fue absorbiendo dosis creciente de violencia y, por lo tanto, es necesario un salto de calidad. Yo tengo la impresión de que eso se difundió, se conoció, lo que relativizaría el hecho de que tú dices que fue un poco por la libre, O sea, que había en cierta medida un análisis, no tanto de coyuntura, sino de carácter un poco más estratégico, en cuanto a que el accionar de ustedes en ese momento estaba siendo absorbido por el sistema político uruguayo, que lo había incorporado como un factor más; no se lograba, romper ciertas barreras de acumulación, se había llegado a una especie de techo en cuanto al impacto sobre la sociedad y al crecimiento.[3]

LOS COMUNICADOS 4 Y 7

Hugo Cores: Creo también que habría que profundizar más en lo que Valenti llama la cultura que llevó a una sobrevalorización de las llamadas corrientes progresistas dentro de las fuerzas armadas.[4] Las expectativas que el PC puso en la contradicción menor que significó el movimiento militar de febrero del 73 substanciado en los Comunicados 4 y 7 fueron duraderas, como línea del PC se prolongaron por lo menos hasta 1975. El apoyo a estos Comunicados implicó un verdadero golpe de timón en las tradiciones legalistas del propio PC y fue concebido como una especie de atajo en una supuesta vía de aproximación al poder. Después de un año de denunciar y enfrentar la salvaje represión militar de 1972, se le brindó un cierto apoyo al mismo elenco que había liderado la represión utilizando métodos brutales de tortura e intimidación.
Esto provocó, en primer lugar, una gran confusión en el seno de la izquierda y del movimiento obrero tres meses antes del golpe de estado. Además suscitó la desconfianza hacia el Partido Comunista de corrientes de opinión democráticas, civilistas y constitucionalistas, una de cuyas expresiones más significativas fue la de don Carlos Quijano, pero también alcanzó a sectores democráticos de los partidos tradicionales, en especial del Partido Nacional.
El apoyo a los militares supuestamente peruanistas fue un traslado mecánico de experiencias de otros países del Tercer Mundo: Etiopía, Ecuador, el propio Perú, con estructuras sociales y políticas sustancialmente distintas a las de Uruguay, donde existía una experiencia de lucha política democrática de masas, organizaciones sindicales fuertes y unificadas, y tradiciones partidistas arraigadas en la gente.
Creo que los errores del PC en relación a la radicalización de las luchas en el 68 - 69 y en relación a la guerrilla primero y a los militares después, en el 72 y febrero del 73, tuvieron efectos prolongados. Esos fueron los últimos años de debate más o menos abierto y marcaron con su impronta la mentalidad con que se abordaron los hechos posteriores.
Quisiera además hacer algunas precisiones respecto a la experiencia peruana. Las FFAA de los países del Sur: Chile, Argentina y Uruguay, fueron impermeables, en lo esencial, a las inflexiones peruanistas. Esto se explica porque son sociedades fuertemente integradas, estatizadas, con gran presencia del movimiento obrero y de la lucha de clases desde principios del siglo XX. Desde entonces la ideología predominante en el ejército fue la de considerarse el último bastión en la defensa del statu quo, del orden establecido, ante la subversión a la que se suele condenar como agresión extranjera.

GOLPE DEL 73, HUELGA GENERAL Y APARATO MILITAR DEL PC.

-Sería importante reflexionar conjuntamente acerca del por qué de la derrota sufrida en el 73. Una de las cuestiones más polémicas que yo he detectado en sectores de la izquierda respecto al, pasado es el tema de la huelga general que se dio en respuesta al golpe. Hay quienes sostienen que por fallas de conducción de las fuerzas populares no pudieron desplegar toda su capacidad de resistencia. ¿Qué balance hacen ustedes hoy de ese episodio?
Hugo Cores: Yo creo que la falta de un “estado mayor”, una instancia de discusión mayor fue uno de los más graves problemas. ¿Por qué? Porque efectivamente, tuvimos un debate tremendo en el movimiento sindical; con los enfrentamientos en agosto del 72 en la calle. El movimiento sindical se partió por la mitad porque era muy fuerte el sector que tenía simpatías por la guerrilla, y que se enfrentaba muy duramente con el PC. Después éste se autocriticó por no corear la consigna: “liberar a los presos. por luchar”... Ellos mismos lo dijeron: “Pensar que por esta consigna nos peleábamos en el 72 y ahora después, al final de la dictadura, la coreamos todos”. Para el PC los presos de la guerrilla eran una cosa y los del movimiento sindical eran otra. De abril a septiembre de 1972, en el “año de la furia” como lo llamó el maestro Quijano, con miles de presos de la guerrilla y la ciudad aterrorizada por las sirenas de las camionetas de la represión, la mayoría de la dirección de la CNT no estuvo a la altura del desafió planteado.
Conviene recordar algunos rasgos de la coyuntura del 72. En las elecciones de noviembre del 71 el pachequismo, cuyo candidato presidencial era Bordaberry - independientemente de si hubo o no fraude - consiguió una alta votación porque a lo largo del año 71 manipuló hábilmente por lo menos tres variables importantes de la política económica. Desde el espacio político, y por razones político-electorales se dejaron de aplicar las recetas fondomonetaristas durante un año, dato significativo este predominio de lo político sobre lo económico durante un momento táctico para asegurar el continuismo de las mismas fracciones burguesas en el poder. Primero, Pacheco mantuvo el dólar congelado durante todo el año; segundo, otorgó un aumento significativo a los jubilados y pensionistas y, tercero, otorgó un aumento a los salarios de les trabajadores, que estaba casi un diez por ciento por encima de lo que reclamaba la CNT. De ese modo consiguió un amplio apoyo electoral en sectores populares no alcanzados por el trabajo y propuestas organizativas de la izquierda. Así ganó Pacheco. Pero, una vez asegurado el continuismo de su fracción, con Bordaberry llegó “la hora de la verdad”. A partir del primero de marzo del 72 se revalúa 100% el dólar, se desata la inflación y se produce una rebaja importante del salario real a partir de decisiones adoptadas por el propio gobierno.
En respuesta a esto se produce la movilización obrera más Importante de todo el período, que se concreta en un impresionante paro general el día 13 de abril. Las demandas populares insatisfechas en el plano económico aparecieron en el mismo momento en que se ejercía la represión contra la guerrilla. En ese momento nosotros desde la ROE y nuestra inserción en el ámbito sindical reclamamos insistentemente la necesidad de un plan de lucha global del movimiento sindical en defensa de los salarios y derechos de los trabajadores conjugándolo con la defensa de tas libertades públicas y en rechazo a los atropellos de los derechos humanos. Esto no se logró debido a la línea política desarrollada por la dirección mayoritaria de la CNT controlada por el Partido Comunista. Creo que esa actitud fue un error gravísimo. Bordaberry estaba a la vez despojando económicamente a las grandes mayorías de trabajadores y pensionistas, y violentando en el plano político, jurídico e ideológico, las tradiciones democráticas, civilistas, y hasta te diría humanitarias, que habían prevalecido en el país durante decenios.
En el campo popular existía un gran potencial de lucha que fue canalizado sólo por una parte del movimiento obrero y del movimiento estudiantil. En ese período son particularmente significativas las luchas de los trabajadores de FUNSA, de la bebida, de la salud. El PCU expresamente decidió no llegar a un enfrentamiento frontal, esto en aras de una concepción de acumulación de fuerzas a largo plazo. Creo qué al hacerlo perdió de vista que el avance autoritario y la derrota de los sectores más combativos comprometía la capacidad futura de respuesta del movimiento popular.

EL PC Y EL FRENO AL MOVIMIENTO DE MASAS
-Volviendo a mi pregunta inicial, Valenti, en general yo he oído bastantes críticas provenientes de algunos sectores de la izquierda, especialmente a los que han trabajado a nivel sindical, que sostienen que el Partido Comunista utiliza al movimiento sindical y lo frena en función de sus objetivos políticos...
Hugo Cores: En relación un aspecto de tu pregunta. Conociendo, la experiencia sindical del varguismo en Brasil, del peronismo en la Argentina, del PRI en México o de Acción Democrática en Venezuela, donde los sindicatos han estado sometidos, no sólo al partido, sino también al estado, yo no creo que se pueda afirmar que el PC haya “utilizado” a las organizaciones sindicales. Si sus puntos de vistas predominaron y predominan en el movimiento sindical - nos guste o no su estrategia o sus métodos - es porque tiene el apoyo de mayorías legítimamente conquistadas debido a la tenacidad de sus militantes, a su preocupación consecuente por hacerse eco de los problemas concretos de los trabajadores y al respeto que inspira su dedicación y estabilidad organizativa. Quizá esto ahora está sufriendo algunas modificaciones pero históricamente fue así, desde hace cuarenta años
Ahora bien, creo, a diferencia de Valenti, que en las concepciones del PC hay una coherencia de largo plazo, que no hay un antes y un después del golpe. Los sustentos teóricos fundamentales de su estrategia están expresados con claridad en los congresos de la década del sesenta yen las obras teóricas de Arismendi…
-¿Crees que fuero, ratificadas en el último Congreso del 90?
Hugo Cores: No, creo que no. Tengo la impresión de que el último congreso es una instancia teórica y políticamente inconclusa, donde subsisten indefiniciones o eclecticismos que a veces son peores en el plano teórico. Mi crítica al eclecticismo no es en nombre del monolitismo ni, por supuesto, mucho menos contra la libertad de debate y el ejercicio de la crítica.
Retomando la pregunta, creo que el peso de las ideas de los comunistas en los sindicatos fue un factor, aunque no el único, que frenó el desarrollo de luchas más profundas. Creo que durante algún período se apostó demasiado a la posibilidad de alianzas con sectores de la burguesía nacional. Se circunscribió la acción del movimiento procurando siempre una capitalización electoral; para emplear una palabra de moda, se podría decir que había un “reduccionismo electoralista” en el que se procuraba meter la rica experiencia de lucha del movimiento obrero y popular. Esto en un período de ofensiva reaccionaria y antidemocrática en el que las clases dominantes atropellaban los derechos democráticos y el movimiento de resistencia popular desplegaba su acción recurriendo de manera creciente a formas de acción ilegales, las únicas posibles en un período de represión como el que se inició en 1968. Este reduccionismo mal contribuyó a preparar a los trabajadores ante la nueva vuelta de tuerca represiva que significó el golpe del 73.

PRISION - RESISTENCIA – EXILIO.
-Entiendo que después del golpe hay tan repliegue del movimiento popular producto de la represión, las muertes y el exilio. ¿Cuáles serian los alcances y la duración de ese repliegue?
¿Cómo el Frente Amplio logró sobrevivir bajo ese régimen de terror?
Hugo Cores: Sobrevivió por la amplitud y la intensidad de su presencia pública entre el 71 y el 73. Quiero poner el énfasis en esto porque he visto que hay compañeros que de un modo u otro minimizan lo que para mí fue un factor decisivo. Las grandes manifestaciones de masas, la experiencia vivida en la calle de fraternización bajo las banderas del Frente de decenas o cientos de miles de personas, fue para una parte considerable de nuestro pueblo la experiencia política más importante de su existencia. Uno no entraba a una manifestación de esas saliendo igual. Se salía fortalecido moral e ideológicamente. De esta manera el Frente Amplio entró, no sólo en la conciencia, sino en el corazón de ciento de miles de uruguayos. Ganar la calle en el 71, inundarla de banderas frenteamplistas, sentirse protagonista del nacimiento de una nueva esperanza, valió tanto corno el programa o los discursos. Sembró con semilla fértil la construcción de la unidad y este hecho, protagonizado contra viento y marea en medio de la ola represiva y el despotismo arrogante de Pacheco, fue, repito, vivido, sentido, incorporado a su historia personal por cientos de miles de uruguayos que adoptaron al Frente Amplio como la identificación política de sus sentimientos de dignidad y sus ansias de libertad y justicia. Cuando se reunen decenas de miles de personas en una manifestación cantando las mismas consignas, con la emoción y el júbilo del coraje compartido, se está ante un hecho nuevo que es esencialmente distinto a una suma de individuos, cada manifestante incorpora para sí lo que vio y vivió y que le dieron otros. Por eso una fuerza política no se puede medir sólo por tos resultados electorales que, esos sí son el resultado de la decisión de “ciudadanos libres e iguales”, en un cuarto secreto, solos frente a las urnas.
- ¿Qué papel desempeñaron la prisión, la resistencia y el exilio durante la dictadura?
Hugo Cores: Primero, creo que más allá de los discursos de la madrugada del 27 de junio del 73, las fuerzas democráticas de los partidos tradicionales no hicieron dentro del país nada realmente efectivo contra la dictadura durante mucho tiempo. Muchos siguieron la consigna: “desensillar hasta que aclare”. Alentaban la esperanza de que, al ir a contrapelo de todas las tradiciones democráticas y civilistas del país, la dictadura se debilitaría sola. Esta pasividad de los dirigentes políticos tradicionales se extendió también a otros ámbitos de la sociedad civil, que en otros países cumplieron un papel importante en defensa de la democracia y de denuncia de los atropellos de los derechos humanos, por ejemplo, la iglesia, la prensa y la Orden de Abogados en Brasil. En cierto sentido la clase obrera y sus destacamentos más organizados, en particular el Partido Comunista y en menor número el PVP y otros grupos de izquierda quedamos cara a cara frente al enemigo. La resistencia se apoyó en la labor tesonera y heroica de miles de militantes clandestinos frente a la pasividad que se fue apoderando de amplios sectores de la pequeña burguesía y otros sectores populares.
Sería imperdonable olvidar a los que durante la dictadura editaron y distribuyeron a costa de su libertad y su vida la Carta del Partido Comunista del periódico “Compañero” y los primeros volantes convocando a la reorganización sindical y estudiantil. Curiosamente fueron los sectores a los que ahora se quiere estigmatizar como antidemocráticos los que con más sacrificio y empeño lucharon contra la dictadura, denunciaron sus crímenes y lucharon por la democracia.
Ya el Ñato describía la meticulosidad represiva con que se vigiló y castigó al conjunto de la sociedad civil internalizando a extremos patológicos el clima de miedo. Manuales militares de la época describen las líneas conceptuales que guiaron la aplicación de una sociopolítica del miedo, cuyo objetivo fundamental era disgregar a la sociedad confinando al individuo a la soledad, el silencio y la parálisis, no sólo política, sino también social y cultural. Un verdadero estado terrorista totalitario en un país chico, altamente urbanizado, donde todos los ciudadanos están documentados y donde, por tanto, desde el aparato del estado se pueden establecer clasificaciones y controles personalizados y rigurosos. Aquí lo que hay que preguntarse es por qué fue tan débil la resistencia democrática de los otros sectores de la sociedad civil.
La diversidad de las tres experiencias generó - aún se nota - desencuentros mayúsculos. Predominó, no obstante, a la larga y en lo político, el común énfasis en lo democrático, lo popular y lo nacional. El derrumbe reciente del “socialismo real” en Europa del Este y en otros lugares, si bien abatió profundamente a los “ortodoxos” tanto como a los “alternativos”, en lo político y lo ideológico ha reforzado esa triple adhesión a lo que aludí, en un contexto mundial, eso sí, mucho más internacionalizado.
En materia de solidaridad y de denuncia en el exilio se trabajó mucho y eso incidió en el aislamiento internacional de la dictadura. Nosotros hicimos un esfuerzo muy grande. Creo que más allá de rencillas casi un poco inevitables en la atmósfera angustiante creada por las noticias sombrías llegadas del país, se trabajó con un gran sentido de unidad anti dictatorial, incluso con dirigentes de otros partidos como Wilson y Juan Raúl Ferreira. Más de una vez le oí decir a Wilson: “Lucho por la libertad de Seregni y de todos los presos para poder pelearnos política, civilizadamente dentro del país”. Y durante todo su exilio actuó así, consecuentemente, como un liberal auténtico, sin dejar de ser un acérrimo adversario de la izquierda.

PLEBISCITO DE 1980
- ¿Cómo se originó la idea del plebiscito? ¿Cuál creen ustedes que fue la evaluación que hicieron los militares en aquel momento?, porque muy frecuentemente el que organiza el plebiscito es el que triunfa. ¿Cómo lograron que el NO triunfara en un plebiscito que ustedes no eligieron, sino que les fue impuesto?
Hugo Cores: Respondiendo a la primera parte de la pregunta de Marta. Desde el exterior: presidencia de Carter, democratización de España, había discretas presiones para mejorarle la cara al régimen. Los militares creyeron que solucionarían este problema realizando un plebiscito con la certeza que ganarían. Su exceso de confianza se explica porque vivían rodeados de civiles obsecuentes y estaban muy ajenos al real sentir del pueblo. Pero lo básico era su arrogancia. Como dijo alguna vez Wilson: para ellos todos los que no son militares son “pichis”.
En el plebiscito del 80 nosotros estábamos en Brasil, teníamos relación estable con compañeros que nos venían a ver a Santa Ana do Livramento o a Porto Alegre. Seguimos paso a paso lo que los militares llamaban el cronograma político. Aunque la represión en el país era brutal, las cosas que contaban los compañeros eran significativas. La palabra NO adquiría, en público, un significado inequívoco. En el ómnibus, al bajarse, un amigó se despedía de otro y le decía, alzando la voz: “¡No! te olvides de llamarme” y el otro respondía: “Quédate tranquilo, ¡No! me olvido”. Señales ingeniosas que la gente captaba. Estaba la duda de qué harían los militares y si se estaba preparando un fraude. Empecé a descartar la pasibilidad de fraude cuando se vio que los militares enfrentaban la oposición de un sector muy grande de la clase política, incluyendo sectores de derecha. De acuerdo a las tradiciones del país, a la propia cultura cívica de la gente y con una parte del personal de la Corte Electoral a favor del NO, el fraude era muy difícil de llevar adelante.
Dos días antes de la votación hablé por teléfono con un gran periodista uruguayo que escribía en un diario en México. Creo que algo le aporté. Se “tiró al agua” y pronosticó con éxito, contra la opinión predominante en el exilio, el triunfo del NO.
Visto en perspectiva los votos por el SI al proyecto militar fueron demasiados. ¿En qué sentido? Dos añas después, en las internas del 82, los sectores opositores de los partidos tradicionales derrotaron ampliamente a los blancos y coloradas pro-dictadura. En el 80 el NO opositor triunfó con 945 mil votas frente a los 707 mil conseguidos por el SI. Algunos de los que apoyaron el SI lo hicieron aludiendo que esa era la única forma en que se seguiría desarrollando el plan de institucionalización decretado por los militares. El NO -según ellos - era “aventurero” y peligroso. Confundieron a alguna gente, pero la mayoría del pueblo quiso decir ¡NO! a la arrogancia militar.

VOTO EN BLANCO EN ELECCIONES DEL 82
-Mirando retrospectivamente, ¿qué papel desempeñó el voto en blanco en las elecciones del 28 de noviembre de 1982? ¿A quiénes representaron esos 90 mil votos? ¿Cuáles fueron las posiciones de la izquierda en aquel momento?
Hugo Cores: Héctor marca bien la importancia y el éxito que significó el voto en blanco. Visto con ciertas coordenadas “realistas” que campean hoy, fue un gesto puramente “testimonial”. El “pragmatismo”, el “posibilismo” aconsejaban emitir una recomendación genérica a los frenteamplistas de apoyo a los sectores democráticos dentro de los partidos tradicionales. Se obtuvieron sólo 85 mil votos en todo el país, apenas un 4% de los habilitados para votar. En Montevideo el Partido Nacional triplicó al Frente Amplio 220 mil contra 70. A nivel nacional los blancos obtuvieron 7 veces más votas que el Frente Amplio. Los colorados 6 veces más. ¡Vaya si podría haber sido criticada como utópica o “vanguardista” la convocatoria al voto en blanco! Dos años después los 70 mil votos en blanco de Monte video serán 300 mil superando los 240 mil del Partido Nacional.
La decisión de Seregni de promover el voto en blanco es uno de sus grandes aciertos políticos. Permitió establecer la presencia, contra viento y marea, de una identidad política, de izquierda que el régimen intentaba borrar del mapa. Cuando la carta de Seregni indicando el voto en blanco se conoció, algunos sectores de la izquierda que habían ido muy lejos en su convergencia con el ferreirismo la descalificaron como apócrifa. Los que orientaron y militaron por e! voto en blanco escribieron una página formidable en la historia de la izquierda uruguaya.

ASCENSO POPULAR Y ACUERDO DEL CLUB NAVAL
-Según he sabido hubo un importante ascenso popular ya desde el 83 que culminó en el paro general del 18 de enero de 1984, al que otros llaman paro cívico por el gran apoyo popular que tuvo hasta el punto de que algunos sectores de la izquierda pensaron que se estaba abriendo un período prerrevolucionario ¿qué es lo que realmente ocurrió en ese período?
Quisiera que abordáramos el punto del Acuerdo del Club Naval que es muy discutido por algunos sectores y me gustaría que pudieran aclararlo. Por lo que dice Héctor Rodríguez, en aquel momento había una movilización popular muy importante en el Uruguay. El hecho de que fuera del movimiento sindical se busque una salida a la situación, sin que éste tenga participación directa en las decisiones, generó - por lo que yo en tiendo -, fricciones y divisiones entre distintos sectores de la interpartidaria. ¿Es o no es así? ¿Se tomaron en cuenta las posiciones del movimiento sindical? ¿Por qué una militancia tan fuerte y protagónica, cuando se decide el camino a seguir no se toma en cuenta? ¿Qué apreciación tienen ustedes de ese acuerdo?
Hugo Cores: Creo que el Pacto del Club Naval fue un grave error político. Primero porque era posible lograr un retroceso mayor de la dictadura. Desde el paro del 18 de enero en adelante la movilización y el protagonismo obrero y popular se ampliaban. Yo estuve clandestino en Montevideo en esos meses. Grandes sectores de trabajadores vivían en asamblea permanente. Se generalizaba una especie de desobediencia civil. La dictadura estaba cada vez más aislada
El Pacto permitió que subsistieran componentes básicos de la estructura dictatorial en el conjunto de la institucionalidad, en el aparato del estado y, particularmente, en las fuerzas armadas. Aunque prevista, no se realizó luego una asamblea constituyente que hubiera permitido un examen más a fondo de toda la herencia autoritaria.
Es cierto que muchos espacios se fueron recuperando después, pero el punto de partida, el momento preciso del Pacto, descomprimió la presión que venían ejerciendo las fuerzas democráticas y populares, cuya acción habría permitido avances mayores y habría habilitando el camino para una institucionalización más democrática y con menos peso de los sectores conservadores. El Pacto determinó, por otra parte, que el protagonismo pasara a manos de las cópulas políticas, comenzando un proceso de marginación del movimiento social, que había sido hasta el momento el factor fundamental del proceso de oposición a la dictadura Significó además la victoria de la estrategia de Sanguinetti, que surge como la figura articuladora del acuerdo semicontinuista de las fuerzas armadas y el Partido colorado.
La izquierda y el movimiento obrero se aislaron de los sectores más democráticos y progresistas del Partido Nacional. Se paralizó la movilización antidictatorial y se “redujo” al movimiento de masas a una contienda electoral inmediata. A todo esto hay que agregar que permitió el repliegue sin autocrítica y con impunidad de las fuerzas armadas. Estas consiguieron su propósito de detener el desgaste producido por el ejercicio del gobierno en un periodo de agudo deterioro económico-social y creciente resistencia de sectores populares y de algunas fracciones burguesas Esta circunstancia posibilitó que las fuerzas armadas continuaran ejerciendo un papel de vigilancia sobre el conjunto del sistema político como latente factor de intimidación Este factor reaparece dos años después en oportunidad de la movilización popular por el Referéndum. Por los frutos conocerás el árbol. El miedo en el plebiscito de abril de 1989 es hijo de las insuficiencias de la salida del Club Naval

REFERENDUM

Entendemos que uno de los hitos más importantes del período posdictatorial fue el del Referéndum. ¿Cómo se originó esta idea? Entiendo que ustedes recogieron firmas casa por casa, ¿qué balance hacen de este método de trabajo y en general del resultado logrado en la votación? ¿Cómo repercutió en la política de alianzas?
Hugo Cores El Referéndum significó una formidable expresión de los sentimientos democráticos y antimilitaristas de nuestro pueblo, así como su gran capacidad de autorganización, por lo menos en temas de esta índole.
La movilización resultó debilitada por la ausencia de una enérgica oposición política que operara como punto de referencia ofreciendo una imagen de unidad y fuerza ante el amenazante “¿después qué?” lanzado desde el poder. Justamente porque los militares salieron en condiciones de seguir amenazando es que nos opusimos al Acuerdo del Club Naval. En torno al tema de la impunidad se anudan todos los elementos de la dictadura del pasado y el presente. Del pasado por los crímenes ocultos, los secuestros y desapariciones que pretendieron ignorarse, los delitos económicos realizados por altos jerarcas militares Del presente porque mostró claramente el papel de control que juegan hoy las fuerzas. armadas y el chantaje al que someten al sistema político. Siguen siendo las grandes privilegiadas en un presupuesto nacional profundamente recesivo. Han seguido ascendiendo cuadros militares que jugaron un papel relevante en la represión, algunos de los cuales están acusados y hasta procesados en Argentina y Brasil por asesinatos y secuestros Sigue predominando la ideología de la seguridad nacional. Es más, el carácter de nuestro sistema político quedo evidenciado cuando el comandante en jefe del ejército trabó las citaciones del poder judicial para interrogar a algunos oficiales acusados de gravísimas violaciones a los derechos humanos. Tal desacato fue posteriormente “protegido” mediante la Ley de Impunidad por una mayoría parlamentaria compuesta por blancos y colorados.

LA DIVISIÓN DEL 89

- ¿Tu crees que la ruptura fue por motivos electorales o por otras razones? ¿Cuáles serían las diferencias entre las dos tendencias?
Hugo Cores: Aunque hoy algunos aspectos de la polémica con PGP y PDC estén reformulados - muchas cosas en el mundo cambiaron desde entonces - en su momento la cuestión no tuvo nada de banal ni puede reducirse a rivalidades de tipo personal. A mi entender estaban en juego dos concepciones del Frente Amplio. Los compañeros que se fueron del Frente bregaban por una estructura laxa, sin unidad de acción, en la que una parte pudiese hacer alianzas más o menos profundas con otros sectores políticos sin concernir al conjunto del FA. En los hechos en estas alianzas marginaban a una parte de la izquierda: al PC y a quienes más tarde conformarían el MPP.
Por otra parte, estaban en juego dos formas de hacer política: una que minimiza el componente militante y juega sólo con la relación entre los parlamentarios, la televisión y el público espectador, la otra que busca utilizar los espacios en los medios de difusión para estimular la participación de la gente en las cuestiones políticas; que apuesta fundamentalmente a la autorganización y la lucha de las grandes mayorías y no se esclaviza ante las siempre manipulables encuestas de opinión La derecha usó hábilmente las disenciones internas dentro del Frente. Durante meses se difundieron encuestas inteligentemente programadas pare presentar la imagen de Batalla como más aceptada por el gran público que la de Seregni.
La división tuvo un efecto doloroso, pero el Frente Amplio consiguió reponerse y retomar su vitalidad política. En esto cumplieron un papel fundamental los discursos renovadores, de izquierda, sin vacilaciones, y el perfil que le aportaron Tabaré Vázquez y Danilo Astori.

ELECCIONES DEL 89.
-¿Cómo se explica que a pesar de que quienes se fueron habían obtenido en las elecciones del 84 alrededor de la mitad de los votos de esta coalición política el Frente Amplio no sólo haya mantenido, sino que además haya aumentado su votación en las elecciones del 89? ¿Qué análisis hacen ustedes de los resultados de las elecciones del 89? ¿Eran esperados? ¿Cuáles fueron los elementos que más contribuyeron al triunfo en Montevideo? ¿Qué enseñanzas sacan de esto?, porque yo entiendo que se tenían esperanzas de ganar alguna votación, pero no sé si se tenían esperanzas de ganar la Intendencia, por ejemplo...
Hugo Cores: La campana electoral del 89 fue considerablemente mejor que la actuación del Frente en el periodo anterior, excluyendo de esta valoración negativa a lo actuado en torno al Referéndum que tuvo luces y sombras. Conviene recordar que la campaña estuvo precedida por un congreso extraordinario del Frente Amplió, celebrado en junio, en el que participaron más de tres mil compañeros; un congreso en el que hubo debate, polémicas, mayorías y minorías, y un desarrollo y culminación profundamente democrático. Allí se definió la candidatura de Astori y se aprobó una plataforma electoral notoriamente más “Izquierdista” que el tono general que venían hasta entonces empleando los principales dirigentes del Frente. Una plataforma particularmente desarrollada en lo que hace a las demandas democráticas y al rol de las fuerzas armadas.
- ¿Demandas democráticas en qué sentido?
Hugo Cores: En el sentido de denunciar y enfrentar todos los efectos residuales que en la sociedad, y particularmente en el aparato de estado, dejaron los años de dictadura. El capítulo 3 y 4 de esa plataforma electoral se refiere a la defensa nacional en términos muy precisos: se habla de combatir todas las formas de despotismo militar, reclamando las investigaciones de los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruiz y las desapariciones ocurridas durante la dictadura militar. Se señala la necesidad de eliminar la vigencia de la Doctrina de Seguridad Nacional que justifica, y para ser más preciso te leo: “(...) la presencia militar en ámbitos ajenos al cometido especifico de las fuerzas armadas y les permite gravitar sobre temas de carácter político y acotar tos límites del juego democrático.” El documento continúa: “La consolidación de la democracia uruguaya requiere, además de eliminar los aparatos de las fuerzas armadas destinados a la represión interna, impulsar una política de democratización para suprimir, la ideología de la Doctrina de la Seguridad Nacional que aún prevalece en la institución. Requiere también terminar con la dependencia ideológica y técnica que las FFAA tienen respecto del Pentágono (…) propiciando consecuentemente la denuncia del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Además de todo eso y ante todo es necesario redefinir el papel que deben tener las FFAA en un Uruguay democrático, instrumentándolo entre otras medidas, a través de un proyecto de Ley de Defensa Nacional.” Y el texto aclara: “Defensa nacional significa el conjunto de actividades que tienden a preservar la soberanía y la independencia del Uruguay, a conservar la integridad de nuestro territorio, a conservar la paz y el respeto a nuestra constitución y a las leyes. “Así definida la actividad de defensa nacional corresponde a todo el pueblo uruguayo, éste es el titular del deber y el derecho de defender la nación”.“Las FFAA - que deben estar efectivamente subordinadas al poder civil son el componente militar de la defensa nacional; lo militar se refiere estrictamente a la agresión militar exterior (…) Es necesario redimensionar las FFAA adecuándolas a su cometido específico y reducir su exagerada participación en el presupuesto nacional (…) y ajustar la pirámide jerárquica-militar para reducir el exceso de oficiales superiores; es necesario establecer el principio de que los mandos no deben estar integrados por quienes fueron del aparato del proceso dictatorial. (…) La formación de los militares, salvo las materias técnico-militares, se impartirán en los centros de enseñanza media comunes y en la Universidad de la República, eliminándose los liceos militares. Los programas técnico-militares serán sometidos al contralor del poder legislativo.” Como puedes ver aquí se define con precisión la política del Frente Amplio frente a las fuerzas armadas. Volviendo a la campaña electoral, conviene recordar el discurso de Danilo Astori que cerró el Congreso Extraordinario, donde reivindicó el carácter revolucionario de la acción del FA. El Congreso entero se puso de pie para aplaudirlo, aunque a sus espaldas las caras de algunos dirigentes se alargaban con un rictus que no era precisamente de entusiasmo. Danilo y Tabaré le imprimieron a la campaña tres rasgos altamente positivos. Se retorna el discurso de izquierda netamente opositor, se introducen en el debate democrático definiciones sobre propuestas bien concretas que hacen a la vida cotidiana de la gente, corno el tema del boleto y, además se practica un estilo de contacto más estrecho con la gente. Caminata por los barrios, proliferación de
[1] La intervención de Hugo Cores se refiere a dos respuestas anteriores. Una de Fernández Huidobro que decía que en su organización “hubo 43 propuestas articuladas de autocrítica, que hasta ahora no han podido ser sintetizadas. Obviamente que esas 43 propuestas articuladas de autocrítica, están debidamente archivadas y guardaditas ahí para que algún historiador algún día se aboque a hacer esa labor de síntesis y analice este período concreto” y otra de Esteban Valenti, que sostenía que de una visión exitista “hemos pasado al período de la crítica total. Entonces ahora la izquierda y, en particular, el Partido Comunista, antes de cualquier análisis sienten que debe hacer una buena dosis de autocrítica. La palabra autocrítica se ha transformado en un fetiche, en un talismán: sirve para exorcizar todos los errores, todas las tragedias, incluso, a veces, para ocultar la incapacidad de tener una respuesta renovadora para los procesos que se dan en la sociedad, en la propia izquierda y en el propio partido.”

[2] Se refiere a el ya fallecido Héctor Rodríguez, que también participó en algunas de las mesas redondas a partir de las cuales Marta Harnecker organizó este trabajo sobre el Frente Amplio.
[3] Se refiere a un documento que había caído en un local de la calle Amazonas, cuando Huidobro lo estaba escribiendo, y que según él era un documento que quería servir de base de discusión para un comité central del MLN.
[4] Esteban Valenti, en una respuesta anterior había admitido “que hubo errores, hubo una sobrevaloración de la fuerza de esas corrientes dentro de las fuerzas armadas”, y que creía “que lo más importante es revisar por qué esa cultura determinó esa visión”.

00/04/90 Los desafíos de una izquierda legal
Tercera parte Libro de Marta Harneker

LOS GRANDES TEMAS POLEMICOS.
1 CRISIS MILITANCIA: UN FENOMENO GENERAL
- Se habla mucho de que hoy se vive una crisis de militancia ¿concuerdan ustedes en este análisis? ¿Cuál sería el origen de esta crisis y cómo podría superarse? Esto ocurre después de un triunfo tan importante como el de Tabaré Vázquez…
Hugo Cores: Creo que debemos hurgar cual es nuestra contribución a la crisis de militancia y lo que debemos y podemos hacer para resolverla. Sobre el apoyo soviético a Bush en el Golfo, muy desmoralizador por cierto, nada podemos hacer salvo denunciarlo. Hay algunas causas que corresponden a un fenómeno general, que tienen que ver con la crisis de los modelos socialistas, con la derrota electoral de los sandinistas y otras que tienen que ver con circunstancias nacionales, yo diría, de reacomodamiento en el campo del pueblo.
En primer lugar, mucha gente quedó decepcionada por la forma y los resultados de la transición a la democracia. Durante la primera administración democrática, presidida por Sanguinetti se mantuvo la misma política económica y las luchas de muchos gremios -ferroviarios, ANCAP, de la salud - terminaron en reveses. La esperanza que con el advenimiento de la democracia política se mejorarían las desastrosas condiciones de vida de la mayoría de la población se fueron disipando.
Están además los efectos sociales de la política de ajustes. Una parte de la industria ha sido desmantelada y sus trabajadores para sobrevivir se vuelven cuentapropistas, vendedores ambulantes o emigran. La introducción de nuevas tecnologías es también un factor de desempleo y esto debilita a gremios tradicionalmente combativos.
No sólo se ha modificado la clase obrera, porque disminuye, y se desintegra. También la pequeña burguesía ha sufrido un corte profundo. Hay un sector de ella que se desolidarizó de la clase obrera y de los destinos del país.
Antes, en muchas facultades existían núcleos importantes implantados que estaban pensando críticamente en el Uruguay, su economía, su urbanística, su desarrollo agrícola. Hoy, la Izquierda ha perdido gravitación en esas usinas de pensamiento técnico y científico que, en el pasado, fueron enormemente importantes para la elaboración de un proyecto alternativo. Yo creo que, ni el movimiento obrero, ni el Frente, hubieran sido capaces de dar el salto que significó levantar un programa alternativo, si no hubiera existido desde fines de los 50 un sector amplio de la intelectualidad pensando en la economía, en el agro, en una cantidad de temas sociales desde una óptica avanzada. Esa gente estudió el país, los problemas de su pueblo y brindó instrumentos científicos para la elaboración de un programa alternativo.
En los últimos años se han producido cambios importantes en esos sectores que además tienen un peso significativo no sólo en la Universidad, sino también en las direcciones de los partidos de izquierda. Desde algunas institutos privados, financiados desde el exterior, se realiza una labor de neutralización y hasta de cooptación de los más inquietos intelectualmente. Se les sustrae de la investigación y enseñanza pública y se les instale en institutos privados. Hay un proceso de fragmentación del conocimiento de manera de transformarlo en conocimiento erudito, pero socialmente imútil como instrumental interpretativo.
Hay otros aspectos: el individualismo, las dificultades que existen en un período como éste para la conformación de equipos estables de gente que en cualquier ámbito trabajen en forma colectiva. Aparecen fenómenos de personalismo en lo sindical que no se veían en otras épocas. A la vez asistimos al debilitamiento de aspectos muy importantes del viejo caudal de ideas-fuerza motivadoras y removedoras, que son capaces de convertir a la gente en protagonista de un movimiento transformador.
Ahora, ¿cómo creamos este componente de entusiasmo, de abnegación militante, capaz de proveer la materia prima indispensable para la transformación, cuando el sistema lo que te propone en definitiva es la resignación, la apatía, el escepticismo ante los esfuerzos colectivos, la solución individual, de la cual la emigración es uno de los aspectos más relevantes?
Yo creo que esta situación tiene mucho que ver también con los gestos, las líneas políticas de las fuerzas que dirigen. Es muy desalentador para el militante, que a lo mejor tiene doble empleo y que milita a costa de un gran sacrificio personal, cuando ve a sus dirigentes llevar adelante especie de “política de estado” ascéptica, que consiste en sobrevivir en la escena política sin demasiada conflictividad con los demás. Eso no es generador de tonicidad política.
Este país, a diferencia de otros en América Latina, era ya enteramente capitalista en los años 20, en los años 30. No teníamos nada que envidiarle en ese plano a las relaciones capitalistas que podían dominar en las sociedades desarrolladas de Europa. Acá existía la competitividad, el individualismo. Te digo esto para marcar las diferencias con otras sociedades de América Latina más heterogéneas, inestables y disgregadas, con la identidad y la unidad que, mantienen las etnias en la región Andina o en Centroamérica, o la sobrevivencia de La comunidad primitiva del Perú, o las solidaridades campesinas de algunas regiones del Brasil.
Este es un país de ciudadanos “libres” e “iguales”, desnudos frente al estado desde hace más de 80 años. Hay que tener en cuenta esto. Además por las propias modalidades que asumió el estado paternalista en nuestro país, la mayoría de los uruguayos sienten fuertemente su condición de ciudadanos. Cuando las reglas del juego de la democracia liberal se violan desde el poder político, esa desnudez frente al estado se hace más dramática. Eso, entre otras cosas, expresa la semidictadura de Pacheco, su violación flagrante de la constitución y los derechos humanos, etc. Cuando el despotismo hizo caducar las garantías del estado de derecho que lo amparaban en tanto ciudadano la gente buscó y creó nuevos mecanismos de acción política. De ahí el fortalecimiento de los sindicatos clasistas, de las agremiaciones estudiantiles, el desarrollo de las organizaciones revolucionarias y el auge de la militancia. En esos años, cosa que se repitió luego, a la salida de la dictadura, la mística frenteamplista existió y existió tanto que le permitió un crecimiento vertiginoso a través de los Comités de Base.
Entre 1968 y 1972 existía una guerrilla que estaba operando, un movimiento sindical fuerte y organizado que realizaba grandes huelgas y movilizaciones, un movimiento estudiantil que proclamaba su solidaridad con los trabajadores y una difundida conciencia antimperiatista que durante años se demostró - por ejemplo - en el apoyo a la revolución cubana.
Dentro de ese conjunto de expresiones había gente que se estaba jugando la vida, había otros que estaban presos, y todos sabemos que ese fue un factor importante. Con el régimen militar y la represión sistemática se produjo una desmovilización forzada de la sociedad. Los núcleos militantes, que debían actuar en la clandestinidad más rigurosa se redujeron. Pero eso no era lo que ahora se llama crisis de militancia, aunque es evidente que las secuelas de la dictadura siguen pesando.
A partir de 1980 el anhelo por la libertad de los presos, por la verdad en torno a los desaparecidos y por los derechos democráticos fue creciendo. Y creo que en definitiva ese proceso fue uno de los factores que condujo al fin de la dictadura. Yo diría que ese fue el motor moral que permitió derrotar a la dictadura y, unos años después, llevar adelante esa verdadera gesta que duró dos años, que fue la recolección de firmas para el Referéndum, recorriendo ciudades, recorriendo barrios, recorriendo casas...
Creo que ese componente subjetivo, llamémoslo así, es muy importante en la construcción de una fuerza política y lo es más que un programa. Esto no es una cosa que invento yo, ya Marx lo decía: “Un solo paso del movimiento social vale más que diez programas.”
Marx que era un experto “cirujano” para señalar los errores de un programa - basta recordar su crítica al Programa de Gotha que a primera vista parecía bastante bueno y que fue tan severa y meticulosamente criticado por él -, también se daba cuenta que importaba más una huelga general, una insurrección o un movimiento cívico, que lo que podía significar un avance programático que quedara sólo en el papel.
Yo creo que este protagonismo de las masas del que Marx hablaba es imprescindible en la creación de una voluntad de poder sin la cual no se llega al gobierno. En fin, en torno a la crisis de militancia y a la desmovilización creo que se da un poco aquello de la “profecía autocumplida”: se crean obstáculos para que no haya movilización y luego la realidad así creada es usada como argumento para demostrar que la movilización no es posible “porque la gente no está para esas cosas”. Incluso, desde la izquierda, hay elogios hacia las “nuevas” formas de asumir la política por la gente.
Hugo Cores: Valenti ha planteado que existiría una especie de cultura de la tragedia cuando hablábamos del pasado y de examinar nuestros errores. Yo no suscribo esa afirmación. Yo creo que hay situaciones en las que nos incumbe a los dirigentes políticos proceder de la misma manera que un médico cuando viene un paciente con apendicitis. Sin duda sería menos traumático para el paciente oír que no es nada serio lo que tiene, que es sólo un dolor pasajero. Lo otro no es grato, pero si es una apendicitis, hay que decírselo y operar.
Nosotros vivimos en un período de resistencia y en un período de resistencia la ofensiva la tiene el enemigo. Esto forma parte de un largo proceso que vivimos desde hace treinta años cuando, desde los centros capitalistas mundiales y sus soportes nacionales, se empezó a reformular las modalidades de la acumulación capitalista, a costa de las conquistas obreras, populares y democráticas del pueblo uruguayo. Y esa tarea que alguien definió como “restructuración conservadora” del país no está totalmente cumplida, porque la clase obrera y el pueblo, de distintas maneras, resistieron. Justamente para cumplir con ese programa se impuso la dictadura y, en gran parte lo logró, pues se bajó el salario real a la mitad y se aumentó la productividad enormemente. A la salida de la dictadura, la recomposición de las organizaciones sindicales ha hecho que de nuevo reaparezca un contra poder en la sociedad y en las empresas, y renazca un espíritu contestatario, pero la ofensiva la sigue teniendo el enemigo. Eso no lo podemos perder de vista.
No le podemos ocultar a la gente, la existencia de obstáculos muy importantes y de un movimiento histórico muy profundo, que intenta arrebatar las conquistas que caracterizaron al Uruguay que está en el imaginario colectivo: el Uruguay de los años 50 o principios de los 60. Este sistema precisa generar un retroceso aún mayor. Para que el capitalismo dependiente uruguayo sobreviva es necesario incrementar la explotación del trabajo Entonces, desde ese punto de vista creo que tenemos que generar, no una cultura de la tragedia a la que hacías referencia tú, o generar desaliento desde la izquierda, pero tampoco podemos soslayar la circunstancia de que estamos enfrentados a enemigos externos implacables, poderosos, coaligados con intereses subalternos en el país.
Hugo Cores: Creo que estando de acuerdo en que no podemos proyectar hacia afuera una visión de tipo pesimista, no podemos perder de vista que, si bien el mundo cambia vertiginosamente, los datos básicos de la crisis estructural uruguaya, los soportes básicos del programa del Frente -que estoy de acuerdo que hay que mejorar o retocar - siguen siendo válidos. Ha aumentado la concentración de la tierra, hoy tenemos 30 mil predios menos porque se ha concentrado el latifundio. El proceso de extranjerización de la banca que ya anunciábamos, hoy casi está completado. El proceso de dependencia en materia de aranceles y precios por vía del GAT y por vía de las cotizaciones en el mercado internacional de materias primas se ha agravado. Y a lo anterior se agrega el agravamiento de los efectos sociales de todo eso: el aumento de la miseria. Desde esa óptica podemos afirmar que existe un agravamiento de la crisis estructural y, a su vez, constatamos el fracaso de los reformismos; el fracaso de las políticas que en América Latina han intentado esquemas de reformas sin “ruptura democrática”, sin una movilización radical del pueblo. Con cuántas posibilidades y esperanzas asumieron Alfonsín y Alan García y ¿en qué quedaron sus compromisos con el pueblo?
Yo creo que en ese sentido hay que generar también una visión de que los procesos de cambio no son un proceso ininterrumpido de transformaciones en todos los ámbitos, sino que suponen un momento de anudamiento y de ruptura. Uno o varios, en los cuales es preciso ejercer la fuerza del pueblo. Por supuesto que no la fuerza en la forma en que nosotros la pensábamos en otros momentos. Coincido con lo que decía Rubio en algún momento en cuanto a que la toma del poder no es un acto que se limite a la superestructura política, aunque ésta es fundamental y esencial. Es sin duda también un gigantesco esfuerzo para desarrollar el pensamiento, la cultura, la sensibilidad; para ampliar los lazos de integración social, de politización, de renovación.
Me preocupan los riesgos de que -en un esfuerzo por rechazar los aspectos de vanguardismo extremo, de mesianismo, o la inflexión excesivamente puesta en la voluntad revolucionaria como motor histórico y, por otra parte, en el acento puesto en la necesidad de contemplar el entretejido social y de verlo en toda su riqueza y en todos sus componentes -, no lleguemos a tirar el niño con el agua, es decir, que esto nos lleve a subestimar componentes básicos sin los cuales nosotros no podremos educar a la gente ante la gravedad de la ofensiva del enemigo.
Es obvio que en una circunstancia como esta, es mucho más grato prometer el “tiempo de las cerezas”, que prometer el tiempo de la resistencia. Es mucho más grato prometer que mediante una propuesta programática capaz de asimilar los procesos de innovación tecnológica en el mundo, y buscando nuevas formas de desarrollo científico-técnico y su adecuación a las circunstancias concretas del Uruguay, se puedan por lo menos paliar los peores efectos de la dominación imperialista y sus aliados de la gran burguesía.
Si vos enfatizás eso excesivamente, terminás desarmando a la gente frente a una burguesía extranjerizada, antidemocrática; una burguesía que hizo cola al día siguiente del golpe para ir a saludar a los militares porque “pacificaban” las fábricas, y que sigue también hoy dispuesta a ir a golpear la puerta de los cuarteles apenas vea amenazados sus intereses.
Hugo Cores: Creo que en nuestro país la crisis de militancia no es un fenómeno exclusivo de los partidos o de los marxistas. Verlo así conduciría a errores.
A lo largo de 1985 y 1986 se llevaron adelante grandes luchas del movimiento social, particularmente de los sindicatos y del cooperativismo de vivienda: Prácticamente todas esas luchas terminaron en reveses para los movimientos sociales que así resultaron debilitados. Decenas de miles de trabajadores realizaron huelgas, gigantescas marchas, como la de los ferro viarios en el verano del 86, huelgas de hambre, volanteadas masivas y no obstante sus conflictos, terminaron derrotados. Ahora bien, se supone que la derrota de las luchas de carácter económico, en las condiciones en que se libraron en nuestro país, deberían haber dejado un saldo positivo en términos de conciencia política. Sé que esto no es mecánico pero tendencialmente cabe esperar eso.
En ese cuadro, nosotros ¿qué hicimos para que esos reveses que debilitaron al movimiento social no se transformaran en escepticismo y crisis de militancia? ¿Qué hicimos para que se transformaran en conciencia y acción política?
Creo que el Frente Amplio del 84 a fines del 86, en que la situación cambió por la Ley de Impunidad, no hizo lo adecuado para evitar el aislamiento de los conflictos y el debilitamiento de las organizaciones populares. Dejo de lado aquí cualquier opinión sobre la línea adoptada por el PIT-CNT: nuestras responsabilidades son de carácter político.
En el desenlace adverso de los conflictos, el poder político y el propio presidente de la República jugaron un papel fundamental.
En un país muy centralizado políticamente y, ahora que se habla tanto de escenario, donde el presidente es como el primer actor de la comedia nacional, aunque a menudo sea el principal autor del drama popular, el poder ejecutivo operó con habilidad.
Atacó a los movimientos sociales como “sectoriales”, “egoístas”, “contrarios al interés general” y “desestabilizadores de la democracia recién recuperada”. Posteriormente, la campaña pro-Referéndum fue atacada con el famoso “ después qué?”, que se convirtió en el único “argumento” de los defensores de la impunidad. También tuvo su efecto sobre los resultados del plebiscito. Lo especifico del Frente Amplio para contrarrestar la crisis de militancia es justamente ser capaz de actuar como fuerza política que defiende los derechos de los trabajadores desde el ángulo del “interés general”, de la profundización de la democracia y ser capaz de brindar una respuesta clara a todas los “¿y después qué?” con que se pretende confundir e intimidar a la gente.
En 1985 y 86 no se actuó así. En la cúpula del Frente Amplío subsistían demasiadas esperanzas en lo que se podría obtener mediante la concertación y demasiada autovaloración por el papel cumplido en la transición. No lo vivieron así miles de militantes frenteamplistas que sufrieron aisladamente la derrota de sus organizaciones sociales, sin el respaldo o la palabra orientadora de la fuerza política a la que pertenecían y con la que se sentían -y se sienten- identificados.
II. FRENTE, PARTIDO, ESTILOS DE CONDUCCION
—Hoy existe una discusión dentro de la Izquierda en América Latina acerca de la relación que debe existir entre partido y organización social, ¿qué podrían decir al respecto?
Hugo Cores: Estoy de acuerdo con Rubio cuando crítica la tendencia de algunos partidos a transformar las organizaciones sociales en correa de transmisión de sus propias decisiones. Para nosotros, que venimos de una tradición anarcosindicalista y sindicalista, la autonomía de las organizaciones de clase es una cuestión de principios antes, durante y después de cualquier proceso de transformaciones revolucionarias. Más bien el problema que siempre se nos ha presentado, y se nos presenta, es la tendencia a desvincular la acción sindical de la acción política. Nuestra debilidad teórica y organizativa hace que las compañeros implantados en el movimiento sindical se acuerden que pertenecen a una organización política sólo cuando se les presentan determinado tipo de problemas que no pueden resolver desde el ámbito sindical. Así practicada, la autonomía no es ninguna virtud, sino una señal de debilidad política.
Hugo Cores. En relación con el problema de los partidos y de la relación partido-sociedad, yo creo que todos los partidos han sufrido transformaciones profundas. Los partidos tradicionales han sufrido procesos muy grandes de estatización. O sea, partidos que durante un período estaban en un grado de relación con el entramado social a través de formas caudillescas o de clientelismo por la propia proximidad de los militantes intermedios y a veces hasta de los líderes, han ido perdiendo contacto directo con sus apoyos electorales.
Las campañas electorales transcurren en torno a “logos” publicitarios montados sobre la imagen del candidato presidencial y tras las figuras centrales marcha una cohorte de ilustres desconocidos, que son los que después van a integrar el parlamento y la plana mayor de la administración, pero que a menudo no tienen fuentes de legitimación propia. En ese sentido son partidos mucho más endebles, mucho más dependientes del triángulo de poder que constituye el ejecutivo, el equipo económico y los ministerios de seguridad.
Las demandas populares tienen hoy muy pocos voceros en los partidos tradicionales. Los sectores socio-económicos interesados en el desarrollo de un proyecto nacional burgués, liberal y democrático desde el punto de vista político, tienen escasísima gravitación porque se ven subordinados políticamente a los grupos que dirigen el aparato central del estado: la dirección económica, los intocables organismos de seguridad y el poder ejecutivo.
Me parece que ese un aspecto importante que diferencia esta democracia de otras democracias. Son partidos que, enfrentados a coyunturas fundamentales, siempre han estado mayoritariamente del lado del proyecto conservador antinacional y antidemocrático. Y sólo excepcionalmente y a costa de una trabajosa labor del movimiento popular y de la izquierda, se han logrado algunos desprendimientos, no siempre entusiastas; algunas adhesiones de los sectores liberales democráticos de esos partidos. La experiencia del Referéndum es una proeza en ese sentido.
Por otra parte, en la izquierda creo que, en general, sobre los grandes temas de fondo no estamos al día y no tenemos los balances cerrados, no porque sus conclusiones sean pobres o ricas, permitan avanzar o signifiquen un estancamiento teórico, sino porque, en muchos casos y en muchas situaciones, estos temas ni siquiera se han abordado. Si vos hoy le preguntás, a las distintas fuerzas de izquierda cuál es el saldo que en definitiva hacen de su experiencia, todavía no lo han hecho. Eso quedó claro en la discusión con la que se inicia la segunda parte de este trabajo.
Lo relativo a las distintas formas de lucha, lo que está contenido en la obra de Arismendi, quedó sin confrontar con lo que posteriormente ocurrió; sobre todo en Lenin y la revolución continental y en algunos de sus trabajos de finales de los años 60 y principios de los 70. Esa es una dificultad que tenemos desde el punto de vista teórico.
En segundo lugar, me parece que el problema de la conquista de la hegemonía hay que considerarla a escala regional, eso está claro, pero creo que no podemos descartar en el encare de todo esto, otra cuestión que atraviesa toda la problemática uruguaya, y es que en nuestro país se desarrollan tensiones de clases muy fuertes, entre las cuales anoto las que existen incluso en el campo popular. No es la misma la perentoriedad con que deben enfrentar sus problemas los trabajadores despedidos de una fábrica o los desalojados, que el decrecimiento del nivel de vida que padecen algunos sectores de profesionales universitarios.
Si nosotros comparamos el peso de la clase obrera como protagonista en determinados períodos históricos y el peso que hoy tiene, vemos que su protagonismo hoy está considerablemente disminuido. Su capacidad de influencia nacional, es mucho menor.
También en el campo del pueblo y en el campo del Frente Amplio se libra una cierta lucha, es evidente que hay un sector de la pequeña burguesía intelectual, que anhela dirigir a la clase obrera desde las direcciones políticas, y que, en ese sentido, hay, yo diría, un decaimiento de la representación de los sectores obreros, sumergidos, marginales, desocupados.
Hugo Cores: Me parece que al final de la primera parte de este trabajo se dio un extenso debate sobre el concepto de clase obrera, por ello yo quisiera volver al tema del partido. Creo que ninguno de nosotros está pensando que es sólo su organización la que se va a constituir en el partido político de la revolución uruguaya. Todos tenemos la sensación de que estamos en un proceso hacia la construcción de otra cosa. Pero ese partido teórico, ese partido que será resultado de la profundización de experiencias y discusiones, tiene que ser un punto de anudamiento y de orientación para librar una lucha en todos los campos: en el campo teórico, en el campo de la cultura, en el desarrollo de propuestas hacia otros ámbitos sociales.
Y debe serlo en el sentido, no de la primacía, pero sí del carácter, si se quiere, centralizador, como ámbito de interpretación, inserción en el pueblo y sus organizaciones y de discusión de las grandes líneas de acción, me parece que el papel del partido en ese sentido sigue siendo fundamental; de un partido de la revolución socialista o de la revolución de liberación nacional al socialismo...
Hugo Cores: Valenti en algún momento hace algunas reflexiones que yo creo que son muy importantes y valientes, desde el punto de vista de la autocrítica del Partido Comunista.
Hugo Cores: Yo percibo la situación de la izquierda de una manera diferente a Enrique. En los Plenarios del Frente, en el funcionamiento de la Mesa Política del Frente, leyendo la prensa, se nota que hay zonas de interacción. Muchas veces el MPP tiene coincidencias con otras fuerzas. Creo que en eso hemos dado un gran salto adelante, porque en los años 70 es taba “cada loco con su tema” y nosotros no sabíamos qué estaba preparando el otro y éste jamás se lo decía. Esa fue la tragedia de los años 70, estabamos entre todos preparando un gran cortocircuito. El enemigo aprovechó esta situación, primero para liquidar a la guerrilla, al movimiento obrero, después al Frente y luego terminaron con lo poco que quedaba de las formalidades democráticas. Hoy estamos todos en un mismo ámbito de discusión. Yo creo que ese es uno de los aspectos positivos que tiene la realidad actual del Frente.
Hugo Cores: También estoy de acuerdo con Valenti en rechazar el monopolitismo de un partido único. Pero sobre este tema me gustaría agregar ciertas preocupaciones: sea bajo la forma de una organización única o de una vanguardia compartida, creo es imprescindible la existencia de un lugar, de un ámbito donde la toma de decisiones se centralice, donde se examine globalmente cada giro de la situación histórica. En ese sentido creo que la idea de una entidad política como lugar donde se combina la teoría con la práctica, la táctica con la estrategia, el pasado con el presente, y donde se deciden las distintas formas de lucha que se impulsarán, es absolutamente fundamental. Es sólo en el ámbito de una entidad política que asume la responsabilidad de ponerse sobre los hombros esta centralidad, esta concentración de problemáticas, cómo se puede avanzar en el terreno en que, a mi juicio, hoy estamos más atrasados: en el plano de la elaboración teórica.
La elaboración teórica que las organizaciones uruguayas debemos hacer va más allá de las autocríticas o el reconocimiento de errores, aspecto en el que algunos han sido hasta ahora particularmente tacaños. El asunto no es sólo reconocer los errores, sino tratar de profundizar en las raíces teóricas profundas que nos llevaron a cometerlos. En ese sentido, con nuestra modesta contribución en las luchas anteriores y en la resistencia nosotros fuimos la única organización que criticó, no sólo sus errores de orientación y en su accionar, sino que rompió radicalmente con su matriz de pensamiento originario: el anarquismo y reconoció públicamente que sólo a través de una utilización de los métodos de análisis marxista y de su contribución al pensamiento revolucionario se podía diseñar una línea política coherente y capaz de acumular fuerzas. Esto obviamente nos generó toda clase de problemas, para empezar el de la identidad, porque esta evolución del pensamiento se dio en la clandestinidad y en el exilio y supuso también desgarramientos en una zona que nos fue particularmente dolorosa, porque tenía que ver justamente con nuestra inserción en el movimiento obrero, donde nuestros compañeros estaban muy impregnados e identificados públicamente con las concepciones anarcosindicalistas. Para nosotros la incorporación del marxismo fue una opción desgarradora, pero la hicimos porque preferimos la coherencia interna a la unidad ficticia con compañeros cuya trayectoria de lucha respetamos pero que entendían la acción revolucionaria de manera diferente a la nuestra.
Rechazamos cualquier forma de monolitismo, pero una organización política no puede ser teóricamente ecléctica para conformar a todas sus tendencias. Tampoco puede ser una federación de fracciones o grupos de afinidad, cosa que el pensamiento anarquista reivindicó históricamente enfrentando precisamente la idea de organización política coherente que nosotros reivindicamos.
Finalmente creo que una discusión sobre el problema del partido no puede perder de vista que la estamos desarrollando bajo el fuego cruzado de varios enemigos. Por un lado, la caricatura de los partidos comunistas monolíticos y sometidos a lo que Arismendi autocriticándose llamaba “obsecuencia ideológica”. Esas organizaciones fuertemente burocratizadas, separadas muchas veces del sentir de la gente, eran incapaces de realizar esa labor fundamental de elaboración teórica, en relación a las circunstancias nacionales concretas en las que les tocaba actuar. Tampoco podemos perder de vista que hay una campaña de la derecha y los reformismos contra la idea de la necesidad de una vanguardia política inspirada en las ideas rectoras del pensamiento marxista.
Los reveses sufridos en los últimos años son usados para intentar demostrar los peligros o los males que esto acarrea. Junto con la escoria dogmática, burocrática, economicista y autoritaria se desechan los aciertos teóricos y prácticos del marxismo.
En ese sentido, la sobrestimación de las organizaciones sociales, la insistencia muchas veces desmedida e irreal acerca de su capacidad de autorganización, forman parte de esta lucha ideológica contra la idea de vanguardia. Cierto rechazo a examinar los errores del pasado, la tentación de dar vuelta la página argumentando que el pasado no se volverá a repetir y que lo que importa es el futuro le hace el juego a estas concepciones. En el 85 nosotros nos sentíamos muy a contra corriente del clima de triunfalismo que reinaba en la mayor parte de las organizaciones de izquierda, particularmente en el PC. En más de un debate insistíamos: si entre el 68 y el 73 ninguna organización se equivocó ¿de quién es la responsabilidad de la derrota? ¿Acaso de las masas populares o de la gente?
Como memoria colectiva, como ámbito de elaboración de propuestas resultantes de un análisis teórico, la labor de la vanguardia es insustituible. Ahora bien, no en cualquier condición esta elaboración se realiza. Es imprescindible la existencia de un clima de libertad en la creación y circulación de las ideas dentro de la organización. No creo que sea bueno la existencia estable de tendencias que en lugar de expresar diferencias de apreciación frente a problemas puntuales o programáticos, lo que es absolutamente lícito y puede enriquecer el debate, tiendan a formalizarse y crear espacios de microlealtades, que conspiran tanto contra la circulación racional y objetiva de ideas, como contra la unidad de acción, imprescindible una vez agotado el período de debate y adoptadas democráticamente las decisiones. En momentos de perplejidad teórica como los que sobrevienen después de los reveses, la lucha por la unidad política de una organización es un proceso que suele asumir, como nos pasó a nosotros, aspectos traumáticos, pero creo firmemente que hay que afrontarlos. En circunstancias como esta la coherencia teórico-política es un punto de referencia básico para la reconstrucción, no sólo de cada organización, sino de formas de unidad más amplias. Cuanto más claro es lo que nos une como organización, menos riesgos comporta unirnos con otros que piensan distinto. Paradójicamente la coherencia rigurosa nos ayuda a ser menos sectarios, por que si no hay coherencia teórica los factores cohesionadores se remiten a lo organizativo: la acción como aparato; o a lo puramente emocional, a los largos años de luchas y sacrificios vividos en común dentro de una misma organización. Apoyados casi exclusivamente en esos soportes es mucho más complicado un proceso de construcción de alianzas.
Sobre todos nosotros pesa una enorme responsabilidad. Desde el 68 hasta hoy el movimiento popular uruguayo protagonizó una riquísima gama de formas de lucha: legales e ilegales, guerrilla urbana y campaña electoral, huelgas parciales y huelgas generales, alianzas con otros grupos y luchas desde posiciones de sumo aislamiento, como en el caso del voto en blanco. Sobre ese rico caudal de acciones prácticas del movimiento de masas no hemos aprendido suficientemente. Uno de nuestros errores principales ha sido y es el practicismo.
El proceso hacia una democracia socialista en nuestro país lo veo como una lucha prolongada. En esa larga marcha a recorrer creo que habrá que crear una instancia, un “centro” de dirección política que no se confunda con el Frente Amplio, sino que se desarrolle en su seno, cohesionado en torno a algunas concepciones teóricas e ideológicas que serán básicas, aunque no exclusivamente marxistas. Estoy pensando en el aporte revolucionario que en América Latina han hecho luchadores cristianos movilizados por la teología de la liberación.
La construcción de un centro político es una problemática que habrá que abordar cuando hayan terminado algunos procesos de debate en curso y se hayan decantado las reflexiones acerca de las causas del fracaso del socialismo en la URSS y Europa Oriental.
Hugo Cores: Comentando lo qué decía Rodríguez Camusso es obvio que el Frente no es ni por lo que sé nadie pretende que sea, un frente obrero o marxista; lo cual no quiere decir que desde sus orígenes mismos no se haya autodefinido en base a concepciones que surgían de un análisis de clase. Cuando se habla en la Declaración de Principios del carácter antioligárquico del Frente se está señalando que su enemigo principal es una fracción, la más concentrada y poderosa de la burguesía.
Creo, además, que en los últimos 20 años en el país, lejos de dcsdibujarse, lo que se ha acentuado es la polarización de clase. Es el choque entre los intereses de esa fracción hegemónica en la burguesía, vinculada al capital financiero y extranjero, que bajo distintas formas controla el poder desde hace más de 30 años, con los intereses de las grandes mayorías populares, integradas por los trabajadores - obreros o no - y otros sectores de medianos y pequeños propietarios rurales, comerciantes, talleristas, etc.
Tanto en la gestación del Frente como en el largo período de resistencia, empezando por la huelga general del 73 y siguiendo por la resistencia a la dictadura, los trabajadores organizados cuyo núcleo fundamental es la clase obrera industrial, constituyeron un factor sin el cual es impensable el surgimiento y la sobrevivencia del Frente Amplio. Esto es un dato histórico y además es fácilmente explicable en términos de estructura social. Los trabajadores por estar agrupados y tener largas tradiciones de lucha, estaban en otras condiciones que los chacareros, los talleristas o los pequeños comerciantes.
Ahora bien, cuando nosotros hablamos de bregar por la hegemonía de la clase obrera no entendemos por hegemonía el extermino o aplastamiento de otras expresiones políticas o sociales, sino la conquista, a través de la persuasión, es decir, de un predominio político e ideológico que nace de su capacidad por construir un modelo de sociedad alternativo. Si bien la realización de este modelo es lejana en el tiempo, es fundamental comprometerse desde ahora en su materialización y actuar con lealtad y coherencia en relación con nuestros aliados, sin ocultar que nuestros objetivos son el de una sociedad sin explotadores ni explotados, sin opresores ni oprimidos, es decir, socialistas.
Nadie puede escandalizarse por esto porque es inherente a toda organización política el anhelo de que sus objetivos de largo plazo predominen, a menos que pensemos que todos nuestros afanes se reducen a sobrevivir en la escena política variando constantemente el rumbo y los objetivos finales según la correlación de fuerzas.
Hugo Cores: Es cierto que la definición conceptual de clase obrera es y siempre ha sido compleja. Creo que mucho de lo que se ha dicho aquí es cierto y que muchas veces la expresión asalariado, trabajador, incluyendo tanto al trabajador manual como al que enseña o cuida enfermos, pueden ser más adecuados.
No creo que se trate de una discusión en el aire, ni que le concierna sólo a los marxistas. Si por errores de orientación el Frente Amplio perdiera el apoyo de la clase obrera, que en nuestro país, a diferencia de lo que ocurre en otros países de América Latina es numéricamente bastante importante, se perdería un componente fundamental. Uno de los escollos históricos de la izquierda en Brasil era que la clase obrera era getulista. Esta situación sólo se modificó cuando surgió, con las grandes huelgas del cordón industrial de San Pablo, la posibilidad de crear un movimiento obrero clasista que luego dio origen al PT.
Uno de los dramas históricos de la izquierda argentina es que hace más de 40 años se dejó arrebatar por el peronismo la dirección política de la clase obrera, Y será muy difícil construir en ese país un frente con las características del Frente Amplio sin una fuerte presencia de la clase obrera peronista.
En cuanto al origen social y la forma como se ganan el sustento los dirigentes es otro tema. Creo que la izquierda no sería lo que es si no hubieran militado y gravitado en ella hombres que pertenecían a familias trabajadoras y que trabajan cotidianamente en la producción como Gerardo Gatti, Gerardo Cuestas, León Duarte, Enríque Rodríguez, y tantos otros. Es cierto que, a menudo, para desarrollar su militancia estos campaneros como otros, pasan a ser rentados. Creo que es un mal necesario, que si no se controla puede conducir a fenómenos de burocratización.
Pero este tema no se puede discutir al margen de la lucha que oponen a los trabajadores sus enemigos de clase. La burguesía no actúa así, entre otras cosas, porque sus cuadros ya toman con la mamadera el prestigio social, los apellidos y los vínculos que los lanzan al mercado de las personalidades políticas y que les abre el camino para la popularidad, y así el ejercicio “democrático” del poder.
El peso de la clase obrera importa también no sólo por lo que aportan - como estilo, lenguaje, visión del mundo - los cuadros de ese origen, sino lo que su experiencia como clase demostró y sirvió de guía para otros sectores.
El luchar unidos, el compañerismo, la solidaridad, la disciplina, la constancia, la voluntad y el hábito de encarar colectivamente los problemas, eso no se aprende en los seminarios organizados por la Fundación Frederick Ebert, sino en los lugares de trabajo y surgió históricamente en las fábricas, como sucedió en nuestro país. El aprendizaje de las prácticas de auto-organización de los trabajadores nace en los lugares de producción y se extiende luego hacia otros ámbitos como el cooperativismo de ayuda mutua o la acción barrial. Y también allí germinaron las ideas de cambio social que produjeron los intelectuales que empezaron a esbozar las ideas socialistas en el siglo pasado.
Ahora, en cuanto al origen social de los 60 dirigentes revolucionarios a los que se refiere Rodríguez Camusso, ya el marxismo ha explicado las limitaciones a las que está sometida la clase obrera en la sociedad capitalista para capacitarse intelectualmente, de ahí el papel que cumplen en la historia algunos intelectuales que ligan su vida a la lucha revolucionaria.
Por último, en cuanto al origen social de la dirección del Frente Amplio, ya hemos hablado del proceso de radicalización sufrido por la intelectualidad y las capas medias, lo que llevó a muchos cuadros a asumir responsabilidades en la conducción política revolucionaria.
Hugo Cores: Parece que el compañero Korzeniak no tiene en cuenta que la industrialización se produjo a partir de la búsqueda, por parte de los empresarios capitalistas, de aumentar sus ganancias. Es el afán de acrecentar sus lucros lo que los lleva a invertir en nuevas tecnologías poniendo la ciencia al servicio de la producción. En ese sentido el industrialismo no es fruto de la casualidad, es hijo de las relaciones capitalistas. Es más, si vamos más atrás, tiene relación con la existencia de una forma de imperialismo comercial anterior que ya otorgaba a los países del “centro” capitales baratos, materias y mercados dónde colocar sus manufacturas.

III VIABILIDAD DE UN PROYECTO
-Ustedes están frente a un doble desafío por un lado, cómo el Frente Amplio logra ganar las elecciones de 1994 en una situación en que los partidos conservadores lo están viendo como un peligro a enfrentar y no se sabe cómo van a reaccionar, ni qué tipo de campaña van a hacer, como las han hecho en otros lugares, campañas de desestabilización, de terror, apoyándose en los medios ideológicos con que cuentan. Yo los veo a ustedes muy seguros de que van a ganar en el 94. Por el otro, suponiendo que se logre este objetivo, el otro problema es cómo desde el gobierno el Frente Amplio logra aplicar su programa... ¿Están ustedes pensando en que la legalidad vigente permite a la izquierda un avance continuo? ¿No tendrá ésta límites que cierran toda posibilidad de cambios estructurales en la sociedad? ¿No se podría repetir aquí lo que ocurrió en Chile? Como se sabe la UP lo que respetó fue la legalidad, las garantías constitucionales impuestas por la Democracia Cristiana y por eso no se hizo nada, por ejemplo, en relación con cambios en la alta oficialidad, cambios, que según algunos analistas, habrían permitido evitar el golpe...
Hugo Cores: Estoy de acuerdo en lo que dijo Valenti acerca de los medios de comunicación y opinión pública... Ese mismo tema lo planteé en el Plenario pasado cuando sostuve que para mí había un continuo dentro del cual La militancia es un factor fundamental, que ambas cosas no son contradictorias. Considero fundamental el papel de los medios de difusión en el fortalecimiento de la tenacidad, del espíritu de lucha, y del respeto por las posibilidades de los militantes de intervenir en las decisiones.
Claro, intervenir en las decisiones suscita discusiones que algunos estiman estériles. Y hay gente que rehuye la discusión porque supuestamente nos aparta de las cosas concretas que tendríamos que hacer. No creo sea así. Creo que la historia de las corrientes transformadoras es la historia de grandes debates donde si algo no rehuyeron los que verdaderamente aportaron fue adentrarse en la discusión y profundizar en los diferentes matices.

Tú comprobaste en el Plenario del Frente Amplio que tuvo lugar el sábado 27 de noviembre de 1990, al cual tuviste la oportunidad de asistir, que un tema que preocupaba muchísimo era el de la venida de Bush y que los representantes de las Coordinadoras de Base que estaban presentes en la reunión no estaban dispuestos a que ese tema fuera resuelto por la Mesa Política La gente reclama la posibilidad de asumir ella la definición de las posiciones en pugna. En la dirección del Frente hay una tendencia a que las situaciones conflictivas las resuelva la Mesa Política y luego bajen los resultados de lo que allí se definió... Creo que eso es una práctica equivocada.
Pero volviendo al aspecto central de la pregunta planteada por Marta, me parece que no siempre se valora el conjunto de obstáculos presentes y futuros entre hoy y el 94 y las formas de sobrepasar esos obstáculos en los cuales pretenden encerrarnos los que se oponen a cualquier proyecto de cambio en el país.
Esto tiene que ver, me parece a mí, con la debilidad de los aliados posibles, con la enorme monopolización no sólo del poder estatal, del poder económico, sino también del poder en los medios de comunicación. Nos bloquean, pero a veces también nos usan para producir su propio mensaje, representás el papel que ellos te asignan previamente.
Imaginar la posibilidad de una utilización amplia de la televisión por parte de la izquierda, para la conquista de una corriente de opinión de grandes mayorías nacionales y populares, me parece hoy impensable. Yo veo la televisión como un mecanismo pronto para dispararse contra el Frente Amplio, que podría perfectamente articularse con una reforma electoral que no nos favorezca o con actividades de tipo provocativo o amenazador.
Considero que tenemos que poner en la orden del día la discusión de cómo vencer los obstáculos de un enemigo que tiene en sus manos el monopolio casi absoluto de la información, lo que le permite ejercer sobre el conjunto de la sociedad, una influencia muy grande. Antes, durante y después de la dictadura los medios de comunicación jugaron un papel muy importante en lo que ellos llaman operaciones sicopolíticas.
Anoto una anécdota. Fuimos a entrevistar a un alto funcionario del gobierno y - cuando hicimos la denuncia de los micrófonos que se habían puesto en nuestra sede, otros en la convención del MLN - me contestó sin que se le moviera un pelo: “Bueno, todos sabemos que los órganos de inteligencia existen. Estos teléfonos también están intervenidos.”
No debemos olvidar tampoco que quince días antes del congreso del PC empezaron a circular declaraciones de presos, arrancadas por la tortura, en las que se inculpaba a otros compañeros, que fueron utilizadas con el ánimo de perturbar, dividir, o enrarecer las discusiones del PC.
Todos sabemos que hay una presencia que actúa como asechanza política, como factor de intimidación y que logra producir efectos. Ellos han logrado una cuestión que para ellos es estratégica y es que del tema no se hable o se hable muy poco.
Te imaginás lo que significa para la clase dominante uruguaya que sus más altos dirigentes políticos acepten que un oficial les este oyendo las llamadas telefónicas de su vida privada; que lo acepte y que se lo reconozcan a una delegación del Frente Amplio como un hecho que ocurre naturalmente Eso era impensable hace 30 años. Esta es una clase dirigente que precisa y que alimenta la tutela; que respalda jurídicamente el rol tutelar de las fuerzas armadas y me parece que, en una perspectiva de acción política hacia el 94, también es un obstáculo que tenemos que tener presente.
Hugo Cores: Yo valoro grandemente un fenómeno nuevo y es la existencia ahora de dos radios que nos ha dado posibilidades formidables. Tuvo una enorme importancia en el período del Referéndum y en la propia campaña electoral. Yo creo que eso es un poco excepcional en América Latina. Pero, fuera de eso, son cuatro grupos económicos los que controlan la mayoría de las radios y canales de televisión. En ese sentido no hay un canal de televisión universitaria como hay en otros países, tampoco hay muchas programas de debate político en la televisión en manos de periodistas verdaderamente profesionales. Todo está muy sesgado.
Hugo Cores: Valenti se refería hace algún rato al vacío en la elaboración económica marxista, yo no creo que sea exactamente en el campo de la elaboración de los aspectos teóricos de la economía donde más hemos estado en mora, o que sea allí donde se encuentra el mayor retraso de la izquierda en este periodo.
Yo más bien creo que es en la articulación del proceso de desarrollo económico con lo que tiene que ver con la esfera de la declsl6n, o la zona de lo político-ideológico, donde estuvo y sigue estando el atraso fundamental del marxismo. En cierto sentido esto nace del propio pensamiento original.
Lo de Marx es, ante todo, un esfuerzo por captar la índole del capitalismo como modo de producción. Se centró en ese aspecto porque en el pensamiento de su tiempo predominaba una visión idealista. En algún momento se quejó de no haber podido todavía abordar el examen sistemático del estado capitalista y las formas políticas, no le dio el tiempo. Y creo que, probablemente, la cuestión principal a resolver es cómo se articula el desarrollo de la infraestructura económica, de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, con el de la democracia y de la participación de los trabajadores, de la mayoría de la población, en el desarrollo político, cultural y económico de los pueblos y el respeto por su identidad nacional y su autodeterminación.
Creo que por ahí pasa uno de los problemas fundamentales de la práctica del socialismo en los países del Este: en la ausencia de democracia y de participación; en la generación de planes centralizados que se imponían a los trabajadores por procedimientos verticales, sin que estos tuvieran posibilidades de discutir en qué forma se aplicaba mejor el plan, en qué forma se organizaba el proceso de trabajo, en qué forma se mejoraban la calidad y la cantidad de la producción. Dicho de otra manera, me parece que lo más señalable del fracaso de estos modelos estuvo en la generación de mecanismos autoritarios y burocráticos para la conducción del tránsito hacia una nueva sociedad. Eso me parece que es un aspecto importante y pienso que en esas cuestiones nosotros estamos en una situación difícil, en la medida en que la oscuridad que reinó sobre lo que estaba pasando en los países del Este nos deja un vacío científico, una especie de imposibilidad de tener un objeto de estudio y eso nos dificulta enormemente la posibilidad de un análisis crítico del proceso de descomposición de los regímenes del Este.
No se conoce qué es lo que pasó durante 40 o 50 años en la economía, en la sociedad y en la mentalidad de la gente. Allí debe haberse dado algo que terminó siendo el soporte para las ideas de derecha que han surgido en estos países. No conocemos cuál es el sustento material de los que hoy claman por el liberalismo económico en Alemania, Hungría, Polonia, etc. No sabemos por qué, en definitiva, renacen cuarenta años después partidos que reivindican el capitalismo, o corrientes de opinión que reivindican la propiedad individual, la libertad de mercado y que hacen de las sociedades capitalistas su paradigma.
—Coincidiendo con las preocupaciones de Hugo, yo tengo, sin embargo, la sensación de que el estudio de la economía es decisivo. Pienso que hay un vacío tan grande en la teoría económica, no sólo respecto al socialismo, sino también respecto a la forma que está adoptando la economía capitalista hoy... Tenemos los problemas del neoliberalismo, tenemos el problema de la ineficiencia de las empresas estatales tanto en los países socialistas como en muchos de nuestros países. Se dio en nuestros países toda una etapa del desarrollo capitalista en la que la burguesía se aprovechó del estado para el inicio de actividades industriales que no podía realizar por falta de capital o para evitarse los riesgos de toda actividad que se inicia, pero hoy se pretende privatizar todas esas empresas con el argumento de que son ineficientes...
Hugo Cores: Creo que no hay que olvidar, sin embargo, que hubo un momento en el cual las pruebas de sacrificio, de creatividad para transformar la realidad de que dieron prueba los bolcheviques o los cubanos, o los chinos, en determinada fase del desarrollo revolucionario, permitieron verdaderas proezas. Eso no hubiera tenido lugar si no hubiera sido a través de un proceso revolucionario, como lo demuestra la situación de otros países del Tercer Mundo potencialmente muy ricos que tenían condiciones para el desarrollo y que, sin embargo, se mantienen en el atraso y la miseria.
Terminar con las injusticias de la vieja sociedad y transitar hacia la construcción de otra exigirá un esfuerzo político e ideológico que se demostró en los años 20 en la Unión Soviética, y en los años 50 y 60 en China con energía, con creatividad... Basta ver lo que era la Unión Soviética de los años 20. Ellos pusieron en cuestión todo, no sólo la propiedad sobre los medios de producción y la construcción de órganos de poder nuevos de carácter popular, sino la vida cotidiana, el arte. Ahí está Mayakovski, Eisestein, la coreografía, el ballet, el cine. Este esfuerzo gigantesco de la sociedad por construir una gran industria -entre otras una de guerra para defenderse de las invasiones -, requirió un componente moral que estaba solventado, en una gran participación de las masas y una gran voluntad por “revolucionario”.
Me parece que sin ese componente que tiene como contrapartida la participación democrática - porque nadie tiene ese entusiasmo si funciona en su partido el estilo de “ordeno y mando”, el verticalismo, la concentración de la información y el poder de la decisión en manos de una cúpula -, esas proezas no hubieran sido posibles. Por eso el tema de la participación, de la democracia a todos los niveles, tanto en las organizaciones como en la sociedad, se vuelve un aspecto muy importante.
En una circunstancia histórica como esta el factor fundamental es el factor ideológico de lucha contra la injusticia que supone el socialismo. A mi juicio, ese socialismo científico que Marx y Engels producen y que es desarrollado luego por otros autores, nace de una toma de partido ética. Primero que todo, Marx, como estudiante de filosofía, se indigna frente a la injusticia y, a partir de esa indignación, transita los caminos de la historia, de la economía, de los cambios tecnológicos. Es la pasión de un investigador que está moviéndose ante todo por la justicia. Yo creo que ese factor, que es ético, que es del orden de los valores, es un componente fundamental. En relación a la crisis de los países del este el deslumbramiento ante la sociedad de consumo nos habla de fracasos más complejos, que no se limitan a la ineficiencia o la mala gestión económica.
IV. ¿QUE ES SER REVOLUCIONARIO HOY?
—Yo oigo a menudo dentro de la Izquierda catalogar a unos de reformistas y a otros de revolucionarios. Quisiera preguntarles a ustedes ¿qué es para ustedes ser reformistas y qué es ser revolucionarios hoy?
Hugo Cores: Coincido con lo que decía el Ñato. Hoy los objetivos de una acción revolucionaria pasan por la ampliación de la democracia, con todos los atributos de gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, y esto implica una confrontación con las tendencias generales que predominan en las democracias posdictaduras con un parlamento minimizado, con un poder judicial que se debilita y se transforman en un apéndice del ejecutivo; con un crecimiento irreversible de la administración y del poder administrador y, dentro de ello, de las tecnocracias.
Los partidos que respaldan al gobierno prácticamente no tienen vida democrática interna. Es muy positivo el hecho que pese a todas sus carencias, el Frente Amplio cada dos meses convoca a su Plenario Nacional, donde se discute la línea a seguir y ahí afloran los matices y las discrepancias. Esa instancia regulada por los estatutos, ejerce una especie de contralor hacia las autoridades del Frente, hacia sus gobernantes y hacia sus legisladores.
Los partidos tradicionales se permitieron la adopción de paquetes de leyes importantes a veces reñidos con su plataforma electoral, sin la más mínima consulta a organismos intermedios tipo convenciones o congresos. Esto no es tan así para el caso de Jorge Batlle y Lacalle, pues fueron claras en anunciar a sus electores sus programas privatizadores y neolíberales. Pero en el caso de otros sectores, olímpicamente pasaron a votar ese paquete de leyes sin ningún tipo de consulta. La convención del Partido Nacional no se reunió una sola vez en lo que va de este período de gobierno. Una sola vez en lo que va de estos dos años se reunió la Convención del Partido Colorado. Decisiones de suma importancia como el envío del “mensaje complementario a la Ley de Presupuesto fueron adoptadas por cuatro lideres que se reunieron en Nueva York, y que, sin consulta ni previo aviso, resolvieron en nombre de los partidos y comprometieron el voto de todos sus legisladores, varios de los cuales se enteraron por la prensa de lo que iban a votar al día siguiente. Tras eso hay algo más que un episodio. Hay la conformación de un sistema político que permite muy pocas gotas de democracia en esos partidos.
Me parece que avanzar en esa línea democratizadora, de transparencia, de participación es fundamental para la realización programática. Enrique en algún momento, cuando hablaba de la crisis de militancia, decía una cosa sobre la que el MPP insistió mucho en la campaña electoral: sin participación el programa departamental del Frente Amplio no se puede llevar adelante.
De todos modos hay diferencias. Hay inflexiones sobre las cuales tenemos que trabajar más. Una de ellas la anexaba recién Rubio y es un tema, para mi, nuevo y es el que se refiere a si hay perspectiva para que en nuestro país se dé una versión latinoamericana del camino seguido por los “Tigres de Asia”, es decir, si es posible insertarse de otra manera que la históricamente destinada a estas regiones en la división internacional del trabajo impuesta por las grandes potencias capitalistas.
Hugo Cores Pero antes quisiera decir que yo no descubro ahora, ni creo que Gramsci haya descubierto la autonomía relativa de las superestructuras político-ideológicas. El determinismo es producto de una lectura economisista que Engels y algunas otros, hicieron después de muerto Marx. Porque, por ejemplo, las obras históricas de Marx: La lucha de clases en Francia y El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, si algo muestran es la gravitación de lo que se ha llamado la superestructura, es decir lo político, la ideología de los personajes políticos, y cómo todos estos elementos tienen un peso propio y un nivel de autonomía sumamente importante en relación con lo que estaría determinado por la estructura económica.
Hugo Cores: No debemos olvidar que ya existió a finales del siglo pasado y principios de éste un reformismo socialdemócrata con un gran potencial y también con un fracaso estruendoso, que canalizó por vía de la conciliación con los sectores burgueses a movimientos revolucionarios de una enorme energía como fueron el francés, el alemán y el centroeuropeo.
Pero, volviendo a tomar algunos temas recientes que nos han colocado en posiciones distintas. Yo creo que hay una tentación en el Frente Amplio —y que muchas veces para enfrentarla hemos quedado en minoría— por dar la imagen de una fuerza “responsable” y hacer suya la idea de que determinados problemas del país deben ser considerados como política de estado.
En la forma en que en sus inicios el Frente Amplio aborda el tema del MERCOSUR, la cuestión de la integración económica se considera un problema un poco al margen de las clases, al margen de la existencia de grupos económicos. Además creo sustancialmente válidas, no el tono ni la forma que me parece que fueron inconvenientes, las críticas públicas que el Ñato formuló al hecho de que en la dirección del Frente, por lealtad a los compromisos asumidas con el presidente de la República, se retuvieran durante cuatro meses las informaciones referidas a las negociaciones del MERCOSUR y que éstas no se trasmitieran a los organismos del Frente Amplio, a sus comisiones de programas, a la estructura de base, lo que nos hubiera permitido empezar desde el inicio a trabajar de otra manera sobre la cuestión.
Estos foros que empezamos a hacer ahora donde constatamos el interés por el tema en diversos sectores del país, podrían haberse iniciado antes abriendo un diálogo para discutir el modelo neoliberal y para alertar sobre los peligros de la apertura económica a ultranza llevada adelante por este gobierno, que puede convenirse en un ciclón devastador sobre la sociedad uruguaya. Pero se prefirió una política de estado.
Entonces, cuando se pone el acento en la búsqueda de la concertación o del consenso nacional, cuando se tiende a minimizar el factor explotación, hay un deslizamiento hacia una corriente reformista. Lo mismo ocurre cuando en lugar de fomentar la rebeldía y la dignidad obreras —aquí no estoy sentando en el banquillo de los acusados a ninguna fuerza política, pero sabemos que eso existe hoy en el Uruguay— se hace una apelación constante a la “responsabilidad” y “madurez” de los dirigentes sindicales y del movimiento obrero; cuando surgen actitudes de autolimitación para plantear en lo salarial las necesidades básicas de la familia trabajadora, poniéndose en la óptica presuntamente objetiva de los tecnócratas del gobierno que sostienen que el país tiene déficit fiscales y que no hay que ahondarlas, que primero es el “desarrollo” y después el “reparto”, etc. Entonces empieza a desarrollarse en la izquierda, no una lógica de cambio, sino una lógica de la no conflictividad, del diálogo y la paz social, y eso se hace a nombre de una perspectiva de gobierno en el 94. Me parece que esa es otra cuestión que distingue lo que es el problema de la inflexión reformista o revolucionaria.
Creo, por ejemplo, equivocado el hecho —en eso coincidimos muchas veces con Enrique en la Mesa Política y discrepábamos con los compañeros del PC- de haber acompañado a Sanguinetti en sus viajes al exterior durante los dos primeras años de gobierno. Fue un error. Durante el Referéndum, cuando se puso más álgida la lucha contra el gobierno, vimos que precisábamos también dar una imagen hacia afuera de que el gobierno estaba maniobrando, etc, pero nos encontramos conque hasta poco tiempo antes el Frente Amplio había estado validando, frente a distintas fuerzas democráticas de América Latina y Europa y ante organismos de Derechos Hu manos, la figura de Sanguinetti, que después sería el gran defensor de la impunidad.
Entonces, también el estilo de relación con el gobierno implican inflexiones. Una conduce a señalar la necesidad de luchar por la profundización democrática, la otra contribuye a acentuar los aspectos de rémora que esta democracia tiene de periodos anteriores.
Son cuestiones de estilo, son cuestiones de énfasis. A veces son de tipo organizativo, se deciden cosas y no se hacen. Se da la primera movilización importante de trabajadores rurales en muchísimos meses, la primera movilización exitosa, que cuenta con el apoyo de la comisión de mujeres, un comité de vecinos integrado, no sólo por gente de izquierda, sino también por blancos y colorados, que conmueve todo el pueblo de Belén y parte de Salto, Vienen a Montevideo y no hay un solo dirigente nacional del Frente Amplio. Yo fui pero a mí no me conoce nadie. Hay una huelga de hambre en Salto y se repite exactamente el mismo fenómeno. Bueno, fuimos algunos compañeros, pero estoy hablando de las figuras principales...
Creo que en líneas generales se ha preferido tender a no ahondar las líneas de confrontación con el gobierno.
Ahora, vino para el congreso del Frente Amplio la propuesta de documento hecho por la secretaría de presidencia, donde decía: “...el Referéndum… demostró que el país quiere olvidar el pasado y vivir en paz...”. Nosotros lo criticamos. Por suerte primó el criterio de retirarla, pero ese pensamiento existe...
Hugo Cores: Con la diferencia que en el 71 existía una energía espontánea impresionante y de lo que se trataba entonces era de limar asperezas, de conjugar fuerzas. El elemento decisivo fue justamente la voluntad política de formar un frente que agrupara a toda la izquierda sin exclusiones. Eso fue lo nuevo, porque energía existía, estaba desatada por la guerrilla, por las huelgas, por la enorme extensión organizativa. Eso le dio al Frente una gran vitalidad... El propio enemigo contribuyó a cohesionarlo.
Hoy, cuando la situación es muy diferente, cuando la autorganización de la gente no es fácil, cuando es difícil sacar victorioso los conflictos sindicales porque hay inflación y desocupación, dos venenos letales para la acción reivindicativa de los trabajadores y que hacen que los factores de atracción que la organización sindical normalmente tiendan, cuando no aparecen otras formas de lucha, y aquí descarto todas las implicancias que el horizonte internacional nos transmite para adentro cómo quiebra de paradigmas, etc., el aporte que desde el espacio político se pueda hacer para mantener una moral alta se vuelve invalorable.
En este contexto el hecho de que predominen estas concepciones que ponen por encima de todo la búsqueda del diálogo y la conciliación tienden a desarmar a nuestros cuadros intermedios, y creo que están bastante relacionadas —no son el único factor, pero están bastante relacionadas—, con la llamada crisis de militancia.
Yo creo que ese problema existe, basta con que se vaya a los Comités de Base a lo largo y a lo ancho del país para constatarlo, yo voy a Cerro Largo todos los meses, y recorro dos o tres veces por mes algún Comité de Base y ese problema aparece constantemente planteado por los militantes de base.


00/04/90 Los desafíos de una izquierda legal
Tercera parte Libro de Marta Harneker

V. RAICES DEL ANTICOMUNISMO
-Ustedes se han referido anteriormente a los debates acerca de la amplitud que debía tener el Frente Amplio y cómo jugó en ese debate un papel importante el anticomunismo que existía en muchos sectores ¿Podrían explicarme cómo se origina ese sentimiento anticomunista? ¿Cuáles fueron sus causas? ¿Ha sido superado hoy o todavía se mantiene latente?
Hugo Cores: Creo que una de las raíces de la desconfianza hacía los comunistas se originó en algunos sectores del movimiento obrero al verse éstos enfrentados a prácticas muy centralistas, sectarias y manipuladoras de la vieja central obrera controlada por el Partido Comunista: la UGT. Sobre esto el propio PC ha hecho una autocrítica posteriormente en 1955. Pero de todos modos, en algunas zonas del movimiento obrero, estos hechos dejaron huellas duraderas y una desconfianza muy marcada. Más allá de los grupos políticos organizados, este recelo hacia el Partido Comunista existía en el sindicalismo autónomo, que era muy importante en algunas industrias como la carne, los textiles, los metalúrgicos, los navales, los trabajadores de ANCÁP, etc.
O sea que, en el seno mismo del movimiento obrero y de sus sectores combativos había anticuerpos en relación al Partido Comunista. El hecho de acompañar sin el menor grado de autonomía todas y cada una de las posiciones asumidas por la Unión Soviética solventaron esta desconfianza. Este tipo de cosas no se resuelve sólo con la autocrítica que después haga ese partido, pues hay elementos en la memoria colectiva de los trabajadores que subsisten. Fue preciso un largo proceso para que esas desconfianzas se fueran superando.
En ese momento, que culmina entre 1964 y 1966, se dan pasos decisivos en el proceso de unificación sindical con la convocatoria, respaldada por todas las tendencias, de una Convención Nacional de Trabajadores, la CNT.
-Y no ocurría que al ser el Partido Comunista un partido mucho más orgánico usaba en las asambleas, por ejemplo, métodos en que imponía sus planteamientos sin respetar a las minorías, o buscando fórmulas para hacer aprobar sus planteamientos aunque ellos fueran minoría? Creo que todos sabemos cómo se pueden manipular asambleas...
Hugo Cores: Yo quería hacer algunas pequeñas observaciones. En primer lugar, señalar el hecho de que en la actualidad existe una gama amplia de respuestas cuando uno analiza la actuación de los militantes comunistas con peso en distintos ámbitos. O sea, no ocurre como en otras épocas en que vos formulabas una crítica y, de alguna manera, estabas abarcando al conjunto de sus actuaciones, tanto en el ámbito estudiantil, como en el parlamentario y el sindical. Hoy te encontrás con realidades distintas y respuestas distintas. Hay cierto resquebrajamiento de esa unidad política.
Ahora, yo creo que de todos modos persisten algunos reflejos de emblocamiento de actitudes que sobreviven del período anterior, pero sin la fuerza que entonces tenían. Por ejemplo, los compañeros nuestros que asisten a la Mesa Representativa del PIT—CNT, protestan constantemente de que temas de una enorme importancia se liquidan sobre la base de lo que se llama el voto enyesado. O “la aplanadora” como también se la ha denominado. Esto ocurre cuando hay alguien que da la señal de que tal moción se vota de tal o cual manera y los demás, sin haber escuchado, ni opinado sobre el tema, lo votan asi.
Algo similar ocurrió, salvadas las distancias y con todo el respeto, porque quizás no todos actuaron así, en la votación en el Plenario Nacional del Frente con respecto al MERCOSUR. Suele haber reclamo de las bases del Frente Amplio porque los temas habitualmente no son suficientemente discutidos; los representantes de las Departamentales del interior dicen que se cruzaron con los documentos, que no los conocen ni los conocen sus bases. Esto ocurrió con la cuestión del MERCOSUR. En relación a esto el gobierno retuvo la información. En diciembre del año pasado el poder ejecutivo decía que el tratado todavía no estaba pronto para remitirlo al parlamento porque estaba en portugués. Y corno ese tratado implica tantas cosas y es necesario abordarlo desde tantos ángulos distintos, estamos lejos todavía de tener una aproximación objetiva de lo que puede significar para el país.
Cuando nosotros planteamos la necesidad de dilatar la discusión interna porque todavía existía un plazo antes de tener que votarlo o no en el Parlamento y planteamos un plebiscito en el Frente, los propios delegados de base que normalmente, con todo derecho, exigen más participación, más información y más tiempo para discutir, levantaron emblocados la mano para votar contra, en una cuestión sobre la que hay dos meses todavía para hacer averiguaciones y para decidir entre todos antes de realizar pronunciamientos políticos.
De alguna manera se siente que hay todavía factores de unificación un poco sectarios, que trancan el debate y que se contradicen con el estilo hacia el que yo creo que efectivamente el Partido Comunista está dando pasos. Por ejemplo, un hecho muy positivo, se refleja en la prensa del Partido Comunista. Esta empezó a registrar, a partir de determinado momento, sus propios errores. El PCU admitió que se le criticara en la prensa, empezó a informar de puntos urticantes internos o de críticas que se le formulaban desde afuera.
Se ha empezado a dar pasos pero creo que ese proceso está lejos de haber se completado en el conjunto de las actividades del PC.
ón Tupamaros hubo en sus inicios: anarquistas, trotskistas, prochinos, comunistas escindidos de su partido, socialistas, independientes, nacionalistas, terceristas, cristianos. Fue una organización de aluvión. Y quien m quien menos, había tenido sus encontronazos con el Partido Comunista y algunos se habían ido por el clima interno que se vivía en ese partido.
Hugo Cores: Lo de Valenti introduce otro elemento. Compartiendo totalmente y valorando enormemente lo que él dice, porque proviene de un comunista, creo que se debe señalar que en el período de los años 20, 30, el partido aparecía siendo el sector más animador de las luchas y, a la vez, portador del efecto estimulante que tuvo la revolución rusa. Además de su combatividad obrera, de su tenacidad para denunciar cualquier forma de conciliación con la burguesía, la formación de sindicatos clasistas, su internacionalismo.
VI. GOBIERNO DE MAYORIAS Y POLITICA DE ALIANZAS
Hugo Cores: Yo creo que para resolver el problema del crecimiento del Frente Amplio hay que definir cuales son las fuerzas sociales qué están potencialmente interesadas en el cumplimiento de ese programa antioligárquico y antimperialista, es decir, determinar quiénes son los convocables. Hay que tener en cuenta que en este país, donde el 80% de la población económicamente activa es asalariada, el Frente Amplio no ha alcanzado a ser mayoría ni siquiera en la población asalariada. Precisamos hacer una prédica y desarrollar una línea política que atraiga a esas grandes mayorías asalariadas que siguen votando a blancos y colorados.
Esto tiene mucho que ver con el mensaje del Frente y cuál debe ser su perfil. Creo que debemos acentuar el perfil popular del Frente Amplio proponiéndonos como dirección política capaz de construir un proyecto alternativo, destinando preferencialmente nuestro mensaje a esos sectores asalariados, marginados o desocupados, y no poner tanto el acento en no asustar, o no irritar, a sectores empresariales que, por lo demás, tienen con nosotros recelos atávicos y contradicciones reales por razones de clase.
Y esto lo digo, apelando no a un dogma “clasista” supuestamente superado, sino a lo que ocurre en la realidad. Basta ver la lista interminable de despidos de sindicalistas en la industria y el comercio; en las fábricas como OSAMI y en las curtiembres como BRAMA en las fábricas textiles, en los talleres grandes y medianos de la metalurgia. La virtual prohibición a la sindicalización que existe en el interior del país, ni hablar del sector rural; incluso en textiles grandes como SUDAMTEX. Basta asimismo ver la actitud en las patronales ante la eventualidad de afrontar la competencia externa en el MERCOSIJR. Actitud nada “posmodernista” por supuesto. Y también poco sensible a los increíbles adelantos científico-técnico con que nos sorprende el mundo de hoy: su preocupación por abatir los costos se encamina a rebajar los salarios y reducir las contribuciones a la seguridad social. Nadie podría reprocharles que han abandonado su vieja cultura de apropiación: hacer que la gente trabaje más pagándoles menos.
Desde mi punto de vista, sólo a partir de un gran fortalecimiento del componente más humilde, más golpeado, más explotado —trabajador, desocupado, trabajador ambulante, gente sin casa—, se pueden generar las condiciones para que una alianza con los sectores de la burguesía media no termine poniéndonos en una situación de subordinación política a ella. Sólo con una amplia correlación de fuerzas a nuestro favor esos sectores aceptarán una dirección política comprometida con un programa popular. Esto implica también, por supuesto, que se le abra un espacio a esos sectores, que no se les expropie, no se les margine, no se los estigmatice mientras cumplan con la ley y respeten los derechos de los trabajadores.
Hugo Cores: Pero Tabaré Vázquez tiene obstáculos que provienen no sólo de la derecha, sino, a veces, incluso del propio Frente Amplio. Hay gente que le dice: “No vayas tan rápido”. “No son buenos esos desplantes.” Hay críticas ya semipúblicas contra Tabaré que dicen que procede en forma impulsiva, que ha generado respuestas demasiado bruscas a los obstáculos que el gobierno central le pone... El análisis de la experiencia del gobierno departamental es ilustrativo. Todavía es temprano para adelantar conclusiones, pero para nosotros como MPP es claro que sin el respaldo militante del Frente Amplio no es posible avanzar en el cumplimiento de los compromisos que se le hicieron al pueblo. Sin militancia frenteamplista no es posible poner realmente en marcha el proceso de descentralización ni avanzar en su realización. Es más, no hay posibilidad de construir un bloque de fuerzas alternativo si no se apoya y busca sus raíces en conductas políticas señeras, que se traduzcan en soluciones a los problemas más acuciantes. De ahí la importancia de las políticas sociales como la panadería municipal, la carnicería, el banco de materiales para la vivienda a precios accesibles, (a instalación de policlínicas en las zonas más carenciadas, la coordinación del transporte, etc.
Hugo Cores: Una impronta que aparece con cierta frecuencia ahora en la Izquierda es la “real politik”, el posibilismo. Yo asistía ayer de mañana a una discusión sobre la venida de Bush donde oí argumentos que sostenían que Bush es un factor de poder y que el Frente Amplio, como demostración de su “cultura de gobierno”, debe tratar con esos factores de poder, etc. Y yo me preguntaba, ¿que diferencia habría entre esto y lo que se podría decir en 1938 cuando Hitler era un factor de poder? Bush, además de ser un factor de poder, es económica, política, militar y éticamente la personificación de todas esas tragedias que agobian a nuestra América Latina.
Realistas parecieron tambi6n en 1938 los gobernantes que pactaron con Hitler para salvar la paz, y todo el mundo saludó el Pacto de Munich como la consagración de la “real poiisik”. Realismo que razona diciendo que todo lo que es, está bien, y puesto que está bien hay que aceptarlo. Ese tipo de razonamiento lleva en definitiva a buscar el modus ‘vivendis con el mundo “tal cual es”, es decir, al conformismo.
Te doy un ejemplo, la revista Búsqueda le hace un reportaje a militares que ya no están en actividad y estos declaran que han constituido batallones simbólicos…
Batallones que están integrados por ex militares que defiuenden a la dictadura y que periódicamente recorren, en un ómnibus provisto por el comandante del ejército, unidades en actividad y que según ellos dicen, son muy bien recibidos por los jefes de los cuarteles, los mandos actuales de tropas. Y podrás creer que salvo alguna excepción, no hubo una sola declaración de dirigentes del Frente Amplio condenando estos batallones simbólicos. En ese contexto aparece un cx militar, el señor Barravino que, usando un lenguaje golpista, sostiene que el sistema político está conformado por un parlamento inepto, que se pasa conversando, que no resuelve los problemas, y reivindica el mesianismo militar.
También se suscitó un debate en el Frente Amplio en relación a declaraciones formuladas por el general Medina, ex ministro de Defensa. Como Frente Amplio se emitió una declaración pública a mi juicio buena, firme. Como MPP entendimos que dada la gravedad de lo dicho por Medina había que seguir adelante con la lógica democrática y llevar el tema ante la Justicia. La mayoría en el Frente Amplio no estuvo de acuerdo.
Claro, podrá decirse que mentar ese tema genera en la población aprehensión, pero estos actos, ¿son inconstitucionales o no?, ¿son violatorios de la normalidad democrática, O no?, ¿son o no un factor que incide y que por lo tanto contribuye a la intimidación y a la apatía política? Yo creo que sí...
Saliendo de las consideraciones más generales e ingresando un poco en lo que son nuestras prácticas políticas cotidianas, yo veo que con cierta frecuencia aparecen inflexiones que contribuyen a acrecentar un relativo descreimiento en el Frente Amplio como instrumento de una propuesta alternativa. La conquista de la opinión pública, la ampliación del mensaje frentista a las capas más amplias de la población, no puede dejar de tener en cuenta este tipo de consideraciones.
Por qué no concretizamos ahora la discusión abordando el tema de cuál debe ser la política de alianzas de aquí a las elecciones del 94. ¿Es necesario buscar nuevos aliados ya para conformar la mayoría buscada para gobernar o es preferible acumular como Frente primero?
Hugo Cores: A ver si sobre esto puedo aclarar mi pensamiento casi a modo de reflexión en voz alta. De aquí a las elecciones del 94 de lo que se trata es de difundir los rasgos propios del programa del frente. Crecer como fuerza política vinculándose estrechamente a las luchas de resistencia ante el avance de la reestructura reaccionaria del país, que llevan adelante de un modo u otro amplios sectores populares. El Frente Amplio tiene que mostrar la adecuación y la vitalidad de su programa para responder a las necesidades de la gente. Levantarse como un punto de referencia frente al desaliento y la disgregación nacional y social. Eso implica un esfuerzo muy vasto y una gran claridad en el mensaje, basada en afirmaciones estudiadas, certeras ya la vez sencillas de trasmitir. Frente al desaliento tiene que generar la confianza de que el cambio es posible, pero para eso hay que vencer el fatalismo, hay que organizarse y luchar desde los barrios, los sindicatos y las cooperativas. El Frente Amplio debe presentarse como el factor de globalización, como el hilo conductor, Una propuesta política que sintetiza el conjunto de esas luchas y las transforma en esperanza y voluntad de poder.
El programa del Frente Amplio conlleva la necesidad de hacerse eco de sectores sociales muy vastos, incluyendo a propietarios pequeños y medianos tanto en el campo como en la ciudad. Esto, sin perder de vista que una elección la definen las grandes mayorías perjudicadas por el actual modelo. Lo dramático de nuestras prácticas políticas es que no llegamos a los sectores más empobrecidos y disgregados, y no llegamos porque nuestras formas de hacer política no son lo suficientemente claras y nuestro lenguaje no es suficientemente contundente para generar una esperanza.
En la última elección ya más de una tercera parte del país rompió con el bipartidismo. Incluso una parte del electorado del Partido Nacional lo hizo votando las propuestas levantadas por el Movimiento Nacional de Rocha, de contenido más democrático y popular que el resto del Partido Nacional liderado por Lacalle.
Todo parece indicar que el costo social de las políticas de ajuste llevadas adelante por la llamada Coincidencia Nacional aumentará el apoyo electoral de los opositores. Creo que si el Frente Amplio despliega todo el potencial de su programa y perfila bien su carácter opositor se fortalecerá como la propuesta electoral más coherente y creíble.
Dejo de lado acá el examen de los posibles obstáculos que, por vía de reforma constitucional se intenten desde la derecha. También la no descartable intención de ensuciar la lucha política con acciones violentas y provocativas. Para enfrentar a ambas también se necesita un Frente Amplio vigoroso como fuerza política en los casi cuatro años que nos separan de la elección. De todos modos creo que el Frente Amplio debería bregar por que cualquier cambio institucional se procese a través de una asamblea nacional constituyente. No más reformas constitucionales semi-contrabandeadas mediante acuerdos parlamentarios de último momento.
La concreción de las alianzas para la construcción de un gobierno de mayorías debería ser un paso posterior a la conquista del gobierno por el Frente Amplio. En cuanto a las formas y le estilo de la campaña política del Frente, debe hacerse distinguiendo claramente quién es el enemigo principal, sin agresiones gratuitas contra otras fuerzas del campo opositor, lo que no implica disminuir el contenido popular y antimperialista de su programa.
Creo que con esto estoy reafirmando algunas cosas que nos mostró la campaña electoral del 89. Entre las tres ofertas opositoras, el Frente Amplio derrotó a las otras dos sumadas, justamente porque fue capaz de generar, a través de la claridad de su mensaje y de las nuevas figuras que levantó, la idea de que era la mejor, la más firme y consecuente alternativa de cambio.
VII. DEL GOBIERNO AL PODER
—El gran desafío que tiene el Frente Amplio —suponiendo un triunfo electoral en las próximas elecciones presidenciales— es cómo evitar que una vez conquistado el gobierno no ocurra lo de Chile, ¿no es así? ¿Cómo llegar desde el gobierno a conquistar el poder? Algunos sectores con los que hemos conversado nos han trasladado inquietudes en el sentido de la ausencia de debate en torno a la cuestión del poder, en torno a la definición de la democracia. Se hizo también alusión a tas cuestiones militares...
Hugo Cores A mí me parece que es una cosa sumamente importante desarrollar este debate, precisamos saber en qué estamos con relación a ese lema.
Creo que nosotros no podemos ver sólo el ejemplo chileno, clásico. Hay otro ejemplo que no podemos perder de vista y es el gobierno de la UDP en Bolivia. Esta fue otra respuesta de izquierda, de una izquierda que accede al gobierno por vía electoral, y que produce, a mi juicio, otra reacción tan o más negativa para los intereses de la izquierda y de las corrientes antimperialistas y obreras en Bolivia, que lo que pueden haber sido los errores de la UP en Chile, que, al fin y al cabo terminó de una manera dramática, dolorosa y duradera, como es el golpe de Pinochet, pero nítida: de un lado los que defendían la legalidad, el programa de la Unidad Popular, del otro lado los fascistas apoyados por la CIA, la derecha, etc.
En el caso de Bolivia, la UDP con Siles Suazo como presidente, con el apoyo de toda la izquierda, asume el gobierno y Siles aplica e! programa del Fondo Monetario y de los bancos acreedores, enfrenta a los mineros, termina con el área nacionalizada de la minería, impone la rebaja de salarios, es decir, sigue una política monetarista a ultranza... Y el resultado es que el gobierno, administrador realista de la crisis, cae en la impopularidad, pierde las elecciones, es desalojado y la izquierda boliviana se pulveriza por un largo período. Los militares no golpearon, la derecha no precisó golpear, la izquierda se neutralizó a ella misma desde el gobierno al aplicar el programa neoliberal. Creo que es el otro extremo caricatural.
Hugo Cores: En cuanto a la argumentación que hacía José, en su caracterización del estado, del poder, del gobierno; de las relaciones entre el estado y la sociedad me parece que en ellos falta un componente fundamental ¿a qué clases o grupos favorece el poder del estado y a qué clases o grupos obstaculiza para lograr sus intereses? A la vez tenemos que analizar cómo se internalizan en el país las relaciones de poder imperialista y cómo, frente a eso, se construye ese poder alternativo, esa fuerza capaz de desplazar a los grupos actualmente dominantes.
Además me extraña el optimismo de José. Yo creo que en Uruguay los márgenes se han ido estrechando; tengo una sensación en ese sentido de cierto dramatismo. Porque toda democracia, todo régimen de consenso, toda convivencia pacífica entre los partidos que representan a la burguesía y los que representan a los sectores populares, se basa, por lo menos en dos o tres grandes soportes: uno, que exista un margen de flexibilidad en lo socioeconómico: posibilidades de empleo, ciertas mejoras en el salario y jubilaciones, políticas de vivienda, salud, educación que den satisfacción a algunas de las demandas materiales del pueblo. Sabemos que el agravamiento de la situación económica social es serio.
Sus propios diagnósticos son impresionantes. Pintan con tintes muy negros el porvenir del Uruguay, de la clase trabajadora y de los productores pequeños y medianos. La satisfacción de los anhelos elementales de una vivienda decorosa, un salario digno, están muy limitadas; la inflación del 90 ha sido la segunda más alta en toda la historia del país; la inversión ha caí do. El sistema de previsión social es una bomba de tiempo y lo poco que hacía el Banco Hipotecario tiene un futuro cada vez más incierto. Los pronósticos son que la integración económica va a disminuir la posibilidad de empleo en la industria, áreas importantes de agricultura se verán afectadas, por lo cual también el desempleo en el agro se acentuará. De ese modo tiende a disminuir uno de los supuestos para la convivencia en un estado de derecho de base consensual. Estos son factores de inestabilidad y de acrecentamiento de la lucha de clases.
A esto se suma la amenaza latente de la tutela militar. Los militares siguen con mucho peso, con sus servicios de inteligencia, con mucha gente, bien equipados, que trabajan desde hace 20 años, sin interferencias ni interrupciones recopilando información, sacan sus revistas, y, de tanto en tanto, aparecen insinuando que están allí vigilantes. A partir de eso desde la derecha se desarrolla una especie de demagogia del temor que dice: “iCuidado!, ellos están ahí, esperando”.
La sociedad uruguaya conoció la tragedia de 12 años de terrorismo de estado. Amenazar ahora que puede volver el régimen militar provoca formas de silencioso retraimiento en la participación, en el protagonismo político de la gente. De ahí que el tema se haya convertido un poco en tabú, incluso en la propia izquierda. El desborde y la tutela militar no son temas para encarar sólo con los militares. Violaron las instituciones, atropellaron los de derechos humanos y no se han autocriticado. Esto no es problema militar, sino de todo el pueblo, es un problema de la democracia.
Yo creo que un acceso del Frente Amplio al gobierno nos enfrentaría a problemas ante los cuales podría haber dos caminos: uno, administrar la crisis de la mejor manera posible y, por lo tanto, no llevar adelante el programa; o de lo contrario: vencer la resistencia fuerte de los núcleos más apegados al monopolio del capital financiero; más apegados al imperialismo, más apegados a privilegios de toda índole y que se van a valer de medios legales o ilegales para evitar que se lleve adelante el programa de transformaciones antimperialistas, democráticas y populares las que el frente quiere llevar adelante.
En este país un número importante de grandes empresas están endeudadas con el estado, sólo cobrarle las deudas que tienen hoy los frigoríficos implicaría la nacionalización de los frigoríficos de un día para otro. Algo similar ocurre en casi todas las áreas fundamentales de la economía. En el país existe, oficialmente reconocida, una gran evasión impositiva por parte de grandes empresarios y latifundistas. O sea, que hasta cumplir con la ley, en el Uruguay, supone vencer resistencias muy fuertes.
En este sentido me parece que es importante prepararse desde ya para eso. Claro, para doblegar esas resistencias es fundamental la legitimidad política, la legitimidad democrática, la conquista del apoyo de las grandes mayorías. O sea, la fuerza tiene que ser utilizada en función de lo que el pueblo decidió que quería llevar adelante en el marco de un proceso simultaneo de fortalecimiento político. Y esto implica avanzar hacia una nueva polarización política: de un lado, el Frente Amplio y todos los que con él compartan un proyecto de cambios, del otro los defensores del stastus quo.
Ya que estarnos en los temas polémicos yo quería referirme a algunos aspectos de la situación actual y de las tareas que nos imponen. Ver un poco de qué realidad partimos en esta democracia posdictadura que tenemos. El Uruguay fue, desde principios de siglo, una sociedad fuertemente estatizada. Ahora bien, el estado ha sufrido en los últimos decenios profundas transformaciones acentuándose la centralización del poder en el ejecutivo y en las dependencias técnicas: Planeamiento y Presupuesto, Servicio Civil, y represivas que de él dependen. En el presupuesto quinquenal 1991—95 estos rasgos se reforzaron. En todos los ministerios hubo reducción de gastos importantes salvo los recursos designados a la Presidencia de la República y en los ministerios de Defensa e Interior.
El peso del ejecutivo, a costa del parlamento y el poder judicial se desarrolla en un sistema político “pastoso”, falto de irrigación popular. Una suerte de magma espeso que actúa como una lápida sobre las esperanzas de cambio. La contrapartida es el desinterés, la desconfianza en los políticos. Parodiando se podría decir que este sistema marcha hacia una situación de “magma arriba y malestar abajo”. Pienso que sin romper con esta parejita dialéctica maligna no hay verdadera democracia, ni cambios progresistas posibles. Se agravarán los problemas del pueblo y continuará la emigración de los más calificados y decididos, es decir, de una parte significativa de la base social del Frente Amplio.
¿Que podemos hacer nosotros para irrigar, para dinamizar este sistema político que es, estructuralmente cada vez menos participativo? Por un la do, desarrollar una oposición más firme, de eso ya hable. Una oposición fuerte no debilita, sino que fortalece a la democracia, cuyo peor enemigo es la apatía política. Creo que debemos denunciar, no sólo las medidas económicas del neoliberalismo, sino también su proyecto de estado y su concepción de la democracia, no sólo por sus medidas paralizadoras y extranjerizantes sino también por su tendencia a la centralización del poder en el ejecutivo, su falta de transparencia, su tendencia al tecnocratismo y a la despolitización de la sociedad.
-Y en el caso de un país como Uruguay, rodeado de esos dos grandes países que son Brasil y Argentina, y cuando se está hablando de integración regional, el desafío es muy grande ¿no?
Hugo Cores En el país y en las condiciones en que nació fue unánime la opinión de que el Frente Amplio debía desarrollar una acción electoral. El propio MLN así lo entendió. Los únicos que no lo entendimos fuimos nosotros y como muchas veces hemos dicho, consideramos que fue un error. Ahora bien, las elecciones son una instancia de anudamiento político importante en Uruguay, que ninguna fuerza que aspire a influir ampliamente en la sociedad puede negarse a reconocer. Esto tiene mucho que con las tradiciones del país y de su sistema político, en el cual la participación. los ciudadanos en las elecciones fue siempre muy amplia, por lo menos a lo largo del siglo XX.
Ahora bien, de estos hechos yo no saco las conclusiones que saca el compañero Camusso. Para empezar si lo que nos proponemos llevar adelante es el desplazamiento de una poderosa fracción de la burguesía respaldada por intereses externos porque sólo así podremos llevar adelante nuestro programa nacional y popular, estamos obligados a reflexionar más en profundidad acerca de cómo se han producido históricamente este tipo de transformaciones.
Contrariamente a lo que Rodríguez Camusso expresa, conquistas perdurables e importantes se lograron en todas partes de occidente, empezando por los Países Bajos, siguiendo por Inglaterra, las colonias inglesas de América y Francia, donde el advenimiento de la burguesía al poder, es decir, el desplazamiento de la aristocracia feudal se llevó a cabo a través de procesos revolucionarios violentos. En algunos casos, como en el liderado por George Washington, increíblemente violentos, basta recordar sus palabras: “Es necesario matar a los ingleses, a su mujeres y a sus hijos”. El caso de la revolución francesa fue un proceso agónico, no sólo violento, sino extremadamente dilatado, pues la aristocracia consiguió más de una vez frenar los avances de la burguesía y restaurar el régimen institucional anterior. En el resto de Europa la revolución burguesa fue fuertemente estimulada por las acciones de fuerza del ejército napoleónico, que se paseó por el continente derribando monarquías absolutas. La revolución inglesa, la que importa, que fue la de 1649, estuvo también lejos de ser un proceso idílico y mostró por primera vez en la historia moderna el protagonismo político de la burguesía a través de una fuerza armada propia, el ejército liderado por Oliver Cromwell.
En cuanto a América Latina, cambios duraderos e importantes introdujo la revolución mexicana. Su desvirtuación posterior no resta un ápice a lo que significó como liquidación del viejo estado oligárquico del México tradicional. Los cambios posteriores que consagraron conquistas importantes para los campesinos y los trabajadores son impensable sin la acción revolucionaria armada de Villa, Zapata y los hermanos Flores Magón. En cuanto a Nicaragua, ¿se puede entender su historia sin el utópico sueño de dignidad y soberanía nacional de Sandino y su pequeño ejército loco? La nicaragua de hoy ¿cuánto le debe a la revolución sandinista? ¿Por la vía electoral se podría haber terminado con los Somoza o los Batista?
Inclusive, cambios de otro signo, pero que significaron desplazamientos de fracciones en el poder, como son los gobiernos de Getulio Vargas y Paz Estenssoro, fueron llevados adelante por sendas revoluciones. En la boliviana del 52 los mineros incluso destruyeron el ejército haciendo posible el. gobierno del MNR.
En sentido contrario, larga y dolorosa es la lista de los gobiernos populares surgidos de las urnas que fueron desplazados por golpes militares apenas iniciadas algunas reformas moderadas, no ya de tipo socialista, sino de carácter nacionalista y popular. ¿Será necesario recordar el golpe contra el gobierno de Jacobo Arbenz en 1954 en Guatemala, el derrocamiento di Rómulo Gallegos por Pérez Jiménez en Venezuela, el golpe militar en Brasil contra Goulart, apenas iniciada ana tímida reforma agraria o el golpe militar contra Perón, y el cruento golpe de estado contra el gobierno popular de Allende? La lista de procesos democráticos, nacional-reformistas y populares frustrados en América Latina sería interminable.
Finalmente el país en el que las transformaciones populares, antimperialistas y de justicia social más profundas y abarcativas del continente se llevaron a cabo fue Cuba, bajo la agresión y el cerco de los Estados Unidos y lo que las hizo posible fue un proceso revolucionario armado que consiguió un gigantesco y duradero respaldo popular.
Lucha electoral sí, y no “vía”, pero también educación y preparación de la gente para vencer los obstáculos, para no dejarnos estafar nuestro destino, como decía Seregni en 1971. Lo de “vía electoral” ya es otro nivel de análisis, más cargado incluso por lo que sobre esto se discutió en los 60 en toda América Latina.
-Quisiera que explicitaras más esto del movimiento histórico, porque, de alguna manera podría interpretarse que sus planteamientos coinciden con el planteamiento que hacen algunos analistas que sostienen que dada la correlación mundial de fuerzas, hoy una revolución antimperialista en nuestro continente, ni en el Tercer Mundo no es posible. En un tiempo dijeron que no era posible la revolución socialista, ahora dicen ni siquiera es posible la revolución antimperialista...
Hugo Cores; Creo como Valenti que la transición al socialismo es un gran movimiento histórico, desde 1871 por lo menos con la Comuna de Paris sabemos que ese proceso conoce períodos de auge y de reflujo. Hoy nos encontramos ante el más profundo período de reflujo. La larga marcha por el socialismo también conoció otros. También fue catastrófico el apoyo que los partidos socialdemócratas le dieron a las burguesías imperialistas a fines del siglo pasado y que alcanzaron su punto más dramático en su alineamiento tras el chovinismo y el militarismo en 1914.
En ese marco de proceso histórico de amplitud universal, el derrumbe del socialismo real en Europa no debe ocultar los gigantescos problemas que enfrenta la sociedad capitalista desarrollada, y el entrelazamiento de nuestro destino con los procesos del Tercer Mundo y, en particular con América Latina. Pero aun en este período de reflujo, que puede todavía durar varios años, y en un pequeño país como el nuestro, tan rigurosamente sometido a la dependencia económica, política y militar de tas Estados Unidos es importante conquistar el gobierno. Eso generaría, para empezar, un incremento de la autorganización de las masas, una mayor dinámica política e ideológica. Sabemos que de un modo u otro procesos similares se incuban en otras regiones del mundo subdesarrollado. Nuestra contribución a este proceso latinoamericano y tercermundísta debe ser mostrar la viabilidad, la creatividad y la firmeza con que es posible emprender un proceso de cambios.