miércoles, 22 de noviembre de 2006

10 noviembre al 22 de noviembre de 2006.


1).- 22/11/06. Iniciativa por la anulación de la ley de caducidad. EDITORIAL
La República
(Foto: 1979 Hugo Cores en la televisión venezolana en entrevista)


La creación de una comisión orientada a la anulación de la ley de Caducidad y la proclama dada a conocer en la tarde de ayer constituyen un hecho digno de reflexión, más allá de la toma de partido, a favor o en contra de la iniciativa, a que está llamado el ciudadano.

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    Las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura han significado un punto de referencia constante e ineludible en los debates políticos de los últimos decenios.
    De hecho se podría afirmar que el país no terminó de procesar el impacto emocional de aquellos episodios, no obstante la voluntad de la mayoría de sus legisladores en 1986 y los resultados de la consulta electoral realizada a comienzos de 1989.
    En ese sentido se sostiene: “El Estado, que debe garantizar el goce de los derechos humanos de las personas bajo su jurisdicción, es quien durante la dictadura los violó bajo un patrón regular de conductas aberrantes, torturas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas. No fueron actos aislados. Se cometieron crímenes de lesa humanidad. Se comprobó la coordinación represiva entre los países de la región bajo el “Plan Cóndor”. Se reconoció, por parte de las Fuerzas Armadas, la existencia de vuelos clandestinos con personas que continúan desaparecidas”
    De acuerdo al contenido de la proclama aprobada en la tarde de ayer, uno de los ejes centrales de la fundamentación esgrimida por los organizadores remite a las obligaciones que al país le impone la suscripción de un conjuntos de acuerdos y pactos internacionales que componen la compleja trama del derecho internacional y específicamente el derecho internacional de los derechos humanos, una rama específica del conjunto de normas que la humanidad se ha venido dando a lo largo de los años. El punto de partida de esta disciplina del derecho internacional estuvo constituido por los llamados Juicios de Nuremberg, desarrollados inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la humanidad tomó conocimiento de los atroces crímenes cometidos por los fascismos europeos.

    En los últimos decenios la voluntad de las naciones de avanzar en ese terreno se plasmó en una instancia de importancia planetaria- el Tratado Penal Internacional- y la creación de la Corte Penal Internacional de Roma.

    Un hecho de gran significación lo constituye el hecho que hace apenas unas semanas el Parlamento de la República, por unanimidad de sus miembros, ratificó la suscripción de ese tratado que incluye definiciones muy tajantes en materia de delitos contra los derechos humanos, proclamando, entre otras cosas que los delitos contra la humanidad como el genocidio y la desaparición forzada de personas constituyen delitos permanentes. No se extinguen, no prescriben, no pueden ser amnistiados.

    Todo parece indicar que senadores y diputados de todos los partidos, sin excepción, comparten la trascendencia de los temas contenidos en el Pacto de Roma, que valoran la importancia del abordaje internacional de la cuestión de los delitos y las penas, en materia de violación a los derechos humanos.

    La materia del Tratado ratificado es la misma de la Ley de Caducidad. De ahí que sea razonable pensar que, en la delicada materia, las opiniones tienden a evolucionar dentro de las mismas pautas humanitaristas sobre las que reposa en nuevo derecho internacional de los derechos humanos. Es una evolución lenta que ha venido, no obstante avanzando a paso firme impulsada por movimientos sociales, políticos, religiosos y de juristas de la más variada procedencia, especialmente en Europa y los Estados Unidos.

    Como resulta obvio, los hechos de la justicia en nuestro país han colocado la cuestión nuevamente en un plano de perentoriedad. La evolución que en materia de derechos humanos han tenido nuestros vecinos del Cono Sur, especialmente Chile y Argentina tiene no solo un efecto de contextualización distinta. También unas resultancias de orden práctico, como lo son las extradiciones, que colocan la cuestión de dónde es pertinente juzgar los delitos perpetrados por funcionarios, militares o civiles, pertenecientes a la plantilla del Estado uruguayo.





2).- 20/11/06. Opiniones latinoamericanas contra los TLCs. La República

Escribe Hugo Cores PVP-567 Frente Amplio

La semana pasada, en la sede de la Unión Árabe de Cuba, en La Habana, tuvo lugar una reunión convocada por la AUNA* para discutir un conjunto de cuestiones ligadas a las integración regional. Un dilema que si para Uruguay es de muy alta prioridad no lo es menos para Cuba, en su poco envidiable situación de país sometido a un implacable bloqueo y bajo la presión permanente del Estado norteamericano y sus innumerables aliados.

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    En el seminario participaron académicos de primer nivel, especialistas en una variada gama de disciplinas relacionadas con la integración regional, diplomáticos de Brasil, Chile, Cuba, integrantes de varios centros prestigiosos de análisis y edición de la realidad de contemporánea, como el Centro de Estudios de América de Cuba, el PCS-Perú, CLACSO y el CRIES así como parlamentarios y representantes de partidos de izquierda de varios países. Una enumeración detallada de los participantes así como varias de las principales ponencias presentadas estará disponible en la red a partir del martes 21 en www.pvp.org.uy

    Participé en el evento en tanto integrante de un partido del Frente Amplio que formó parte de un esfuerzo amplio de personas, partidos y organizaciones sociales para que Uruguay no firmara un Tratado de Libre comercio con los EE.UU. bajo el régimen de fast tract impuesto por los ocupantes actuales de la Casa Blanca. Y menos, sostuvimos, comprometer al país en ese camino sin haber saldado una discusión en el Frente Amplio que, a través de su órgano estatutario de conducción, el Plenario Nacional, se había pronunciado contra la iniciativa impulsada principalmente por el Ministerio de Economía y el equipo económico.

    Permítaseme recordar que aunque una decisión posterior del Presidente Tabaré Vázquez canceló acertada y enfáticamente la alternativa de impulsar en lo inmediato un TLC con los Estados Unidos, el tema está todavía en debate y, para algunos dirigentes, no se han extinguido esas formas de sordera selectiva que ignoran todos los hechos y las opiniones que no concuerdan con las suyas.

    En el curso de los tres días del Seminario “Procesos socio-políticos y espacios de integración regional” se desarrolló un intercambio intenso de información y de opiniones acerca de la marcha de las distintas experiencias de integración por las que ha transitado y transita hoy nuestra región: los tratados de Libre Comercio con los EE.UU. visto desde la experiencia de Perú, Centroamérica, especialmente Costa Rica, Colombia, México, Chile, Ecuador; con el aporte también de expertos norteamericanos de diversas universidades.

    Digamos de paso que este evento, como varios otros que se están desarrollando en estos días en la isla, muestran de qué modo singular Cuba ha conseguido derrotar al bloqueo con que se ha pretendido alejarla del resto de las naciones latinoamericanas. Asisten a las aulas miles de estudiantes de medicina provenientes de toda A. Latina, mientras se cumplen gigantescas acciones humanitarias en el campo de la salud, en estos días regresaba a Uruguay un grupo de pacientes oftalmológicos recientemente operados en Cuba. Estas realizaciones han hecho de esta isla un centro de encuentro e irradiación de una concepción solidaria de las relaciones entre las naciones, basada en concepciones éticas y valores no-capitalistas.

    En el curso del debate resultaron abrumadores los datos que apuntaban a demostrar siete conceptos fundamentales, resumidos inteligentemente por la estudiosa chilena Ximena de la Barra:
    1-el neoliberalismo aumenta las disparidades entre países y al interior de ellos;
    2-la (llamada) ‘cooperación al desarrollo y el libre comercio’ no sólo no cierran las brechas, las aumentan;
    3- los tratados de integración se limitan al comercio y son negociados por los gobiernos a las espaldas de los pueblos;
    4- los recursos financieros y los recursos naturales no renovables fluyen libremente hacia el norte;
    5- los productos manufacturados, los excedentes agrícolas y la polución fluyen libremente hacia el sur;
    6- se pretende trasladar la huella ecológica hacia ecosistemas lejanos;
    7- lo que no fluye libremente hacia el norte son los productos agrícolas – que es lo que produce el sur, y las personas a las que el neoliberalismo ha transformado en descartables.

    Un punto de interés resultó ser una reflexión exhaustiva y crítica del proceso de creación y evolución de la Comunidad Andina de Naciones, animado inicialmente de intenciones industrialistas y de protección regional, luego malogradas.

    En el contexto de examinar los procesos de integración regional como un rasgo característico del capitalismo contemporáneo y específicamente de las relaciones entre las naciones desarrolladas con las más débiles, se discutió también la experiencia del MERCOSUR, de sus orígenes y de las posibilidades que, para esta instancia de integración en la que Uruguay se encuentra, se han abierto ahora a partir de una nueva correlación de fuerzas dentro y fuera de la región y, especialmente, a partir de la irrupción de los acuerdos entre Bolivia, Cuba y Venezuela y la propuesta de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA).

    Resulta imposible resumir en unas pocas líneas lo que ha sido el aporte de especialistas y dirigentes políticos que vienen trabajando desde hace más de 15 años en estas cuestiones.

    Todos los procesos de formalización en Tratados de las realidades del comercio exterior y las relaciones internacionales no hacen sino consagrar condiciones que ya existían, relaciones de dependencia, subordinación política y militar y asimetrías que se han formado a lo largo de un siglo de organización de las relaciones internacionales bajo el principio de la ley del más fuerte.

    La presión con que en los últimos años se han sustanciado estos TLCs está estrechamente ligada al proceso que sufre la economía norteamericana y la realidad de un mundo en el que día a día crecen los factores que desde yanquilandia no se pueden controlar.

    Los cambios políticos que se suceden en nuestro subcontinente han creado nuevas condiciones para la integración regional. La experiencia de Cuba, la irrupción de Venezuela y su proyección regional viene alentando procesos regionales nuevos, no exentos de riesgos y vacilaciones.

    El advenimiento de la izquierda al gobierno es varios países, la experiencia de México y las movilizaciones populares contra el fraude electoral y el levantamiento popular en Oaxaca, la reelección de Lula y las victorias de la izquierda en varios países ha puesto en la orden del día la discusión acerca de las oscilaciones de la izquierda una vez alcanzado el gobierno.

    Un intercambio de opiniones intenso franco y se realizó en el seminario a partir de las exposiciones de Roberto Regalado del P. Comunista de Cuba y Beatriz Stolowicz de la Universidad Autónoma de México quien incursionó en la cuestión de las vacilaciones y renunciamientos de algunos partidos o frentes de izquierda que, una vez alcanzado el gobierno, dejan atrás su compromisos programáticos anteriores defraudando las expectativas populares.


    * La AUNA (Asociación por la Unidad de Nuestra América) fue fundada a impulsos de una figura de gran prestigio latinoamericano, el guatemalteco Guillermo Toriello, uno de los más elocuentes y valerosos denunciadores de la agresión norteamericana a Guatemala en los años 50. Asociaciones de este tipo existen en varios países sudamericanos y la no demasiado original presencia de la izquierda uruguaya en este terreno de la lucha de ideas, del estudio y de la elaboración de pensamiento habla también de nuestro aislamiento en relación a una franja de alta densidad en los territorios en disputa. Me refiero a la construcción de un conocimiento actualizado acerca de cómo las modalidades actuales y cambiantes del capitalismo imperialista contemporáneo afectan el destino de los pueblos subordinados como el nuestro.





3).- 17/11/06. Orígenes del PVP: El breve tiempo de la anarquía
¿Qué reivindicaría de mi experiencia en la FAU?
Brecha

Escribe: Hugo Cores
Personalmente, mucho. Para mí fue una experiencia breve y rica. Me permitió conocer algunas personas de excepcional calidad humana, como Raúl Cariboni, Gerardo Gatti, quienes durante muchos años serían mis maestros. León Duarte, Washington Pérez, Juan Carlos Mechoso, Ruben Barcos, Julio Mancebo, Luce Fabbri, Alfredo Errandonea (h), Ruben Prieto de la Comunidad del Sur. Todos ellos militantes de primera línea.
Desde mi peripecia personal, las cosas rodaron de tal manera que, pese a que con muchos de esos compañeros fuimos asumiendo lineamientos políticos y teóricos distintos, se pudo mantener los vínculos y el respeto mutuo con todos. Incluso cuando las discrepancias llevaron a polarizaciones importantes, a principios de los sesenta.

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    Recuerdo que, en abril de 1959, editábamos un quincenario llamado Lucha Libertaria. Salía prácticamente desde la fundación de la FAU.
    Una tarde salimos de una reunión de la redacción; con Gerardo Gatti, Elbia Leite y Pedro Scaron nos acercamos a la Explanada de la imm donde había un mitin. Hablaba Fidel, del triunfante movimiento 26 de Julio cubano. Explicaba la lógica de la revolución que encabezaba. Por entonces una incontenible revolución popular, democrática, antimperialista.
    Ese día adherí a la idea, totalmente heterodoxa en el pensamiento ácrata, que desde un gobierno se podían llevar adelante tareas de liberación. En ese momento era un militante de base, políticamente casi analfabeto, pero esa convicción la mantengo enteramente.
    CUBA COMO CORTAPISA
    El distanciamiento en el pensar político se ahondó luego, cuando en Cuba la revolución se definió como socialista y adhirió a los postulados del marxismo-leninismo.
    Cuando empecé a leer con atención sobre los problemas de la rebeldía y la revolución lo hice guiado en gran medida por lo que se sabía de Cuba: la revista Pensamiento Crítico, los discursos de Fidel, los escritos del Che y el marxismo fermental, crítico, que venía de esa experiencia.
    Con el Movimiento 26 de Julio (de Fidel), la FAU tenía en común los colores rojo y negro. Pero el pensamiento político era totalmente diferente.
    En esos años algunos compañeros, liderados por Gerardo Gatti, pensaron que era posible que la FAU, o al menos la gran mayoría, acompañara una actitud de apoyo a la revolución en Cuba. Se abrió un período bastante largo de debates duros. Yo compartía la línea que impulsaban Gerardo, Duarte y otros compañeros pero partía del reconocimiento que eso no era compatible con la definición anarquista. Por lo demás, así lo vivían no sólo los anarquistas de Cuba, enfrentados al Movimiento 26 de Julio, no obstante las analogías cromáticas, sino los anarquistas de todo el mundo. No participé en los debates que condujeron a la división.
    LAS LIMITACIONES
    Para empezar, la FAU fundacional era teóricamente muy heterogénea. Bellas Artes, la Comunidad del Sur, el anarcosindicalismo, los libertarios de Medicina, Luce Fabbri. Eran concepciones que rumbeaban en sentidos diferentes. Sus exponentes en los debates eran compañeros íntegros, con una gran cultura política y una gran entrega a la militancia. Pero no había unidad de pensamiento. Y por tanto tampoco de acción.
    Durante un tiempo, con mucha apertura y reconocimiento anarquista, prevaleció la valoración positiva de las experiencias emprendidas, en su gran diversidad: la vida comunitaria, las huelgas duras, las campañas de sensibilización visual, la experiencia de vivir y trabajar en comunidad, la inserción en el barrio y las denuncias del aumento del boleto.
    Cuando estalló el debate cubano, las relaciones entre las distintas concepciones ideológicas ya no fueron tan cordiales.
    Tal como se había desarrollado entonces el pensamiento anarquista, inspirado en Bakunin y Malatesta, no constituía una guía para la acción vigente para el Uruguay en los umbrales de un ciclo bajo los dictados del fmi, el comienzo de la remodelación conservadora y una larga y morosa perversión de la democracia que devino dictadura.
    El pensamiento anarquista no se ocupaba de eso. Era, en gran medida es, un pensamiento genérico, que remite a principios generales como “impulsar la lucha por la libertad”. El programa de 1956 ponía un gran énfasis en la lucha contra el estatismo, contra los impuestos, contra el clericalismo y el militarismo.
    El tránsito entre esos principios generales de libertad, justicia, igualdad y una militancia a partir de la definición de una línea política es un pensamiento que el anarquismo no se propone dar. No cree en el carácter transformador de la acción desde un instrumento político, como es un partido. Más bien sostiene su carácter perverso en tanto “ejercicio del poder”, “embrión de dictadura”.
    En ese pensamiento había poco de lo que a mí me interesaba, que es la militancia política en Uruguay para contribuir a transformar la realidad uruguaya. Contribuir, con otros, de otras organizaciones sociales y políticas. Sumar fuerzas con compañeros que no piensan exactamente igual que yo.
    Al menos en aquella época el pensamiento clásico anarquista no daba cuenta de los cambios que había experimentado el Estado. El Estado uruguayo vivía un período de involución. Ya no era el Estado juez y gendarme del siglo xix. Era un Estado que había crecido bajo una inflexión paternalista. Luego, desde el discurso democrático, se volvió autoritario y se apretó como un chaleco de fuerza que atrapaba al conjunto de la vida social. Con ese Estado nos topábamos a cada paso.
    Por eso, ya desde fines de los cincuenta, los sindicalistas de la FAU impulsaban una línea muy distinta a la del anarcosindicalismo clásico. Ya no se podía decir “no hacemos gestiones ante los representantes del Estado burgués”. Desde la época del primer batllismo, toda la cuestión obrera tendía a estar regulada por leyes. Y los sindicatos se habían construido, desde abajo y en la lucha, disputando en ese terreno.
    En el Uruguay de los sesenta, del mismo modo que sucede hoy, participar en las luchas reales del movimiento popular era enfrentarse a la cuestión del gobierno. No se trataba de levantar los principios generales de la libertad y la justicia y de un antiestatismo genérico sino de resistir y derrotar a un gobierno conservador. Y para hacerlo era necesario levantar una propuesta alternativa.
    Situados en ese terreno, los sindicatos, incluso los orientados por compañeros o simpatizantes de la FAU, desarrollaron una práctica y un programa para la lucha que abarcaba todos los grandes dilemas planteados a nivel nacional: el programa del Congreso del Pueblo, de 1965. Tal programa sólo se puede llevar adelante asumiendo como propias las cuestiones del gobierno.
    Y a poco que se ande, la cuestión de transformar la lucha por ese programa sindical y popular en una lucha política por impulsar acciones de gobierno es inevitable. En Uruguay ese paso se dio entre 1965, el Congreso del Pueblo, y fines del 70, con la fundación del Frente Amplio.
    Aprendimos también que un pensamiento teórico acertado es indispensable para no estar anclados en el “perpetuo retorno”, en un ciclo que se repite de manera inexorable. Pensamiento adecuado para que los hechos tengan un sentido y para sacarle a la realidad que vivimos, la que nosotros mismos protagonizamos, las enseñanzas y las motivaciones para avanzar, para seguir luchando por la victoria.
    La creación del partido
    En ese sentido, el principio de continuidad de la organización política es esencial. La necesidad de creación de un partido ya era una idea corriente de los militantes en 1972, período de grandes reveses y de represión al que logramos sobrevivir, no sin decenas de presos.
    El proceso orgánico de creación del PVP se desarrolló entre fines de 1973, cuando se redacta el documento base de discusión, y julio de 1975, cuando se hace la sesión final del congreso.
    Las ideas centrales del programa las habíamos empezado a elaborar en Uruguay, después de la huelga general por tiempo indeterminado declarada por la CNT. En ese primer bosquejo participamos varios compañeros de la dirección que actuaba clandestinamente en Montevideo: Carlos Coitiño, Pablo Anzalone y yo.
    Veníamos con una experiencia intensa y rica. La huelga general había colocado la cuestión de la democracia y la libertad en el orden del día de los sindicatos. Y las organizaciones sindicales de la clase obrera habían sabido ocupar el centro de la escena política, en momentos en que las clases dominantes quitaban el respaldo a los partidos y apoyaban el movimiento golpista de los militares con el sostén de Bordaberry.
    Con la dictadura se instaló una situación política nueva. Y para esa realidad no resultaban eficaces algunos de los instrumentos anteriores.
    Una de las ideas fuerza que más eco encontró entre la gente que se acercaba a nosotros tanto en Montevideo como en Buenos Aires era acerca de la necesidad de un partido. Un partido implantado en la clase obrera y el pueblo resistente para la acción contra la dictadura.
    Al mismo tiempo, la creación del PVP significó saldar con nuestro pasado anarquista. Nos proponíamos ser un partido (y no una federación). Invitamos a integrarse a compañeros con tradiciones políticas distintas a las de la FAU.
    La resolución central del Congreso, impulsada y fundamentada por Gerardo Gatti, bregaba por el derrocamiento de la dictadura y la instalación de un gobierno provisorio integrado por todas las fuerzas –civiles y militares– que hubieran luchado contra la dictadura. Para lograr esos objetivos el programa de 1975 impulsaba la creación de un frente nacional de resistencia. Y preveía la convocatoria de una asamblea constituyente. Gobierno, frente, asamblea constituyente: todo ese conjunto de ideas estaba muy alejado de la doctrina anarquista. Era más bien una lectura propia, desde el Río de la Plata, de experiencias revolucionarias de los últimos tiempos, buena parte de ellas inspiradas en el marxismo, especialmente el cubano.
    En ese marco se inscribió nuestro plan de acción que fue reprimido de modo brutal. Como es sabido, la mayor parte de los dirigentes de aquel período fundacional del PVP fueron secuestrados y se encuentran desaparecidos. Son desaparecidos del PVP.
    Sobre todo esto existe una amplia documentación y un sinnúmero de testimonios.
    ¿Qué rescataría del pensamiento libertario? Para nosotros es una fuente de inspiración ética, una referencia fundamental en el terreno de los valores. Nos sentimos identificados con el rechazo a todo tipo de servilismo, de obsecuencia, de arribismo. Con la condena de cualquier tipo de situacionismo político, de la mediocridad. Rescatamos el valor que la corriente anarquista le asigna a la defensa de la dignidad. La dignidad de las personas, de los trabajadores, de los pueblos.
    Desde el punto de vista del PVP creemos que toda ideología tiene un rasgo emocional, una identidad que va más allá de sus definiciones teóricas y su proyecto político. Una cosa es creer en la necesidad de forjar un partido y de desarrollar la lucha política con un punto de vista propio. Otra muy distinta es transformar el radiante y tenebroso espectáculo de la vida y de la lucha por la emancipación en una cuestión de cálculo político. La militancia política sin referencias ideológicas y éticas es, además, un pasaporte a la derrota. En nuestra América hemos visto naufragar demasiados procesos revolucionarios en esas peripecias. La socorrida primacía de “los hechos” y el llamado “fin de las ideologías” es una proposición ideológica. Y pertenece a la ideología del enemigo.
    Tomado de Brecha del 17 de Noviembre de 2006





4).- 13/11/06. Elecciones internas de la izquierda: los logros y los desafíos. La República

Contratapa de Hugo Cores PVP-567 Frente Amplio

Escribimos estos comentarios cuando todavía se está votando en los locales habilitados por el Frente Amplio en todo el país. Transcurre una instancia política inspirada en la mejor tradición de la izquierda uruguaya.

1- Apenas dos años después de su victoria electoral, cuando la aplicación de sus lineamientos programáticos está lejos de haber culminado, el Frente Amplio se expone al juicio de la ciudadanía a través de una convocatoria abierta para que participen todos los uruguayos que así lo quieran. Una convocatoria que, en su última realización en el año 2003, atrajo alrededor del 10% del total de electores que participó en las elecciones nacionales, éstas últimas con voto obligatorio.

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    Una elección que, en número de votos, mostró una concurrencia más numerosa que las elecciones internas de casi todos los grandes partidos populares y de izquierda en nuestra América Latina incluyendo al Partido de los Trabajadores de Lula y apenas por debajo del poderoso Partido Democrático de la Revolución liderado por Andrés Manuel López Obrador.

    2- Una elección organizada por el partido Frente Amplio, desde la sociedad civil. Sin ninguna participación del gobierno ni del Estado, como es lógico.
    En tanto movilización libre y abierta de la sociedad, organizada desde la propia sociedad, estas elecciones internas de la izquierda marcan un trazo de diferencia radical con las práctica de los partidos tradiciones de nuestro país.

    Un elemento indicativo de la evolución de estos partidos, en los últimos decenios, ha sido, justamente, su proceso de “estatización”, su absoluta incapacidad de vivir sin disponer a su antojo de la plantilla presupuestal. Dicho de otro modo, partidos incapaces de reproducirse sin estar prendidos a la teta del Estado, de la disposición discrecional de las oportunidades de empleo, del otorgamiento de las licitaciones, de las ventas al Estado y demás.

    Mirando la jornada electoral de ayer desde el ángulo que acabamos de describir, resultan por lo menos irrisorias las estimaciones de los partidos de derecha acerca de “la frialdad” o “desaprobación al gobierno” de la ciudadanía frenteamplista. ¿Cuándo ellos se sometieron a una instancia semejante?

    3- Como experiencia organizada desde la sociedad, la elección incorpora la voluntad de ampliar la participación de los más jóvenes, lo cual no es sino el reconocimiento que la izquierda, y el conjunto del sistema de partidos, están teniendo dificultades para adscribir a los más jóvenes a sus filas, incorporarlos a las discusiones y las tareas de la acción política democrática.

    Al habilitar el derecho de votación a los mayores de catorce años, el Frente Amplio busca, por los medios que están a su alcance, que no son todos, acercar a los más jóvenes otorgándoles la posibilidad de decidir.

    Es un paso nuevo sobre el que habrá que ir viendo los resultados. No nos cabe ninguna duda que se trata de un buen camino a transitar en un tiempo como el que vivimos en el que los muchachos y muchachas, expuestos en su vida cotidiana a frustraciones y desafíos a menudo áridos e ingratos, sienten la actividad política como extraña a sus preocupaciones. Participar eligiendo no resuelve todo, pero es algo. Un comienzo, una conducta a desarrollar. Llamará a una nueva generación para la compleja actitud de pensar en política y asumir responsabilidades nuevas.

    En síntesis un paso audaz en una izquierda, la nuestra (con nosotros adentro), con cierta tendencia a las rutinas, repeticiones y envejecimientos y poco propicia para la cultura de los ensayos y las innovaciones. La apertura a las más jóvenes abre un camino distinto. Retenerlos, mantener el interés más allá de la elección, implicará una vida política por parte del Frente Amplio mucho más rica y con una vitalidad mayor de la que ha mostrado en los últimos años.

    4- La elección tiene, obviamente, otra significación, también de índole democrática, de apertura hacia abajo. Una voluntad de hacer de la actividad política un patrimonio de mucha gente y no solo de una elite profesional, de un cuerpo de funcionarios especializados y dueños de los “secretos del Estado”.

    Al exhibir en las mesas de votación más de quince listas, representando a veintiocho agrupamientos políticos, el FA asume con energía el desafío que el pueblo frenteamplista emita una opinión acerca del desempeño de las distintas corrientes que lo componen. Se somete al escrutinio y la opinión crítica, con toda la significación que eso conlleva.

    Al poder discernir entre diferentes listas, cada una con su propia identidad y perfil ideológico, el pueblo frenteamplista enviará un mensaje, sencillo pero preciso acerca de cómo se está viendo las propuestas, los estilos, las orientaciones de cada una de las tendencia que componen el gobierno.

    Más que al Frente Amplio en su conjunto, el mensaje aquí estará dirigido a cada una de las agrupaciones. Unas crecerán, otras mostrarán estancamiento, otras caerán en el apoyo de sus bases electoral.

    Finalizado el recuento y los estudios comparativos con otras internas, cada fuerza política tendrá que reflexionar acerca de cómo es percibido su accionar. Es una medición que siempre importa.

    5- En elecciones internas anteriores la estructura organizativa de base del FA se encontraba en un grado de movilización mayor. El acceso al gobierno llevó a que algunos compañeros y algunos partidos se fueran distanciando de la estructura de base. La información empezó a fluir lentamente. Se desarrolló una pereza difícil de disipar para discutir los temas donde existen diferencias importantes.

    Ante la cuestión de firmar o no un Tratado de Libre Comercio con los EE.UU., bajo el régimen de ‘tratamiento a las apuradas’ impuesto por Bush, costó mucho que se conocieran con precisión los términos de la información que manejaban los técnicos oficiales. Hubo rémora y hasta ocultamiento de los aspectos más polémicos de un tratado que solo podía causarle graves perjuicios, presentes y futuros al país. Fue precisa una acción enérgica de las organizaciones sociales y partidos políticos así como las advertencias de personalidades como Quijano, Couriel, Caetano, Conde y otros, para que las autoridades decidieran un rotundo no a la presión de los negociadores norteamericanos.

    Esa modalidad no debiera repetirse. Como tampoco aspectos sustanciales de la política económica que, con demasiada frecuencia, aparecen como hechos consumados sin que la organización política haya tenido tiempo de estudiarlos y discutirlos. Todos somos concientes que los plazos de la administración no son eternos, tienen la perentoriedad que le imponen los tiempos de gobierno. Pero informar y elaborar conjuntamente con un cuerpo de militantes que no está en la plantilla no es demora, es inversión. Es prepararse mejor para las insoslayables batallas por la opinión pública.

    La conducción de la política económica incide sobre el conjunto de la gestión de gobierno. Por esa gravitación, la política económica no puede ser coto restringido del equipo económico ni estar teñida de la inflexión tecnocrática parienta del pensamiento único.

    6- Finalmente, fortalecer al instrumento político Frente Amplio es el único camino para evitar quedar de rehenes de los medios de comunicación de masas que controlan las derechas. Los voceros del inmovilismo, los defensores activos y por omisión de la impunidad.

    A estos ya los hemos visto actuar. Hace apenas algunas semanas, contra Tabaré cuando la remoción del General Carlos Díaz, en la huelga de patrones transportista y en mil instancias cotidianas más.

    Ante la manipulación mediática ¿nos vamos a quedar, como párvulos, en nuestra casa, frente a un aparato de TV, esperando saber qué dicen quienes sobreviven estrechamente asociados al poder económico de los grupos conservadores? ¿O vamos a hacer que funcionen los mecanismos político-partidarios que entre todos estamos construyendo?





5).- 10/11/06. Búsqueda y las elecciones en Nicaragua

EDITORIAL
La República

Siguiendo el ciclo de triunfo de candidatos de la oposición progresista, el pasado domingo el candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional, Daniel Ortega se consagró como presidente constitucional de Nicaragua.

El triunfo de Ortega se sustanció pese a la notoria y por momentos escandalosa injerencia política de los Estados Unidos en los asuntos internos del país centroamericano.
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    En días previos a las elecciones proliferaron las amenazas de cese de los programas de ayuda, presencia amenazadora en territorio nica de figuras como Oliver North, mentor indiscutido de la guerra contra el régimen constitucional sandinista y figura ligada a las peores evidencias de la corrupción y ferocidad de la política exterior de los Estados Unidos en los tiempos de la guerra fría.

    La primera lectura que muchos observadores latinoamericanos han hecho es, justamente, poner de relieve la actitud de dignidad y de coraje del pueblo nicaragüense que, en carne propia conoce en profundidad el significado de una guerra contrarrevolucionaria como la que sufrió en la década de los ochenta

    Pero no ha eso lo que el semanario de las derechas uruguayas destaca. En realidad, para “Búsqueda” la elección de Ortega parece ser el pretexto para repetir todas y cada de las falsificaciones conceptuales definidas en los manuales de elaboración del discurso político oficial de la Casa Blanca en los tiempos de Bush.

    Ataques a los candidatos que se oponen a las políticas del Departamento de Estado para la región englobándoles todos con el sambenito de “populistas”. Acto seguido se trata de “empaquetar” a todos los gobiernos orientados por frentes o partidos que tienen base popular, como ligados y subordinados al “chavismo” y al “castrismo” cubano.

    “Búsqueda” acude a la forma sencilla y cómoda de poner una etiqueta sin necesidad de rastrear cuáles son las condiciones que en cada país se desarrollan los procesos políticos y sociales y llevan a la derrota sistemática de todos los partidos políticos nativos aliados de los EE.UU.

    En el artículo que comentamos la victoria de Ortega es presentada como fruto de la división de la derecha y del “desinterés de EE.UU. hacia la región”. ¡Vaya desinterés!
    La agresión criminal desatada contra el pueblo y el gobierno de Nicaragua con el apoyo más descarado del gobierno norteamericano, conocida como la guerra de la “contra” es presentada como una “guerra campesina”, soslayando las formas brutales que asumió el respaldo dado por el Estado norteamericano a los militares somozistas y a la extrema derecha de aquel país.

    La cruel guerra de la contra cayó como un nuevo flagelo sobre la ya sufrida población rural y urbana del pequeño país centroamericano. Sus decenas de miles de muertos, se calcula entre 20 y 30 mil los caídos en esa etapa, se suman a las decenas de miles que dejaron sus vidas en la lucha contra la dictadura de Somoza.

    Con esos antecedentes la presión ejercida a los largo de los meses por la diplomacia, la prensa y los ámbitos políticos de los EE.UU. Así lo registró la periodista María Carpinetta en los días previos a la elección: “Durante toda la campaña, e incluso meses antes, el embajador estadounidense, Paul Trivelli, funcionarios del gobierno y senadores republicanos se esforzaron en unificar a la derecha nicaragüense y denostar al líder sandinista. En lo primero fracasaron estrepitosamente. En lo segundo, siguen intentando”. Hoy ya sabemos que también en esto fracasaron.

    La advertencia de Trivelli, concluye Carpinetta, pareció convertirse en una amenaza concreta cuando varios legisladores republicanos pidieron en estos últimos días que se revea el envío de remesas a Nicaragua en el caso de una victoria del sandinismo. Esta es, sin dudas, lo que causa más miedo entre los nicaragüenses. El año pasado las remesas que entraron al país alcanzaron los 850 millones de dólares, lo que equivale al 17,5 por ciento del PBI y al 99,2 por ciento de todas las exportaciones de 2005. Más del 60 por ciento de las remesas provenían de Estados Unidos.
    Pero estas amenazas no cuentan para “Búsqueda”.

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