02/01/06. Bertolotti: “El ‘nunca más’ es hasta que se produzca un nuevo conflicto”.
(1991: Higo Cores, Narciso Iza Conde, Padlo Anzalone y Roberto Villanueva)
Escribe: Hugo Cores.
Mientras en el gobierno se analiza si se desclasifican o no los documentos militares de la dictadura, el general Ángel Bertolotti (AB) cortó el nudo gordiano y se desclasificó solo, voluntariamente. Habló y, en unas pocas frases, reconstruyó el pensamiento de la represión y del Estado Terrorista: Uruguay vivió una guerra, bajo esas condiciones son normales algunos excesos propios del combate. Esa situación sólo es comprensible para los propios militares, que “fueron obligados a salir” en defensa de la nación.
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Las declaraciones formuladas días pasados por AB condensan una manera de pensar y resultan reveladoras en más de un sentido. Pero son apenas un síntoma de un fenómeno más extendido.
Muestran, de manera sorprendente, posiciones que subsisten hoy, bajo un gobierno de izquierda, después de más de veinte años de ‘restablecida la democracia’.
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El discurso de AB tiene un interés actual, en tanto jerarca y un interés histórico. Expresa una manera de razonar que constituye una suerte de pieza arqueológica. Una expresión inmutable del sentir y el actuar de otras eras, como mamuts conservados en los hielos eternos.
Viniendo del jefe militar de más alto rango, este pensar fosilizado es, también, una presencia influyente en el presente y en el porvenir. Un pensamiento colocado tan fuera de lugar en un país democrático como podría estar un mamut lleno de escarcha trotando por el Parque Rodó.
Si a pretexto que se trató de una guerra, alguien dudara acerca de si esa especie ha existido o no, ahí están los dichos de AB.
El tono, hasta si se quiere algo ingenuo, de las declaraciones del jerarca militar, vuelve estos dichos más potentes como testimonio.
Una alegación, que, vista desde el ángulo de la transición democrática, es un desmentido. Un calmo, despersonalizado hasta higienizado desmentido sobre algunas ilusiones que nos arrullan desde mediados de los 80.
Contrariamente a algunos “expertos” que niegan la supervivencia de estas especies paleolíticas e indeseables, AB nos devuelve todos los atributos del pensamiento militar. Como prueba y como evidencia, en el sentido forense. Como testimonio actual y genuino.
Un reconocimiento de la autonomía y del protagonismo militar de ayer y de hoy, totalmente ajeno a la Constitución, en el que el militar se confiesa sin presiones y ‘sin apremios’ ni siquiera periodísticos. Tanto que, después de sus dichos en Búsqueda, el jerarca siguió reiterándolo en recorrida por radios y canales de tevé.
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La enfática reivindicación de lo actuado durante la represión (antes y durante la dictadura) muestra hasta qué punto eran una finta “para salir del paso” los reconocimientos y las apelaciones a la reconciliación que, desde hace años, se formulan desde filas castrenses, incluyendo las declaraciones de los militares incluidas en el Informe de la Comisión para Paz.
Cuando AB sostiene que el "nunca más" está supeditado a los escenarios que se produzcan. El "nunca más" es hasta que se produzca un nuevo conflicto, porque la historia lo demuestra y lo vemos en el mundo actual” está, como bien observó Luz Recagno, de A. de Familiares, formulando un lenguaje amenazador.
Cuando AB justifica la desaparición de personas durante la dictadura (de “sindicalistas, militantes políticos o estudiantiles”) diciendo: “de una forma u otra, si bien no estaban involucrados en la lucha directa, con "los fierros en la mano", estaban apoyando. De una forma u otra, no eran totalmente prescindentes o inocentes de todo lo que sucedía alrededor. Políticos, sindicalistas, de alguna manera estaban aprovechando ese movimiento revolucionario” está, por enésima vez, dando un paso atrás.
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En este contexto es razonable preguntarse: ¿qué dicen los conductores civiles de la política militar en el período de transición?
¿Era este el destino del proceso iniciado en 1984?
¿Es esto lo que impone el orden legal y constitucional vigente en el país?
La intervención de los militares en el campo de las decisiones políticas ¿depende de los escenarios que se planteen, de acuerdo a las condiciones formuladas por AB?
La amenaza de un posible golpe de Estado, si se dan las circunstancias que los militares determinan, ¿forma parte del modelo institucional con que se aspira regular la vida de nuestra sociedad?
¿Serán esas las muestras de “seguridad jurídica” que esperamos brindar hacia fuera y hacia adentro como indicadoras de nuestra estabilidad y credibilidad para el desarrollo exitoso del proyecto de país productivo?
Las declaraciones de AB ¿contribuirán al flujo de inversiones atraídas por la “estabilidad” que pronostican?
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Al decirnos cómo ve lo pasado, AB nos dice que nos esperaría en el futuro si prevaleciera ese pensamiento.
¿Dónde está escrito, además de en las creencias anquilosadas de algunos oficiales, que el país tendrá instituciones democráticas… mientras no cambien los escenarios?
Hay dirigentes, “expertos en cuestiones militares”, que nada han dicho sobre este tema. Y, salvo la contundente declaración de la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos y un editorial del diario La República, no he visto ninguna declaración de rechazo a los postulados de AB.
¿Acaso carece de importancia la utilización de un lenguaje amenazador contra las instituciones democráticas por parte de un jerarca militar?
¿Acaso debe tomarse como asunto de rutina que en plena ‘transición de transiciones’, se siga reivindicando el pensamiento del General Medina y demás militares golpistas….?
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En sus declaraciones, AB ha dicho que los mandos superiores de las FFAA “asumimos una actitud respetuosa, quizás ostentosamente respetuosa, para que entendieran que nosotros éramos respetuosos del mando”.
¿Qué sentido tiene hablar de una actitud ostentosa de respeto al Presidente de la República?
Esa jerga ¿es la adecuada para definir una zona tan delicada como es la sujeción de los militares al poder civil, ese imprescindible acatamiento a la ley que tanto les ha costado aceptar a los militares uruguayos en los últimos 30 años?
¿Por qué si el respeto es sincero debiera expresarse con ostentación?
¿Qué lugar ocupa el ‘respeto ostentoso’ en los códigos de honor que establecen el comportamiento caballeroso y en los reglamentos vigentes que regulan las relaciones institucionales entre la fuerza armada y las autoridades que representan al pueblo, por la voluntad libre del pueblo?
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En otro pasaje, el AB dice que le informó al Presidente Vázquez que él no era partidario del Frente Amplio. ¡Qué noticia!
Si hubiera sido del FA hubiera pasado las peripecias y tribulaciones de José Martínez Salgueiro, de Brum Canet, de Pedro Montañez y tanto otros militares de su generación que, con el liderazgo de Seregni y Licandro, fueron frenteamplistas.
AB es poco ducho en las cuestiones del Estado de Derecho. En realidad, no se trata que el Comandante del Ejército sea frenteamplista. Ni mucho menos. De lo que se trata es que esté consustanciado con la Constitución y la Ley.
Que conozca y respete, como corresponde pues tienen el rango de ley de la nación, los tratados internacionales suscritos por el país y ratificados por el Parlamento. Que conozca y actúe con arreglo a las disposiciones del Tratado de San José de Costa Rica, así como con todos los compromisos asumidos por Uruguay en los convenios que condenan a los crímenes contra la humanidad y la desaparición forzada de personas.
Ninguno de esos tratados, de cuya existencia AB parece no tener la menor idea, suscritos antes del advenimiento del gobierno frenteamplista, se puede desconocer. Ni mirando hacia el pasado ni en relación a la situación de hoy. Desconocerlos no ayuda al país de hoy ni a sus perspectivas futuras.
Tomado de La República el 2/01/2006.
09/01/06. ¿Nos conviene un tratado de libre comercio con la potencia que nos explota, divide y se inmiscuye en nuestros asuntos internos?
Escribe: Hugo Cores.
(…) hay que beber de esa realidad y dejar que entre en nosotros para que después podamos transformarla. (Astori a Búsqueda, 5-1-06)
Hay que equilibrar permanentemente el rumbo al que se dirige el gobierno con el pragmatismo. Si no se adopta un perfil pragmático, el tránsito hacia el rumbo se puede frustrar. También se podría hablar de modernización de la izquierda. No en el sentido metafórico, sino de una izquierda adaptada al mundo de hoy. (Ídem)
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Resultan sorprendentes los anuncios realizados en estos días por el Ministro de Economía, Danilo Astori, indicando su decisión de impulsar la firma de un tratado de libre comercio entre nuestro país y los Estados Unidos.
1- Un primer aspecto de la cuestión es preguntarse desde qué posición está hablando Astori. No parece ser como integrante del gobierno ya que otros ministros han tomado distancia de su propuesta. ¿Lo hace cómo dirigente de un sector del FA? Importa saber si la propuesta tiene o no respaldo.
Desde el punto de vista de una sociedad democrática y participativa, no hay temas que no se puedan abordar. Sea en el marco de un debate en la prensa, en un Ateneo o en un congreso, tendrían cabida, como intercambio fermental, diferentes ideas acerca cuáles son los mejores caminos para un gobierno exitoso del FA.
Otra significación tiene en boca de un ministro
2- El tema de fondo es qué se piensa y que se propone como línea de acción frente al imperialismo. Cabe preguntarse, el antiimperialismo ¿es una ‘enfermedad infantil’?
¿Es fruto de la radicalización (¡arrepentíos, arrepentíos!) de los sesenta?
Se podría agregar, en honor a lo extendida en el tiempo que fue nuestra definición antiimperialista, si fue una radicalización cincuentista, setentista, ochentista, noventista, milenarista. ¿Fue una moda, hoy caduca?
El mundo actual, construido por la fuerza “vencedora” del capitalismo globalizado y hegemonizado por los EE.UU. ¿es un marco exterior propicio para nuestro desarrollo como nación? ¿Asistimos a la confirmación universal de las promesas del neoliberalismo sobre la capacidad reguladora y justiciera del libre mercado?
Los EE.UU., que afrontan en su interior una fragmentación y polarización social creciente y aplican al resto del mundo todos los recursos para beneficiarse con el comercio exterior y el manejo de la deuda ¿por qué tendrían hacia Uruguay una política distinta que la que han tenido hacia México, Brasil o Colombia?
O será como dice Claudio Katz, del Grupo Economistas de Izquierda y colaborador de Página 12: “Cuándo la fortuna de 3 multimillonarios sobrepasa el PBI de 48 naciones y cada cuatro segundos un individuo de la periferia muere de hambre, resulta difícil ocultar que el ensanchamiento de la brecha entre los países avanzados y subdesarrollados obedece a relaciones de opresión. Ya es indiscutible que esta asimetría no es un acontecimiento 'pasajero', ni será corregida por el 'derrame' de los beneficios de la globalización. Los países periféricos no son sólo 'perdedores' de la mundialización, sino que soportan una intensificación de las transferencias de recursos que históricamente frustraron su crecimiento.
¿Las cuestiones teóricas que hacen al imperialismo y al antiimperialismo son acaso cuestiones ‘técnicas’, reservadas a algunos dirigentes iluminados? O, como también se ha dicho en forma ‘pragmática’ y por tanto equivocada, ¿las relaciones con los EEUU no tienen nada que ver con las cuestiones que le interesan a la gente?
3- La exacción económica impuesta por el imperialismo norteamericano (IN) no es algo exclusivamente externo. Su desarrollo está ceñidamente entrelazado con nuestro subdesarrollo.
Existe el imperialismo, entre otras cosas, porque hay soportes locales (la oligarquía, tantas veces definida en los documentos del FA) que respaldan el desarrollo de los intereses imperiales. Como dice el citado autor argentino:
“A diferencia del período 1940-70, los capitalistas latinoamericanos no propugnan reforzar los mercados internos mediante la sustitución de importaciones. Su prioridad es la vinculación con las corporaciones extranjeras, porque la clase dominante regional es también parcialmente acreedora de la deuda externa y se ha beneficiado con la desregulación financiera, las privatizaciones y la flexibilización laboral. Existe incluso una capa de funcionarios que es más fiel a los organismos imperialistas que a sus estados nacionales. (…) “
4- El imperialismo y especialmente el I.N., no es un fenómeno nuevo para los pueblos del Tercer Mundo. Y no lo es para América Latina. Para las regiones más próximas a los EEUU, como Méjico, Centroamérica y el Caribe, la presión económica ha sido intensa desde principios del siglo XX, incluyendo intervenciones militares emblemáticas. Con el avance del siglo, la presión se hizo cada vez más fuerte también contra los países latinoamericanos del Sur.
5- La opresión del I.N. no se expresa solamente como exacción económica de nuestros los pueblos. Incluye también el debilitamiento y la sujeción de los pueblos latinoamericanos a partir de un proceso que empuja a la balcanización, a la ruptura de la unidad política entre las naciones latinoamericanas.
Por supuesto que esta fragmentación, contraria a la visión impulsada por Bolívar y Artigas, no responde exclusivamente a la imposición externa. También la hace posible avaricia y la miopía de los intereses oligárquicos locales.
6- Vale la pena recordar que, frente a la fragmentación, se han intentado camino de integración regional. Uno de ellos es el MERCOSUR. Esta tentativa, bastante desmayada en la actualidad, no deja de ser la búsqueda de una alternativa ante las imposiciones de la potencia del Norte.
En todo caso, así se fundamentó en 1990 cuando el FA dio su apoyo al Tratado de Asunción. El tratado con los EE.UU. que ahora se defiende ¿no significaría una acción del gobierno uruguayo que conduce al debilitamiento del MERCOSUR como propuesta de integración?
7- En el momento actual, el crecimiento de los factores de poder en el campo internacional (empresas trasnacionales, organismos controlados por la burocracia afín a los EEUU, como el FMI, el BM, la OMC, manejo de la deuda externa y crecimiento de la especulación financiera) tienden a despojar a los estados nacionales de una parte significativa de su soberanía. Un estrechamiento de las relaciones económicas con los EEUU ¿nos devuelve o nos agrava la pérdida de soberanía nacional?
8- La acción imperialista se proyecta también en la intromisión en los asuntos internos de nuestros Estados. Los EEUU han respaldo históricamente todos los regímenes autoritarios que se prestaron a su política y tanto diplomática como militarmente respaldaron, no solo de las dictaduras de los años 40 y 50, sino también, como lo confirman investigaciones recientes, a los regímenes de Terrorismo de Estado que florecieron en estas regiones en los años 70 y 80.
9- Durante mucho tiempo, los EEUU aparecieron ante el mundo como los defensores incansables de la libertad y la democracia. Con el crecimiento monopólico del capitalismo y del carácter agresivo de su proyección imperialista, tanto en el plano económico como político-militar, los EEUU ya no son, en el campo internacional, los defensores de esos valores de libertad y democracia.
Por el contrario, con la administración Bush, en un clima de belicismo e intolerancia exacerbada, se hace más intenso el crecimiento de los mecanismos de contralor sobre la prensa, de práctica sistemática de la tortura a los presos políticos y el ocultamiento al Congreso y la opinión pública de las acciones del P. Ejecutivo. ¿Nos ayudarán ellos a lograr nuestro bienestar?
Tomado de La República el 9/01/2006.
16/01/06. Por más democracia y más participación.
Publicado en La República
Escribe Hugo Cores- PVP567- Frente Amplio
Pese al receso político algunos acontecimientos justifican un comentario. De entre varios, recojo dos que, además, pueden verse como teniendo una relación entre sí.
Por un lado, los ecos dentro y fuera del país de las declaraciones del Ministro de Economía, Danilo Astori. No me refiero ahora a la materia de sus declaraciones (ya lo hice el lunes pasado contra el TLC, reivindicando la tradición antiimperialista de la izquierda) sino a la dinámica política y diplomática que generaron, a sus efectos sobre los partidos y sobre el curso de las preocupaciones colectivas.
El otro comentario remite a la discusión acerca de la enseñanza de la historia del pasado inmediato.
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Las declaraciones de Astori generaron repercusiones en la prensa y en los gobiernos de Argentina y Brasil. Diplomáticos de los dos países se apresuraron a señalar que una línea de acción del gobierno uruguayo apuntada a un Tratado de Libre Comercio con los EE.UU. contrariaba los acuerdos del MERCOSUR.
No faltaron declaraciones de fuentes estadounidenses y hasta la metida de pata de un senador republicano que “confirmó” la noticia de un TLC con los EE.UU., pero luego reconoció que…se había equivocado de tratado.
El Canciller Gargano explicó que las formulaciones del M. de Economía lo habían tomado de sorpresa y que el gobierno no estaba aplicado a un convenio como el anunciado. Agregó, acertadamente, que se remitía a las resoluciones sobre el asunto adoptadas en el IV Congreso Extraordinario del Frente Amplio de diciembre del 2003.
De hecho, se produjo una confusión políticamente inconveniente para el gobierno pero, hasta ahora, no ha habido ninguna rectificación ni ningún reconocimiento de que esa situación exista. No será porque el asunto carezca de importancia.
Mientras, sobre el punto estamos en un territorio de incertidumbres. Como es evidente, todo este embrollo se desenvolvió sin la más mínima intervención de ninguna organización partidaria ni de ningún colectivo político. Se gestó, exclusivamente, a través de las declaraciones públicas de un dirigente.
Para una organización política como el Frente Amplio, -que pasó muchas horas, días y meses discutiendo la cuestión de cómo se relacionarían, una vez en el gobierno, los gobernantes con la sociedad, sus organizaciones y con los colectivos políticos-, el episodio deja el sabor amargo de la política del ‘hecho consumado’, esa que es pan de todos los días en los partidos burocráticos y caciquistas de derecha y las antípodas de lo que la izquierda ha declarado siempre que se proponía hacer cuando llegara al gobierno.
En el país la inclinación centralista es muy fuerte. A ello contribuyen tendencias que vienen de lejos y otras más recientes. El ‘despegue’ de los órganos colectivos por parte de algunos dirigentes que hacen política de acuerdo a sus intereses y dejando de lado acuerdos adoptadas en instancias estatutarias legítimas, tiende a fortalecer los procesos de exclusión y apatía política en el conjunto de la sociedad, empezando por los propios adherentes a la fuerza política mayoritaria.
El FA, que durante los últimos veinte años apeló al concurso de su militancia de base para actuar políticamente, está no solo obligado moralmente a crear espacios de participación democrática para sus adherentes, también lo está en función de la necesidad de una acumulación de fuerzas que haga posible la realización exitosa de su programa histórico.
El debilitamiento de la acción política como FA nos priva de un factor de movilización democrática que para la izquierda resulta imprescindible. ¿Cómo impulsar, por ejemplo, una reforma del Estado y una mejora de la gestión si no es promoviendo una gran movilización cultural y política contra las inercias burocráticas, las mentalidades conservadoras y los sentimientos corporativos?
Todo debilitamiento de lo público y lo colectivo es negativo para el gobierno. Si las decisiones y la información política se recluyen en los ámbitos de la administración, la capacidad de transformar la sociedad en un sentido progresista se debilita.
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Mientras, empieza a desarrollarse un debate sobre la iniciativa de las autoridades de la ANEP acerca de la enseñanza de la historia inmediata.
Bastó con el anuncio para que Julio Ma. Sanguinetti y varios dirigentes blancos se lanzaran al ataque. El ex presidente, que en 1972, como ministro de Bordaberry propuso la Ley General de Educación, la “más bárbara, atentatoria y salvaje ley represiva”, como la definirá el penalista Carlos Martínez Moreno, teme que el gobierno del FA impulse la existencia de una “historia oficial” para adoctrinar a los jóvenes alumnos. Las advertencias de Sanguinetti no tienen ningún asidero real ni remiten a ninguna propuesta oficial en ese sentido.
En estos días han trascendido algunas propuestas del CODICEN sobre los medios para el abordaje de la historia de los últimos decenios: se elaboró, basándose en una historiografía seria y documentada, una guía de apoyo a los docentes y se sugiere, lo que ya es más discutible, la utilización de mecanismos didácticos como los ‘juegos de roles’.
Trasladar a las nuevas generaciones una visión certera de la historia del pueblo uruguayo implica describir y explicar procesos económicos y sociales complejos, que no pueden ‘ser deducidos’ ni “dramatizados” a partir de unos pocos datos.
Me refiero, por ejemplo, al agotamiento del neobatllismo y los cambios en el bloque en el poder que se produjeron con Pacheco con la instalación de un elenco ligado al gran capital (Jorge Peirano, Carlos Frick Davies, José Serrato, entre otros) que desplaza al viejo personal político (Vasconcellos, Alba Roballo, Z. Michelini) y a partir de ahí la aplicación de una política, que duró decenios, de empobrecimiento de los asalariados, en beneficio del capital.
Una visión historiográfica muy apegada a los fenómenos de la publicidad política o de la anécdota ha tendido a desconocer o brindar muy escasa atención a una serie de cambios y realizaciones que se procesaron en el seno de las mayorías populares y que se condensaron primero en hechos masivos como, por ejemplo, el del paro general del 28 de junio de 1968, contra la congelación salarial o el del 13 de abril de 1972, contra la rebaja de los salarios impuesta por Bordaberry.
Vale la pena preguntarse ¿qué cambió y porqué en la manera de pensar de cientos de miles de uruguayos? ¿Qué es lo que explica, -después de un siglo y medio de hegemonías electorales coloradas y blancas- que en las elecciones nacionales de noviembre de 1966 todavía los partidos tradicionales lograran entre los dos casi el 90% de los votos y toda la izquierda sumada no alcanzara el 10%?
¿Cómo se explica que una sociedad pacífica, la más pacífica de Latinoamérica desde hacía más de medio siglo, haya entrado en una movilización cada vez más intensa, más violenta y más masiva a partir de unos pocos meses después de aquellas elecciones?
Poner de manifiesto esos, y otros, cambios en la sensibilidad y la conciencia política de las masas populares resulta fundamental para entender luego las resistencias democráticas a la dictadura, la huelga general de 1973, la sobreviviencia y el crecimiento de la izquierda pese a la represión y luego los pronunciamientos democráticos masivos que culminan el 31 de octubre pasado.
Como guía no estaría mal preguntarse, en materia de historia inmediata ¿y el pueblo dónde estuvo?
23/01/06. Uruguay en la hora latinoamericana
Escribe: Hugo Cores.
“Ora nostalgia, ora utopía, ora mito, ora convicción, la patria grande ha tenido una conmovedora tenacidad.
Nadie ha podido borrarla de nuestra América. Ha sido nuestro perdido bien y nuestra tierra prometida”.
Carlos Quijano, México, mayo de 1976
La izquierda uruguaya tiene en su ADN ideológico una fuerte traza latinoamericanista.
Si en algún momento se pudo decir del país que constituíamos “un suburbio malhumorado de Europa”, en los últimos treinta años, y cada vez con más pujanza, la gravitación de lo ocurre a nuestro alrededor adquiere más influencia en los asuntos domésticos.
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1- Desde los años que siguieron a las guerras de la independencia, en A. Latina los grandes imperios coloniales apostaron a la fragmentación política, lo que luego se llamaría balcanización. Los anhelos de recomposición de la unidad continental o regional, expresados por Bolívar y Artigas, entre otros, fueron derrotados y se compareció a los desafíos de la expansión del imperialismo contemporáneo bajo la forma debilitada de una veintena de repúblicas, sardinas para los ávidos tiburones del capitalismo monopólico de occidente.
Junto con los factores geográficos, culturales e históricos que empujan al entendimiento y a la unidad, nos aúnan también decenios de peripecias análogas: la misma dependencia y vulnerabilidad de las economías. El mismo ‘padecer la historia’ y no protagonizarla. Los mismos ensayos, a menudo ahogados en sangre, de cortar amarras y transitar los caminos del desarrollo económico y social.
De hecho, en los últimos cien años nuestros pueblos latinoamericanos han buscado, de un modo u otro, terminar con las condiciones que nos someten a ser dadores de riqueza en el sistema de “explotación global” que se ha ido construyendo bajo la hegemonía del capitalismo imperialista.
2- La pertenencia al conjunto latinoamericano pesa pero, a la vez, los destinos se juegan país por país. El crimen contra Salvador Allende y la derrota del gobierno popular en Chile fue una derrota para todos los latinoamericanos. Pero fue la batalla de Chile, como la llamó el cineasta.
Siendo la más emblemática, no fue la primera. Antes, los mismos que llevaron a Pinochet al gobierno, habían prohijado en 1954 la invasión contra el gobierno popular de Jacobo Arbenz en Guatemala. Los que alentaron los levantamientos gorilas contra Perón y empujaron al suicidio a Getulio Vargas, en 1955. Los que armaron la invasión a Cuba.
País por país, pero con influencias y estímulos de las naciones vecinas. Con enseñanzas que se indagan, a veces con desesperación, para ‘hacer como ellos’ o para ‘no incurrir en los errores de ellos’.
Cuando la situación de los pueblos latinoamericanos se hacía cada vez más insostenible, la revolución cubana inspiró, a principios de los 60, el desarrollo de una serie de movimientos revolucionarios que se extendieron por buena parte del subcontinente. Guerrillas que dejaron semillas de rebeldía, que luego fueron victorias, como en Nicaragua. O derrotas que enseñaron caminos que no conducían a buen puerto.
3- En los últimos años, el sistema del capitalismo mundial ha dado pasos de gigante en lo procesos de concentración industrial, financiera, de la energía y las comunicaciones. También en su propensión a remover, mediante la intervención militar, los escollos que se oponen a sus intereses. En cada nación latinoamericana las necesidades de la integración regional y la defensa de su soberanía aparecen de manera apremiante.
Para colocar los productos exportables, para abastecerse de la energía que escasea o para luchar contra los flagelos que no tienen patria ni frontera como en narcotráfico o la destrucción del medio ambiente. Para defender su soberanía y sus derechos sociales frente a la primacía de los intereses conservadores y pro imperialistas. Esa integración no la harán las empresas transnacionales, ni sus socios y aliados de las clases dominantes latinoamericanas.
La presión militar sobre el gobierno democrático de Venezuela, cada vez más descarada; la presencia indefendible de tropas norteamericanas en Paraguay y los constantes intentos de intervención de los EE.UU. en los asuntos internos de nuestros países constituyen factores de incremento de las tensiones, hacia adentro y hacia fuera de los procesos de signo popular y progresista.
4- En estos días se reúne en Malí el 6º Foro Social Mundial. A partir del martes 24 la convocatoria será en Caracas. Es cierto que, como ha escrito en estos días José Vidal-Beneyto, “la multiplicación de los Foros y su policentrismo se presta a la imputación de ‘club de viajes políticos’ o de ‘Feria internacional de una sociedad civil circulante” como los califican mis amigos Ignacio Ramonet y Gustave Massiah. Pero frente a ello la dinamización de los movimientos sociales es la defensa más eficaz contra las guerras de Bush y el totalitarismo del Imperio norteamericano y de sus multinacionales”.
Es verdad que, antaño, en nombre del internacionalismo, se construyeron líneas de acción política destinadas a defender incondicionalmente los intereses de una gran potencia. Las frustraciones a que condujo esa experiencia no invalidan la certeza que son necesarias respuestas internacionalistas pues los marcos locales resultan impotentes ante una acción imperialista que dispone de un amplio tablero de poderes y recursos (económicos, políticos, diplomáticos y, cuando todo eso no basta, militares) como para imponer sus intereses.
El surgimiento del FSM ha tendido a crear un ámbito de intercambios y denuncia, una suerte de ‘ciudadanía planetaria’, que resulta imprescindible en esta fase de crecimiento acelerado de la expansión e internacionalización imperialista. Su desarrollo apunta a darle voz a los sin voz, al conocimiento recíproco entre los distintos movimientos y favorecer el intercambio de experiencias.
El encuentro del FSM en Caracas nos toma en medio de la aceleración de la movilización popular latinoamericana, tanto en plano social como político, de una intensidad y amplitud sin precedentes. Después de la gran victoria de Hugo Chávez, el advenimiento a la presidencia de Lula, Kirchner y Tabaré, las victorias de la izquierda en Bolivia y Chile y las perspectivas auspiciosas en Perú y México, nos muestran una situación única, sin precedentes en toda la historia de nuestro subcontinente.
5- Si, en otros períodos, el destino de los procesos de liberación nacional y social estaba en gran medida condicionado y hasta obstaculizado por lo que ocurría en las relaciones de fuerza a su alrededor, -recuérdese las presiones ejercidas desde la dictadura brasileña y argentina contra el Frente Amplio 1971-, hoy la ecuación se ha invertido y los apoyos a nuestro proceso son posibles.
La situación del capitalismo en el plano mundial tiende a dejar poco margen de maniobra a los procesos ‘nacionales’. La agudización de las tensiones tiende a polarizar el decurso histórico: nos guste o no, nuestro destino se está jugando en el afianzamiento de los gobiernos populares de toda la región, empezando por los que más irritación producen en los ámbitos de poder de los Estados Unidos, Cuba y Venezuela. Y también con el afianzamiento del flamante gobierno de Evo Morales en Bolivia.
Tomado de La República el 23/01/2006.
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